Dichos de Mujica en “La Nación” de Buenos Aires:
Periodista: “No hablamos de que esa lucha estuvo asociada con la violencia, con la muerte. ¿Se arrepiente de haber elegido ese camino?”
Mujica: “Sí, claro. Pero usted está en Uruguay, no en la Argentina. La vida humana acá siempre...A nosotros nos dicen guerrilla, pero tenemos mucho de movimiento político con armas. Y la violencia en Uruguay fue muy justificada. Las barbaridades que pasaron en otro lado, acá no...”
Dichos de Mujica en “El Espectador” el martes 15 de setiembre:
Emiliano Cotelo: “Cuando en la entrevista en “La Nación” le preguntan a usted si se arrepiente de haber elegido la lucha armada con violencia y muerte usted contesta ‘sí, claro’, pero después agrega que las acciones del MLN fueron ‘justificadas’ y allí se produjo otro de los frentes de la polémica de ayer”.
Mujica: “Pero eso era con respecto a la dictadura, yo sostengo que frente a una dictadura hay que tirarle con lo que se tenga, al fin y al cabo no estoy muy distante de aquella afirmación de Tarigo: ‘tengo un revólver en mi escritorio y la última bala es para mí”.
Emiliano Cotelo: “Cuando usted hablaba de la violencia de las acciones del MLN no podía estar sólo refiriéndose sólo a la dictadura, usted mismo dice que en la dictadura el MLN no pudo hacer nada, hubo hechos violentos antes...”
Mujica: “Sí señor, hubo sí, y hace rato que he cargado con lo que eso significa, tampoco lo he defendido”.
Emiliano Cotelo: “¿Se arrepiente?”
Mujica: “Desde luego”
El insistente Emiliano Cotelo puso a Mujica contra las cuerdas y lo obligó a mostar ese “tal cual es” que venía escondiendo bajo el “como te digo una cosa, te digo la otra”, ambigüedad útil para sugerir e inducir la creencia en una supuesta estrategia secreta: hacer revolución socialista luego de obtener el “permiso” del imperio y de los dueños del Uruguay para acceder a la presidencia de la república liberal. Que los fieles de Mujica vean las cosas como deseen, pero esa estrategia escondida no existe, la filosofía de boliche ha sido simple artimaña para ir “llevando” la barra chica hacia el pantano de la renuncia y el arrepentimiento.
En 1963 la democracia burguesa ofrecía innegables posibilidades de participación electoral y parlamentaria, oferta que aceptaron comunistas y socialistas así como personas muy inteligentes que luego fundaron el Frente Amplio: Rodríguez Camusso, Zelmar Michelini, Alba Roballo, Ariel Collazo. En cambio el documento No. 1 del MLN (T) definió crudamente que “la lucha armada no sólo es la única vía para hacer la revolución, sino la más deseable”, convocando cientos de militantes a dedicar su vida a la lucha revolucionaria. La expropiación de fusiles del Tiro Suizo para defender por las armas la ocupación del latifundio de Silva y Rosas en Bella Unión marcó en los hechos la opción por la vía armada, un mensaje tupamaro de incorporación a los vientos ideológicos que soplaban desde Vietnam, Argelia y la Cuba Revolucionaria.
Elegir la vía armada en lugar de juntar votos para conquistar bancas en el parlamento fue una opción ideológica. Los tupamaros primigenios no creían en la justicia del poder judicial, pero tampoco en lo democrático de una república liberal y parlamentaria. Mujica y Fernández, como todos nosotros, sostuvieron que el fracaso de la izquierda en las elecciones de 1962 había agotado los mecanismos formales de la democracia y sólo quedaba el camino de la lucha armada. A uno le vienen ganas de preguntarles porqué no siguieron juntando votos en 1963, hubieran sido mucho más sinceros y honestos intelectualmente, en primer lugar consigo mismos, y de pasada con aquél mundo de gente que nos sentimos convocados por el Tiro Suizo. Teníamos derecho a saber que algunos de nuestros ideológos –no Raúl Sendic, por supuesto- decían una cosa en el documento No.1 pero en realidad pensaban otra en su interior, montando una trampa que fue mortal para muchos y muchas.
Mujica admite estar arrepentido de haber empleado la violencia guerrillera antes del golpe de Estado de 1973. Cuarenta años después de aquella campana de largada que hicieron sonar los tupamaros, hace otra opción ideológica, adhiere y se involucra con la república liberal que quisimos destruir para construir la sociedad socialista. Fernández y Mujica han llegado al colmo de la irresponsabilidad política con una historia que no es propiedad privada de ellos. Optan por jugar de amortiguadores políticos con las injusticias sociales del sistema, con esa estrategia reinterpretan la historia del movimiento tupamaro y se visten de seda para caer simpáticos a los dueños del Uruguay. Arrepentirse de haber empleado métodos violentos, significa de hecho enterrar en el olvido los fines revolucionarios conque los tupamaros pusimos la vida en juego desde el Tiro Suizo.
“Las barbaridades que pasaron en otro lado, acá no”, evalúa Mujica reiteradamente, pervirtiendo esa historia nuestra, ¿acaso Robaina Méndez no fue impunemente asesinado en 1967? ... ¿y los compañeros de Pando? ¿Se precisan 30.000 desaparecidos como en la Argentina para que Mujica se sienta conmovido como para incorporar a su discurso la anulación de la ley de caducidad? ¿Valora Mujica las desapariciones según su cantidad, como hace con los votos? Las torturas a que fueron sometidos decenas de miles de uruguayos... ¿piensa Mujica que fueron más “leves” o menos “inhumanas” que las de Argentina o Guatemala o Chile? ¿Qué parámetros utiliza? O simplemente quiere disculparse ante esos “viejos militares” y congraciarse con el imperio y el latifundio, para que los empresarios uruguayos no se tomen el BUQUEBUS, espantados por un presidente con pasado guerrillero..aunque arrepentido.
La opción ideológica de integrase al sistema es responsabilidad de unas pocas personas, de Mujica, de Fernández y los núcleos políticos que acompañan sus decisiones. Es la opción por la derrota ideológica del MLN (T), la segunda derrota en su historia. Esta vez hay cientos de sobrevivientes que no nos sentimos convocados en lo más mínimo por su ejemplo, cientos que seguiremos echando sobre el mundo la misma mirada guerrillera que antaño compartimos. La derrota es asunto de Mujica, Fernández y los suyos, no de nosotros. Aclaro, por las dudas, que no estar ideológicamente derrotados no quiere decir salir como leones ciegos y sordos “fierro” en mano, por lo tanto no vale la pena que ningún “voluntario” nos denuncie ante el ministerio del interior, ni ahora ni después de marzo del 2010, cuando lo asuma Eduardo Bonomi.
Los derrotados asumen posiciones coherentes con su derrota. Fernández entiende que anular la ley de caducidad divide al pueblo uruguayo, olvidando que este pueblo está escindido por la brecha social entre un puñado de ricos y un millón y medio de asalariados pobres, que mientras esa injusticia social sobreviva el terrorismo de estado seguirá anidado en las entrañas del sistema, para salir de la cueva cuando lo entienda necesario como está sucediendo en Honduras. Mujica borró de su discurso del 11 de setiembre (en Buenos Aires) el asesinato de Salvador Allende en manos de los verdugos de Pinochet. Tal vez este 8 de octubre ambos olviden y perdonen a quienes hace exactamente cuarenta años asesinaron sin piedad a Jorge, Alfredo y Ricardo.... El “olvido y perdón” es otra opción ideológica que implica la renuncia generar una opinión política –sobre todo en la juventud- sustentada en la verdad y la justicia. De sembradores de ideas revolucionarias han pasado a sembrar semillas de impunidad, es una quebradura muy profunda sus espíritus....causa vergüenza ajena el rol que han aceptado jugar.
Mujica, Fernández y su colectividad justifican todo en función de las necesidades electorales, para juntar votos han sido capaces de abjurar de todos sus principios y compromisos. Ahora que ya se arrepintieron, se desprendieron de su propia historia, con sus muertos y desaparecidos, con las humillaciones sufridas por sus familiares en cada cuartel y cárcel que conocieron...los muertos ya no tienen fuerza sobre ellos, soltaron amarras y los esperan procelosos océanos. ¿Pensarán Mujica y Fernández que también habrá impunidad para los crímenes ideológicos que están cometiendo? La derrota desmoraliza y la desmoralización trae consecuencias trágicas. Aquella epopeya tupamara, de la que Mujica y Fernández fueron conductores, parece destinada a terminar en payasada.
¿En qué momento de la historia tupamara comenzaron a germinar las semillas del arrepentimiento? ¿Habrá sido en aquellas negociaciones del Batallón Florida? ¿En el hostigamiento permanente a que fueron sometidos como rehenes? ¿O el terreno fértil vino con el ingreso al Frente Amplio y las posibilidades de ocupar bancas y cargos electorales? Así como los delitos de lesa humanidad tiene su castigo en el repudio social a quienes los cometieron, la siembra de derrotas tendrá una sanción social histórica, sólo es cuestión de que el tiempo transcurra y se desempolven archivos y documentos, de todas maneras el escalofrío no me lo quita nadie.
Jorge Zabalza (24/09/09)
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