jueves, 30 de abril de 2020

Estado de necesidad

Ocupación de un predio en Santa Catalina


Por Jorge Zabalza
30 abril 2020



¿Tienen derecho los más humildes a un techo digno? Por supuesto. ¿Es legítimo que ocupen tierra para construir su futuro hogar? Claro que sí. A partir de estos interrogantes filosófico-jurídicas -y de sus respuestas- el doctor Helios Sarthou había elaborado su “doctrina okupa” a la uruguaya, alguna que otra decena de miles deben la posesión del solar donde levantaron su hogar.

Un par de centenas de miles no pueden acceder al terreno donde construir un techo digno, se los impide el monopolio del negocio inmobiliario urbano. Es la estructura de la propiedad la evidente razón de las desigualdades en el uso de la tierra, el problema básico, fundamental, de Uruguay y de América Latina. Mientras no se resuelva, siempre habrá ciudadanos y ciudadanas sin techo donde guarecer a sus hijas e hijos.

Por su parte, el Estado no cubre el déficit habitacional. El déficit afecta a las trabajadoras y los trabajadores más empobrecidos y, en especial, a los más jóvenes y excluidos de la vida social y política. Irresponsabilidad total de los gobiernos que, sean del color que fueren, se comen el futuro. El tan mentado Estado de Derecho, diamante del pensamiento liberal, protege solamente los privilegios de la cumbre, indiferente a las necesidades de los de abajo, reducidos a la marginación. Mas que indiferente, los empuja hacia el estado de permanente necesidad. El actual “ordenamiento territorial” arroja al precipicio multitudes, es una masacre masiva e impune.

En consecuencia, dado que los dueños de todo y su Estado de Derecho imponen la desigualdad y la marginación, los perjudicados tienen derecho tomar pacíficamente las tierras que precisan para salvarse del desbarranque. Es totalmente legítimo agarrarse de un fierro caliente cuando te empujan al vacío. La situación exculpa a los usurpadores, que, última instancia, están actuando conforme a los principios generales del derecho: sacrifican el derecho del propietario del predio para proteger el derecho a un futuro digno para sus hijas y nietas. Causan un mal menor para escapar al mal mayor.

Mis vecinas y vecinos de Santa Catalina ocuparon esas 800 hectáreas de tierra yerma, que ni siquiera estaban alambradas, donde solamente crecen chircas y abrojos. El estado de necesidad a que están sometidos justifica plenamente que hayan elegido el camino más directo, la usurpación pacífica de terrenos echados al abandono por sus propietarios. Sí, es verdad, se está agrediendo el derecho del propietario, pero, también es verdad que la propiedad no puede ser utilizada para joder a los demás, su uso debe tener una finalidad social, que impulse el desarrollo de la justicia social, no que la impida. La propiedad privada, al estar monopolizada por unos pocos es la causa de la injusticia.

No hubo daño en las cosas ni en las personas. Al ocupar dejaron marcadas las calles y los espacios comunes (merenderos, CAIF, salón comunal, etc.-, dividieron la tierra en solares, lograron que OSE -con consentimiento del MVOTMA- instalara tres canillas con agua potable, están tramitando en UTE la corriente eléctrica, en la IMM la recolección de residuos. Están dispuestos a pagar sus solares mediante un acuerdo con los propietarios.

¿Dónde está el ánimo de cometer un delito? No. La intencionalidad es resolver por una vía directa el problema social que los gobiernos no quieren resolver, su ánimo es civilizar el páramo que ocuparon, llevar la civilización al desierto. Obedecen el mandato de la justicia social. Su desobediencia social ha tenido la virtud de revelar el carácter injusto del actual estado de cosas.

El fiscal Diego Pérez no tiene dudas. Enceguecido, acusa por asociación para delinquir desechando el contenido social de los hechos. ¡Transmuta un movimiento social en organización delictiva! Asume la misión sagrada de defender la dictadura del capital sobre los más jodidos e indefensos asalariados. Un ejercicio desmedido de poder que, en su filosofía, encierra las bases del terrorismo de Estado.

Vivimos en patrias diferente, señor fiscal, la suya es la de los especuladores inmobiliarios protegidos por el Estado de Derecho, la nuestra es la patria de los trabajadores y trabajadoras que viven en el Estado de Necesidad.

Jorge Zabalza










martes, 21 de abril de 2020

Resistencia Mapuche se alza en armas

contra el estado, los intereses capitalistas y los yanaconas

 Lleu-Lleu
Diario Venceremos

A través de un comunicado difundido por distintos medios de comunicación la organización denominada RESISTENCIA MAPUCHE LAVKENCHE se adjudica un conjunto de acciones político-militares en la zona del Lago Lleu-Lleu, correspondiente a la comunas de Contulmo, Caleta y Tirúa.

Recordemos que el día de ayer más de 100 weichafes se tomaron y ejercieron control armado de la ruta que une Tirúa con Cañete, lugar en el cual procedieron a la levantar barricadas, colgar lienzos y ejercer la autodefensa armada con pistolas, escopetas y wetruwes, frente al intento de la policía de sacarlos del lugar. Fueron más de 10 horas donde ejercio control total del territorio.


Durante el desarrollo de los hechos, una tanque mowag de carabineros intentó reprimir el levantamiento, siendo atacado con balas y con coche bomba el cual no logró el objetivo de inutilizar el blindado. Sin embargo provocó un extenso corte de luz en las comunas aledañas.

En semanas anteriores se han desarrollado varias acciones de resistencia e la zoaa, incluyendo la que la quema de maquinaria forestal por más de 2.000.000 de dolares, la quema de casas de veraneo, y un carabinero herido con 3 balas mientras intentaba reprimir una manifestación.

Aquí se expresa la voluntad de un pueblo, por hacerse dueño de propio destino.
A continuación reproducimos el comunicado de la RESISTENCIA MAPUCHE LAVKENCHE


Pu weichave (guerreros) de la Resistencia Mapuche Lavkenche reivindicamos la acción armada realizada este lunes 13 de abril en el sector de Lleu Lleu en contra de efectivos policiales al servicio de empresas forestales usurpadoras de nuestro territorio ancestral. Con este acto damos un paso firme hacia la unidad de la resistencia mapuche en la zona Lavkenche y reafirmamos nuestro compromiso irrestricto de expulsar de nuestro territorio a las empresas forestales y cualquier otra expresión capitalista que atenten contra la vida mapuche y de los pueblos.


Esta acción es fruto de numerosos nütram (diálogos) de las distintas expresiones de la Resistencia Mapuche, cuyo sustento cultural y político germinan desde el weichan y el control territorial que desarrollan los distintos Lov y comunidades mapuche en Resistencia en los predios forestales ocupados masivamente, donde se ha plasmado materialmente la autonomía comunitaria en base a la independencia organizativa, alejado de las directrices políticas que la institucionalidad winka y empresas forestales han diseñado para algunas zonas mapuche y que hoy amenazan con desatar una verdadera guerra interna amparada por el gobierno, fiscales y policías.

Es lo que ocurre en la zona sur del Lago Lleu LLeu, donde algunos dirigentes yanaconas han llevado a sus comunidades a trabajar mancomunadamente con la empresa forestal Mininco. Dicho trabajo es dirigido por los dirigentes Santos Reinao, Jorge Lincopan y Arturo Millahual, todos reconocidos operadores políticos de la institucionalidad winka que por años han pactado con las forestales.

Estos dirigentes han ocupado la lucha mapuche para intereses propios, arrastrando a sus bases a seguir bajo el yugo colonial de estas empresas que por años han saqueado y destruido nuestra tierra, secado nuestras aguas, alterado nuestro itrovil Mongen y enriqueciéndose a costa de la pobreza de nuestra gente.

Fue así como en diciembre de 2018, 11 comunidades mapuche ocuparon el fundo Choque, reivindicando, según ellos, 20 mil hectáreas. Dicha ocupación no sólo fue una puesta en escena para lo que vendría, sino que
además pasó por encima de la lucha que otras expresiones de la resistencia mapuche desarrollaron por años en dicho fundo, saboteando los intereses de Mininco, ocupando algunos paños de tierra reconstruyendo así la vida mapuche.

A poco más de un año el escenario es diametralmente opuesto. Hoy la empresa forestal Mininco ha vuelto a tener el control del fundo Choque, los dirigentes, como Santos Reinao, se han convertido en contratistas de Mininco y las comunidades hoy reforestan este predio con pinos y eucaliptus, perpetuando así el modelo forestal.Esta empresa ha optado por incorporar a las comunidades al negocio y para brindar el éxito del plan, incluso han creado brigadas de seguridad armadas dirigidas por algunos mapuches, varios de ellos antiguos militantes de la resistencia mapuche que trabajan en complicidad con policías y fiscales.

Entre ellos
destacan comuneros que en 2015 fueron torturados por carabineros al interior de un fundo de Mininco, encarcelados y ahora, de forma increíble, han traicionado a su pueblo y sin ninguna dignidad pasaron al bando enemigo transformándose en un grupo paramilitar.
Por estos hechos es que como Resistencia Mapuche Lavkenche reivindicamos las armas y el derecho a la autodefensa y asumimos la obligación de expulsar, de forma definitiva, a las empresas forestales y sus lacayos
de nuestro territorio. Hacemos un llamado también a las comunidades aludidas a reflexionar sobre su actuar y retomar un camino propio como mapuche, basado en las normas que han trazado nuestros kuivikeche y que nos obliga a no tranzar con el winka usurpador.



 Por territorio y autonomía
libertad a los presos políticos mapuche
 Resistencia Mapuche Lavkenche









viernes, 17 de abril de 2020

El virus en el umbral de la creación




Aldo Mazzucchelli, Hoenir Sarthou, Alma Bolón, Carlos A. Gadea, Jorge Zabalza, Luis E. Sabini Fernández, Rafael Bayce, Jorge Añón y Marcelo Marchese










jueves, 16 de abril de 2020

Primera línea




Por Jorge Zabalza
14 de abril 2020



Desde hace varias semanas venimos publicando diversas entrevistas y notas que muestran el impacto de la crisis económica y sanitaria en los pueblos de Nuestra América.  En esta oportunidad, le propusimos a Jorge Zabalza, experimentado compañero y ex militante del MLN-Tupamaros, unas preguntas sobre la coyuntura en Uruguay, sobre el modo en que estaba afectando a los trabajadores y el pobrerío, cuál era la acción del gobierno y del Frente Amplio. Y también la pregunta de la hora para todo el movimiento revolucionario: cuáles son las tareas que nos caben.
Con gran generosidad el compañero escribió un documento en el que retoma estos interrogantes pero va mucho más allá, definiendo un horizonte estratégico que, hoy más que nunca, tenemos que defender a capa y espada.

Allá por enero de este año, en Santa Catalina, uno de los asentamientos más antiguos de Montevideo, una señora marcó un terreno baldío para construir una casa a su hija y nietos. A los diez días, 700 familias ya se habían acoplado y estaban civilizando un quilómetro y medio cuadrado de tierra yerma. Sin proponérselo para nada, la buena señora había puesto de relieve la ausencia de planes de vivienda que cubrieran el déficit habitacional de los más sumergidos.

Es la vieja tradición del movimiento popular uruguayo hacer por sí mismos lo que no hace el Estado.
Otro hecho significativo: a una semana de comenzada la cuarentena florecieron las ollas populares en los barrios, otra tradición de autoorganización solidaria cuya última manifestación había sido en el 2002. Como detrás de un palo, aparecieron decenas de miles de personas haciendo cola para llevarse un plato de comida. Es que la cuarta parte de la población activa trabaja en condiciones precarias, por afuera de las leyes laborales y sin contar con protección sindical. La pandemia ha tenido la virtud de poner de manifiesto que la tercera parte de la población, más un millón de personas, están en condiciones de suma vulnerabilidad.

Los hechos están cuestionando el poema demagógico de la reducción de la pobreza, así como el criterio de medirla en función de una canasta de productos básicos. Cuantificación cuyo complemento es la estrategia del asistencialismo, empujar los pobres con bonos y tarjetas, para que pasen al otro lado de la “línea de pobreza” y se eleven a consumidores de cuarta o quinta categoría. Claro que, luego, al menor soplo, rodarán cuesta abajo en la pirámide. La marginación y la exclusión son consecuencias sociales de la reproducción ampliada y solamente se erradicarán en la medida que ese pueblo de la informalidad se alfabetice, logre comprender la realidad que los reduce a la pobreza y los prepare para luchar y dar sepultura al capitalismo.

En quince años legalizaron el aborto, la venta de marihuana y el matrimonio igualitario, pero, al mismo tiempo, gracias a su política económica, el capital bancario y los dueños de la tierra incrementaron al máximo sus ganancias. Los gobiernos progresistas apostaron a las inversiones extranjeras y a honrar la deuda externa, fueron los mejores de la clase y, gracias a ello, reciben aplausos de las calificadoras de riesgo. Se predicaba el control de “los mercados” por el Estado, pero, en la práctica, se implementaron políticas de exoneración fiscal y de Zonas Francas en favor de las inversiones extranjeras. Mecanismos que, años atrás, habían sido rechazados por el Frente Amplio cuando lo introdujeron los gobiernos de la derecha neoliberal. Hicieron (hacen) gárgaras con la democracia liberal y la agenda de derechos sin atreverse a tocar las relaciones de propiedad ni la acumulación de riqueza.

Desde el Pacto del Club Naval en 1985 quedaron comprometidos con la impunidad del terrorismo de Estado, investigaron muy poquito, lo suficiente para conformar a sus más fieles feligreses. Sus mayorías electorales les permitía gobernar a lo Salvador Allende, pero no quisieron saltar la valla y gobernaron a lo Batlle, reformismo de principios del siglo XX, de neto carácter burgués. Resultado: el Frente Amplio perdió las elecciones ante una coalición multireaccionaria, cultora de la fe neoliberal, integrada por mayordomos de los centros mundiales del capitalismo, por operadores del Departamento de Estado y por el novísimo partido militar.

La aristocracia financiera propietaria del mundo, cuyos apetitos provocaron el terremoto financiero que venían registrando todos los sismógrafos, aprovechó el temporal y responsabilizó al coronavirus de la recesión y de todas las plagas que azotan la humanidad. Además, como necesitan que el salario pague sin protestar la recomposición de la reproducción ampliada y de la tasa de ganancias, emplean la peste para amedrentar a las masas, siembran semillas de espanto y de “distancia social”, acostumbran la gente a dejarse “organizar” desde arriba y, en fin, a estar vigilada con medios electrónicos y presencia policial. Es la vaselina ideológica liberal que siempre precede la instalación de la violencia institucionalizada, la excusa perfecta para avanzar hacia la sociedad bajo control. Cuando el modo pacífico de dominación deja de servirles, salen a luz el palo, la reja y la bala, los recursos últimos de la democracia liberal y representativa.

Hay otro tipo de vaselina, más sutil: “al coronavirus lo venceremos entre todos”, que convoca unirse para la salvación nacional, por encima de las clases sociales y de las definiciones ideológicas, un nuevo pacto de la Moncloa o la Concertación Nacional que fracasó en el Uruguay de 1985. Es la vieja canción socialdemócrata entonada por los diversos progresismos de América del Sur con idéntica finalidad: arrastrar al electorado al trampero y dejar la sociedad tal como está.
Sin embargo, liberales y progresistas olvidan que las últimas grandes catástrofes de la historia produjeron las grandes revoluciones sociales. La primera guerra mundial cosechó la revolución rusa de 1917 y la tentativa de 1918 en Alemania, mientras que la segunda abrió las puertas a la Revolución en China y luego las de Corea y Vietnam. Hasta en los períodos de resignación y sometimiento pacífico, las tradiciones de lucha y rebeldía popular continúan recorriendo los subterráneos de la consciencia y, cada tanto, espontáneamente, emergen hechos que traducen esa capacidad potencial para organizar su propio poder (ocupación de tierras en Santa Catalina, decenas de ollas populares por todo el país). Un buen día, los pueblos ganarán calles y plazas como hizo el chileno, luego de 30 años de ficción democrática. La vía pacífica de opresión siempre acaba en “la más hortera de todas las guerras”, vaticinaba Luis Eduardo Aute.

Luego de esta catástrofe del coronavirus, la historia puede ser conducida hacia uno u otro rumbo: recomposición del capital o revolución social, socialismo o barbarie.

Dependerá de la voluntad de centenas de miles de pequeñas mujeres y pequeños hombres, de su responsabilidad social y de que comprendan la necesidad de hacer su revolución, de cómo se den maña para movilizarse masivamente y de cómo asuman un propósito netamente anticapitalista. Los pueblos, esas multitudes indignadas, son las que determinarán cómo y por dónde se escribirá la historia de las insurgencias del siglo XXI, sin su independiente y activo protagonismo, todo se reducirá a remedar las tragedias del siglo XX.

Los pueblos han aprendido a organizar directamente su contra violencia, a no delegar su responsabilidad política en aparatos que terminan sufriendo las mismas las enfermedades que todos los que monopolizan la política y el uso de las armas. Sin embargo, en el incendio también será esencial una primera línea, la de los militantes organizados, los que, bajo el aguacero del triunfalismo burgués, han sabido mantener encendidas las brasas de la insurgencia y del poder popular. En todo caso, será una rebelión inteligente, con la militancia tomando forma de masas y las masas haciéndose militantes, la insurrección de una retaguardia indistinguible de la vanguardia, todas y todos iguales.

Jorge Zabalza
 (11 de abril de 2020, Día de la Identidad Indígena y de la Nación Charrúa













jueves, 2 de abril de 2020

La tentación insurgente




A Juan Siola y Alvear Leal


Hollywood y Netflix lo venían anticipando: a la vuelta de la esquina acechaba el apocalipsis de las pandemias. Ahora, cuando los augurios se volvieron hechos reales, la parafernalia mediática convirtió el COVID-19 en motor de la histeria colectiva, otro hecho real. El susto es el combustible que impulsa una nueva concentración y centralización del capital, instrumento de la recomposición de la reproducción ampliada. COVID-19 ocupa el lugar del cuco que dejó vacío Bin Laden.

Como no puede crecer y desarrollarse sin crear sus propios sepultureros, el capitalismo dio origen a condiciones que ampararon la pandemia. Una vez instalada la peste, se disparó la crisis que se venía cocinado hace rato. El COVID-19 es consecuencia del capitalismo siglo XXI, no es la causa ni el responsable de la recesión y el desastre financiero. Aun propulsando la campaña del miedo, las clases dominantes debieron encender una luz de esperanza: de la crisis se sale “salvando la cadena de pagos”, consigna que debe leerse “salvar la cadena de acreedores”, pues el objetivo indirecto del salvataje son los bancos y los prestamistas de la deuda externa, la aristocracia financiera, en una palabra. La ensalada la aderezaron con amenazas truculentas: si se deja de pagar desaparece la humanidad o se cae en el caos o, lo que es peor aún, en manos de la anarquía y el marxismo.

Esta guerra la ganaremos entre todas y todos dice la propaganda, unidos los pobres con los ricos, los explotados y los explotadores, frenteamplistas y fascistas, una reedición de la fracasada “concertación nacional” de 1985. El carácter patriótico justifica la “economía de guerra” donde todas y todos se sacrifican para salvar el sistema que los jode. Es la bandera de la “salvación nacional”, la que arrastró pueblos enteros a morir en las trincheras de la primera guerra mundial. Sin embargo, mientras sea capitalista la patria no podrá ser ni para todos ni para todas, pero el anzuelo brilla en el agua y los peces quedan enganchados.

Mientras muchos imaginábamos el recurso a la mano dura, pero, sorpresivamente, el gobierno del Uruguay apela a la consciencia y a exhortar como método. Una línea bien diferente a las de Macri y Bolsonaro. Los dirigentes frenteamplistas contemplan, azorados, como Lacalle Pou se apropia del melifluo poema político mujiquista/astorista. En definitiva, las medidas que se han tomado para enfrentar la pandemia no difieren demasiado de las que podría haber implementado un gobierno del Frente Amplio en las mismas circunstancias. El asistencialismo social marcaba la diferencia entre el neoliberalismo del trío Tabaré-Mujica-Astori y el más crudo y explícito que propone la coalición multi reaccionaria. El nuevo discurso de Lacalle dejó muy mal parados a los dirigentes frenteamplistas, cada vez es más difícil encontrar las siete diferencias. Ser “oposición responsable” equivale a organizar el repliegue.

El gobierno aprovechó los sentimientos generalizados de solidaridad despertados por la pandemia y expropió por la fuerza a los funcionarios públicos con mayor nivel de ingresos. La creación del fondo coronavirus ha conquistado las simpatías de la población que no confía en los empleados estatales. La medida instala en la sociedad el concepto de que, con determinados fines y en determinadas circunstancias, se justifica la “solidaridad forzosa”. Este hecho entraña cierto peligro, puede ser mal entendido, permite imaginar otras expropiaciones forzosas y otras formas de cubrir las necesidades de los pobres.

Como su aparato estatal y partidario hiper centralizado ha sido exitoso, el ejemplo de China se esgrime para justificar cuarentenas obligatorias, distanciamientos sociales y detenciones de los transgresores. Los gobiernos liberales de occidente han sacado policías y soldados a la calle y a las carreteras, para recomendar el encierro es cierto, pero también para vigilar y castigar a los transgresores y la gente se va acostumbrando…

Viktor Orban, presidente de extrema derecha de Hungría, se ha hecho otorgar poderes casi ilimitados para combatir al coronavirus. Históricamente los períodos de recomposición del capital condujeron a regímenes autoritarios y dictaduras como las de los años 70. Nadie puede afirmar cómo será el mundo que dejará la pandemia, pero, sin embargo, no es descabellado sospechar que florecerán formas e instituciones de control policial e informático … ¡con consentimiento de la población asustada por su seguridad sanitaria!

¿Dejaremos que la aristocracia financiera nos siga arrastrando hacia nuevas catástrofes, llámense pandemias, guerras al por mayor o desastres ambientales? ¿Permitiremos que se nos impongan regímenes autoritarios de toda laya? Hay formas muy diferentes al orden burgués y patriarcal, ¿no será momento de pensar en desarticular lo que ha fracasado y transformarlo en otro orden, en uno para redimir a las víctimas del capitalismo?

Un orden con mujeres y hombres iguales entre sí, portadores de sentimientos e ideas de responsabilidad social, solidaridad y altruismo; que hayan desechado el paradigma de la competencia y el escalar a cualquier precio; que sean capaces de construir formas de producir basadas en la cooperación y la propiedad social.

Un orden con relaciones políticas basadas en el respeto entre iguales; que asegure la participación de todas y todos en las decisiones que atañen al conjunto de la sociedad, donde el pueblo ejerza directamente su poder. ¿No está suficientemente claro que la democracia liberal no está hecha para transformar la sociedad sino para perpetuar el reinado del capital? ¿No habrá que escapar del Palacio Legislativo para dar la batalla de ideas luchando en la calle, por Verdad y Justicia, por la igualdad de género, por el respeto a la naturaleza? ¿No habrá que salirse del marco de un Estado de Derecho que creó la burguesía para someter y dominar las fuerzas populares? ¿No será momento de la insurgencia en las ideas? ¿No habrá que comenzar a entender mejor los mensajes de Ernesto Guevara y Raúl Sendic Antonaccio?

Por Jorge Zabalza