UNO: En 1971 el Frente Amplio nació con una imagen de transformador revolucionario de la sociedad. Claro, por supuesto, esa apariencia no condecía con los acuerdos entre partidos y personalidades políticas que le dieron origen, cuyo propósito se limitaba a la búsqueda de una salida pacífica a la guerra civil que se veía venir, a canalizarla hacia la contienda electoral
En cambio, en el imaginario popular el Frente Amplio era otra cosa. La gente lo sintió como un tránsito hacia un país socialista. Esa fue la imagen revolucionaria que arraigó en el corazón del pueblo y la base espiritual que permitió sobrevivir las persecuciones, las cárceles y el silencio forzoso durante la dictadura militar.
El Frente, entonces, nació pautado por las contradicciones entre esas dos visiones bien diferentes que desde 1971 coexistieron más o menos pacíficamente. El vértice proponiendo un canal electoral a la lucha social y a sus expresiones armadas, y en las bases que organizaron los Comités, predominio del sentimiento “revolución a la vuelta de la esquina”. Ambas estrategias tal vez tuvieron su choque más evidente cuando Seregni y el PDC se opusieron a la realización del Encuentro de Comités de Base en 1972.
Al final de la dictadura, el imaginario revolucionario de las bases populares se concretó en la reorganización del Frente Amplio, y en una acción política decisiva para que los militares se retiraran a los cuarteles. La enorme mayoría de la militancia frenteamplista de los 80 imaginaba estar participando en un proceso que caminaba hacia el Uruguay Socialista. Nadie se hubiera atrevido a sostener la necesidad de recrear aquel Uruguay Batllista que el pachecato desplomó en los ’70.
DOS: El inesperado NO del 30 de noviembre del 80, la reorganización del movimiento sindical, la movilización del FUCVAM y los inicios de la lucha por los Derechos Humanos, fueron los primeros síntomas que presagiaban la radicalización de la lucha contra los militares de la tiranía. El Primero de Mayo de 1983, el paro cívico del 18 de enero y la represión de la Plaza de los Bomberos volvieron certeza el presagio. La resistencia del abajo comenzaba a hinchar el lomo.
Esa rebelión en ciernes acompañó la marcha triunfal de las revoluciones populares en Centroamérica y el crecimiento de la izquierda electoral en el resto del continente. Como al parecer las dictaduras favorecían el surgimiento de resistencias populares sonó la alarma en Washington. Los EEUU decidieron sacarlas de la troya antes que las rebeldías se hicieran movimientos revolucionarios.
Por otra parte, la dictadura ya había cumplido su objetivo principal. En doce años la participación del pueblo trabajador en la “torta” (Producto Bruto Interno) había sido reducida del 40 al 20%. Un atropello muy violento protegido por los militares. El robo escandaloso al bolsillo del trabajo fue la razón profunda de las desapariciones, asesinatos y torturas bestiales.
El poder económico y político consintió en la reconstrucción de los vértices partidarios y el sistema democrático republicano como reemplazo pacífico de la dictadura violenta. Bajo ese alero se da la “salida a la uruguaya”, pactada en el Club Naval entre Seregni, Sanguinetti y los militares. Garantía política de la impunidad del terrorismo de Estado y de los buenos negocios.
El movimiento prácticamente espontáneo de masas, base social de la victoria sobre la dictadura, fue encorsetado en un movimiento electoral. Así comenzó en los ‘80 el proceso de metamorfosis que transforma la izquierda frenteamplista de ayer en el batllismo progresista de hoy.
La izquierda electoral creó expectativas desmedidas en la primaveral democracia parlamentaria. Parecía la panacea que todo lo resolvería. Sin embargo, el imperio y la clase dominante la utilizaron para aplicar sin piedad el mismo modelo de la dictadura, exclusión social y control de la resistencia. La legalidad que permitieron, en realidad, apenas sirvió como consuelo de las víctimas del robo y de los crímenes. No era para restituir las libertades esenciales sino para tutelarlas.
Pacto del Club Naval, Concertación Nacional Programática y gobernabilidad, las primeras sombras oscureciendo los cielos tricolores.
TRES: La democracia tutelada no vino acompañada de la redistribución del ingreso que caracterizó al Uruguay Batllista. Los demagogos blancos y colorados solamente repartieron sonrisas y abrazos. Con ello les bastó. No necesitaron represiones feroces para imponer el modelo neoliberal y la tutela militar..
La clave de su éxito se respaldó en el nuevo papel de amortiguador asumido por la conducción del Frente Amplio, única fuerza política capaz de hacer que el pueblo trabajador confiara en el sistema democrático burgués.
Al abandonar las filas de los partidos tradicionales, la gente fue dando pasos adelante, pero al mismo tiempo, insensiblemente, por afuera de lo consciente, fue desapareciendo el imaginario que hacía del Frente Amplio una herramienta anticapitalista y antiimperialista.
Este retroceso, el “centrazo” como lo denominaba el Senador Huidobro, fue especialmente notorio en el cambio de subjetividad de la militancia comunista, socialista y tupamara, hasta hacerla aceptar totalmente las reglas de juego y la cultura de la democracia burguesa.
Toda la ganancia en consciencia del ciclo de rebelión y dictadura de los ’70, comenzó a perderse en los pasillos del parlamento y de las instituciones. La movilización combativa de la generación del ’83 fue siendo sepultada en hielo y sus fuegos fueron apagados por bomberos hasta ese momento insospechados de tales.
Con el tiempo, los principales referentes del comunismo y la guerrilla tupamara se hicieron propagandistas de las ideas de transa y pacto social. Se perdió claridad en la identificación del enemigo de clase.
No al neoliberalismo fue la consigna electoral de los ‘90, pero se hizo desaparecer del escenario a la oligarquía y el imperialismo que son su sustento social y, por consiguiente, se abrieron puertas a todo tipo de acuerdos, conciliaciones o pactos sociales. La idea fuerza es desarrollar un “capitalismo en serio”, con burgueses más solidarios y fraternales, como vía hacia la sociedad socialista. Esta mosqueta ideológica es el colmo de los contrasentidos.
En el Frente se instaló una ideología muy diferente a la que cobijó su fundación. Aquella era la cosmovisión de los condenados de la tierra, una óptica en rojo y negro, mientras que ésta es la fantasía rosadita de creyentes en un “mundo feliz”, donde no existen la dependencia ni la explotación imperialista, ni los antagonismos entre el pueblo y la oligarquía, ni la violencia escondida en cuarteles y comisarías, ni la patria financiera especulando en la Ciudad Vieja.
De hecho fundaron un nuevo Frente Amplio, un instrumento político que, en los hechos, termina siendo herramienta política de los dueños de todo.
CUATRO: Cifras plagiadas de un artículo del economista tupamaro William Yohai y que ayudan a pensar: A) En el quinquenio 2003-2007 creció un 37% el ingreso que correspondería a cada uruguayo si se repartiera equitativamente lo producido por este país ya productivo. Pero los promedios suelen esconder injusticias: en realidad el poder adquisitivo de los asalariados (salario real) se mantuvo sin cambios durante el quinquenio y los trabajadores no vieron nada de ese 37% que le corresponde según las estadísticas del gobierno.
B) Recordemos que la dictadura redujo violentamente al 20% esa parte del pueblo y que, cuando arrancó el nuevo siglo (1999/2000) la lucha de los trabajadores había logrado que su pedacito de torta creciera a un 30% del PBI. Pero, paradójicamente, en el 2005 la parte del pueblo trabajador en el reparto de la torta disminuyó 1.600 millones de dólares. En el 2006, volvió a decrecer en 1.860 millones de dólares y en el 2007 bajó todavía más: 2.160 millones de dólares. O sea que, en tres años de Astori, Mujica y Vázquez el pueblo volvió a perder torta. Se regresó al 20% de la dictadura militar.
¿Adónde va lo que se roba de la mesa del trabajador? Seguramente se lo llevó el 20% más rico de uruguayos, que Gargano estima en unas 2.500 familias después del cambio producido en su discurso por el patadón recibido.
¿Cómo se calibra esto a la hora de valorar la gestión del gobierno? Y la preguntita inquietante… ¿el progresismo está protegiendo el robo que los ladrones dueños del poder económico hacen al pueblo trabajador?
CINCO: El Frente Amplio nacido de las entrañas del pueblo con un imaginario revolucionario es la luz que ilumina sus 37 años de historia y su voluntad de cambio, expresada en las elecciones del 2004, define la coyuntura.
El Frente Amplio de las sombras, de los que oponían a la multiplicación de los comités de base en 1971, de los que firmaron con sangre ajena el pacto del Club Naval, está prohijando un gobierno que tolera (para ser prudente en el calificativo) que el capital robe al pueblo trabajador.
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