lunes, 12 de septiembre de 2011

Sucedió un 11 de septiembre y Nudo de recuerdos

Sucedió un 11 de septiembre



El atentado a las torres gemelas fue un suceso que estremeció al mundo, hubieron muchas víctimas, pero no nos olvidemos de los demás acontecimientos que acaecieron el 11 de septiembre en distintos años.

Escribo esto porque ese atentado pasó a ser el hecho distintivo de esa fecha, el que más se recuerda, del que más se escribe y habla sin haber sido el único acontecimiento importante, ni el que cobró más víctimas. Esto me lleva a hacer la siguiente pregunta: ¿Por qué nos comportamos como si los yankees tuvieran la prioridad y el monopolio sobre el dolor? Justamente ellos, que son los causantes de tanta masacre y tanta muerte, ellos que han utilizado todas las excusas para reprimir, para atacar, para invadir e intervenir en los asuntos políticos de otros países, ellos son los que tienen más derecho a recordar y llorar a sus muertos, poseedores del dolor del que la prensa hace eco a nivel mundial. ¿En qué fecha se recuerdan todos los muertos directos e indirectos que hay en el haber de los EE.UU.? Recordemos, sin ir muy lejos todos las muertes que el suceso del 11 de septiembre justificó, recordemos Irak, recordemos Afganistán y sigamos recordando a lo largo y ancho del mapa y el tiempo, vamos a encontrar mucha sangre regada por estos y otros “dueños de la verdad”.

Un 11 de septiembre del 1609 en España se da la orden de expulsión contra los musulmanes no convertidos de Valencia; este será el inicio de la expulsión de todos los musulmanes de España.

Un 11 de septiembre del 1906 Mahatma Gandhi inicia su Movimiento de No Violencia.

El 11 de septiembre de 1919 los Marinos de los EE.UU. invaden Honduras

También es en un 11 de septiembre (1941), la fecha en que en los EE. UU. Comienzan las excavaciones para la construcción del Pentágono.

En 1943, un 11 de septiembre, en Minsk y Lida, los nazis comienzan el exterminio del ghetto judío.

Durante un 11 de septiembre de 1944, la RAF bombardea la ciudad de Darmstadt matando a 11.500 civiles.

En 1965, también un 11 de septiembre, llega a Vietnam la Primera División de Caballería estadounidense, todos sabemos que pasó después.

El 11 de septiembre de1973, se da un golpe de estado en Chile, dirigido por el general en jefe del ejército Augusto Pinochet que derroca al gobierno socialista del presidente Salvador Allende que se suicida ese mismo día. Se da inicio a un régimen militar que duraría diecisiete años.

Año 1978, un 11 de septiembre, Jimmy Carter (presidente de EE. UU)., Saddat (presidente de Egipto), y Begin (primer ministro de Israel) se encuentran en Camp David y acuerdan un marco para la paz entre Israel y Egipto y una paz extensa en Oriente Medio, paradójicamente un 11 de septiembre, cuatro años después, las fuerzas internacionales que estaban garantizando la seguridad de los refugiados palestinos, abandonan Líbano tras la invasión por parte de Israel. Cinco días después, varios miles de refugiados son masacrados en los campos de refugiados de masacre de Sabrá y Chatila por falangistas cristianos maronitas.

Recién el 11 de septiembre del 2001 en EE. UU., suceden los atentados en las Torres Gemelas (en Nueva York), al Pentágono (en Washington) y a un avión (en Somerset, Pensilvania). Casi 3000 personas fallecen, y el grupo Al Qaeda (encabezado por Osama bin Laden), es señalado como el presunto autor de dichos ataques. Desde entonces se comenzó a perseguir y a aterrorizar a los musulmanes en EE.UU. y en otros países

Un 11 de septiembre del 2005 el Estado de Israel declara oficialmente su intención de dejar el disputado territorio de la Franja de Gaza después de 38 años de ocupación, cosa que no sucede.

Hace solo 3 años, un 11 de septiembre del 2008 en Porvenir (departamento de Pando, Bolivia) se lleva a cabo la masacre de Porvenir, con 18 campesinos muertos y 30 desaparecidos.

Solamente nombro algunos de los sucesos que acontecieron en esa fecha, considero injusto que EE.UU. monopolice el 11 de septiembre hasta tal punto que llegamos a identificar erróneamente el atentado a las Torre Gemelas como el hecho más importante.


Veronika Engler (11 de septiembre del 2011)


11 de septiembre, nudo de recuerdos 
por Jorge Zabalza



Los bastones golpeaban rítmicamente las barandas del segundo piso, resonaban las botas que corrían sin ton ni son al grito de los oficiales, ruidos de puertas de metal golpeadas cada vez que sacaban a uno de nosotros en el segundo piso. El aquelarre, todas las brujos sueltos y excitados. Todos sabíamos el batuque tenía olor a “flauteo”, es decir, traslado de presos con destino desconocido. Con el susto se aceleraron mis reflejos, tiré de inmediato un montón de hojillas de fumar al “biorse” y guardé las más importante entre las gasas del vendaje purulento que mal taqpaba la herida del vientre. Por si me tocaba, me puse dos calzoncillos largos, tres camisetas de punto, un rompevientos, tres pares de medias y, por arriba de todo eso, el mameluco gris con su “070” y el distintivo rojo.

Cuando llegó mi turno, me levantaron de los sobacos y me sacaron en el aire, dolía la putna del bastón clavado en las costillas, bajamos la escalera rebotando contra las paredes, me encapucharon y ataron las manos atrás, a la cintura y a los tobillos. Finalmente me arrojaron como una bolsa de papas en la caja de una camioneta cerrada. ¿Será por lo de Cuba, que no había saltado? ¿O descubrieron el proyecto de fuga en helicóptero, que habíamos logrado enviar a los compañeros?. El pulso acelerado, la cabeza giraba a mil por hora en un torbellino de preguntas y respuestas imaginarias. Apenas empezó a andar el vehículo, pedí que me aflojaran las esposas... tanteo para saber cuán caldeado estaba el ambiente. El puñetazo conque respondieron al pedido quería decir el horno no está para bollos. Sin embargo, algún resultado obtuve porque después de oír mi voz, el Bebe pidió para ir al baño y Marenales se quejó de que le dolía el lumbago. Así fue que los tres nos enteramos de quienes éramos los tripulantes forzosos de la camioneta, claro que no sabíamos que estábamos constituyendo un trío que duraría más de una década de verduguismo.

Algunas peripecias después la camionetas llegó a destino y frenó de golpe para golpearnos bien, nos bajaron de un tirón y, aprovechando el envión, nos lanzaron escaleras abajo hasta el fondo del pozo, sin piedad. Las perspectivas eran bien poco halagüeñas. Al despertar sin capucha descubrí el brocal de un aljibe pero, ¡oh sorpresa!, lo estaba viendo desde adentro. Paredes antiquísimas de ladrillos enormes asentados en barro, piso de portland lustrado recién hecho, una guardia ubicada en una especie de estrado instalado al pie de la escalera y protegido por un tejido de alambre. El gallinero de la guardia estaba en medio de los otros tres recuadros de tejido de alambre que albergaban nuestra miseria. El paso de las horas me enseñó que se podía sortear vigilancia tan estrictia, pues desde una esquina del mío, podía ver a Marenales sin que los milicos se dieran cuenta, al tiempo que ,desde otra de ellas, podía hacerlo con Raúl. Después de acumuladas horas y horas de ocio fozoso, terminamos armando un sistema de comunicaciones con el alfabeto sordomudo.

La mañana del 12 de setiembre de 1973, el sargento que estaba de guardia desplegó un ejemplar del “EL PAÍS” de Montevideo, cuya tapa recibía a cinco columnas la muerte de Salvador Allende y el golpe de Pinochet, eso sí, el diario festejaba el crimen de los gorilas chilenos en nombre de la democracia liberal y de la paz política. No sé si por descuido o qué Marenales alcanzó a leer el titular del diario. Ni lerdo ni perezoso el Viejo Julio me pasó la noticia , que de inmediato transmití a Raúl. No nos alcanzaban los dedos para comunicarnos, llenamos la mañana con nuestros comentarios.

Al atardecer, un grupo de sobretodos verdes apareció en la escalinata del aljibe y descendió hasta nosotros. El jefe del batallón, teniente coronel Curuchet,¨nos miraba con severidad. Lo mismo hizo el comandante de la Base Aérea Militar de Durazno cuyo nombre he olvidado. El desfile lo encabezaba el general Zubía, jefe la División de Ejército II y responsable directo de nuestro “flauteo” desde el Establecimiento Militar de Reclusión No. 1 (Penal de Libertad) y. Por consiguiente, del régimen de tortura continuada a que nos sometieron durante los once años de aislamiento en los calabozos cuarteleros. Los jefazos venían a darnos oficialmente la buena nueva de Chile, nos informaron que gracias al golpe nos libraríamos de pasar años en tortura de baja intensidad, pues los sucesos chilenos eran buena ocasión para fusilar a los rehenes uruguayos. Nos ejecutarían apenas llegara a Durazno la orden que estaba en el despacho de Bordaberry (no de Pedro, sino de su padre) y que venía rodando cuesta abajo por la estrcutura de mando. Estábamos ante el polluelo del Cóndor, una demostración de la sintonía ideológica entre los gorilas del Cono Sur, los tres quedaríamos ligados a la masacre del pueblo chileno y al recuerdo de Salvador Allende.

La batalla perdida en Chile el 11 de setiembre de 1973 fue un punto culminante de la historia del terrorismo de Estado, la derrota a manos del fascismo más puro y duro sufrida por el pueblo en mejores condiciones de continuar el ciclo revolucionario de los sesenta inciado por los guerrilleros cubanos. Habría que esperar veinte años para que el sandinismo, al tomar el poder en Nicaragua, reactivara las expectativas de los revolucionarios de América Latina. Está demostrado que la caída del gobierno de Allende tenía una importancia estratégica para los EEUU en su fría guerra con la URSS , y que fue financiado y coordinado desde el Pentágono y el Departamento de Estado que dirigía Henry Kissinger, mano derecha del presidente Nixon. Los 11 de setiembre debería ser la fecha en que los pueblos de América Latina recuerdan las matanzas de que fueron víctimas por parte del Estado más genocida del universo, desde el robo del territorio californiano a Méjico en el siglo XIX al golpe de Estado en Honduras hace pocos meses.

martes, 6 de septiembre de 2011

La gran fuga y el doble poder

Jorge Zabalza,  6 de setiembre 2011


La mañana del 30 de mayo de 1970, el Penal de Punta Carretas amaneció alborotado:  sin efectuar un sólo disparo el MLN(T) se había llevado todas las armas del Centro de Instrucción de la Marina. Las puertas de las celdas fueron dejadas a media tranca, las burlas y los gritos triunfales transmitían la noticia  de celda en celda y, poco más tarde, en el patio de recreo los presos políticos hicieron gimnasia todos juntos. Con el fin de disimular la fuerza real que representaban, habitualmente la preparación física se hacía por columna, cada día dos de las seis en que estaban organizados los tupamaros, cada cual con su cronograma de ejercicios físicos, deportes, cursos técnicos y formación política.
Esa mañana del 30 de mayo, los falsos pudores se quemaron en la hoguera del triunfalismo. Encabezados por Pedro Dubra y el Canario Long, doscientos revolucionarios formados  de a cuatro en fondo, trotaron en una larga fila alrededor de la cancha de fútbol. La voz aflautada del Canario gritaba “izquier!” y doscientas suelas golpeaban al unísono el piso de balasto, resonando en los muros como un sólo golpe, seco, tremendo, que hacía temblar los cimientos del presidio. Los  viejos retirados militares que formaban la Guardia Blanca y vigilaban desde lo alto del muro,  cargaron sus carabinas maúseres por las dudas. Allá en al patio vaían un ejército de revolucionarios, un verdadero ejército acuartelado en el Penal de Punta Carretas.
Hubieron más de veinte planes de fuga en discusión. Estaba aquél que tanto gustaba a Jorge Manera Lluveras: dos de nuestros más atléticos compañeros (posiblemente Pedro y el Canario) se escondían en los baños,esperaban el momento exacto en que los dos guardias estuvieran alejados del punto de ataque, escalaban el portón del corredor 23, uno subía a hombros del otro y con dos palos de escoba atados, colgaba un gancho y una escala de cuerda de la baranda donde se apoyaban los guardias, trepaban hasta lo alto a fuerza de brazo  y los reducían con revólveres de un tiro (de fabricación casera, invento del Inge). El resto treparíamos por la escala y bajaríamos hasta la calle descolgándonos por cuerdas los ocho metros de altura. Estaba pensado saltar a un camion cargado con colchones para acelerar la bajada. Se daba por descontado que el fuego de los compañeros de afuera cubriría la “descolgada”, para que la guardia no hiciera blanco en los fugados.  
A mí me gustaba el proyecto de entrar un par de metras, reducir los guardias en la “tercera”, de mañana temprano al repartirse el café, tomar el “centro uno”, abrir los portones que daban a la calle Ellauri (no era difícil obtener sus llaves) y salir en tropel rumbo a la ciudad y la libertad.
En conversaciones con el “Diente” Rosa, cuya comisión era lavar la ropa blanca del hospital, Juancito Almiratti descubrió la posibilidad de irse por un túnel exacavado desde la cloaca hacia el sótano. Se tomaba el hospital y nos íbamos chiflando bajito. La operación la bautizamos “Gallo” y fracasó cuando se intentó llevar cabo.
La realización de una fuga  estaba en el aire, creo que hasta los guardias daban por descontado que los tupas se iban a fugar en algún momento. Era un hecho virtual, faltaba concretarlo.  La fuga de los tupamaros era la consecuencia necesaria de la situación de doble poder, cuya base política estaba en el accionar guerrillero y, en particular, el asalto al cuartel de la Marina,  pero que en Punta Carretas alcanzaba una expresión muy clara.
Cada guardia de Punta Carretas estaba sujeto a la influencia de los dos poderes, el del aparato del Estado, que pagaba su sueldo y representaba la posibilidad de la represión policial, y el del aparato guerrillero, que en el penal ejercía una influencia muy concreta, mano a mano, que el guardia no podía desconocer de ninguna manera.  Por un lado, el hombre era sensible al discurso antisubversivo del pachacato, convalidado por el consentimiento de la mayor parte del electorado y reafirmado cotidianamente por los medios de comunicación, pero por el otro, no podía desconocer la justicia de la causa que impulsó al movimiento tupamaro para tomar la armas. En la disyuntiva y la contradcción entre los dos poderes, el guardia a veces, pocas veces, cumplía con su triste oficio, y en otras, las más de las veces, hacía la vista gorda y no se metía en líos. No era moco de pavo estar identificado por quienes habían ejecutado al Comisario Morán Charquero.
El flaco Melián y Juancito Almirattti coordinaban las relaciones políticas con la población carcelaria, un arte en el que verdaderamente se debía hilar muy finito y en el cual jugaba un importasnte papel la solidaridad concreta: la mitad de las vituallas que entraban a los presos políticos pasaban a los presos sociales a través del “almacén” que administraban Arturo Dubra y el Indio Yamandú Rodríguez Olariaga.  En la semana de turismo de 1971 el MLN(T) impartió cursos a los presos sociales que lo deseaban: historia nacional, economía política (lo dió Raúl Sendic), historia del movimiento sindical, la revolución cubana, etc. Sin esa base social favorable la fuga no habría sido posible; desde los planos del penal y los alrededores hasta el uso clandestino del teléfono (no había celulares ni facebook en aquellos tiempos), desde contar con información exacta sobre lo que pensaban y hacían las autoridades carcelarias hasta la posibilidad de entrar o sacar cualquier objeto, todo dependía de las simpatías y el apoyo de la población carcelaria. Y, como si eso fuera poco, solamente gracias a la incorporación de Arión Salazar se pudo excavar el túnel desde su celda en el primer piso, la más cercana al muro de la calle García Cortinas.   
Con los secuestros de Mitrione, Dias Gomide y Fly,  el MLN (T) apareció administrando la justicia popular, en un ejercicio puro de contrapoder, planteando canjear los prisioneros de Punta Carretas y Cabildo por los prisioneros de la Cárcel del Pueblo, de igual a igual. En aquella semana de agosto de 1970  tuvo lugar una pulseada histórica entre el régimen y el movimiento guerrillero. Pacheco se mantenía en sus trece, no quería negociar con subversivos,  pero las presiones para ceder y salvar la vida de los secuestrados era mucha. La caída del Comité Ejecutivo en el allanamiento de la calle Almería, sobretodo por el apresamiento de Raúl Sendic, resolvió la pulseada en favor del pachecato. La suerte (o el trabajo de inteligencia) pareció inclinar la balanza del poder en favor del aparato del Estado.
Sin embargo, durante esos meses en que el MLN(T) pareció haber sido noquedao, la lucha popular siguió cuenstionando el poder del pachecato. Con sus diversas formas de movilización, los sindicatos, las organizaciones vecinales y los gremios estudiantiles iban desarrollando en los hechos y desde las bases una red de poder independiente del régimen y que apuntaba contra el sistema. Sobre esas experiecnia populares de lucha y resistencia frutificaron las gestiones que conformaron el acuerdo partidario “Frente Amplio”. En diciembre de 1970 el MLN(T) declaró su apoyo crítico a la nueva opción electoral y suspendió unilaterlamente las acciones militares para no obstaculizar su desarrollo como movimiento organizado  en Comités de Base. Al influjo de las noticias del mundo exterior, los presos de Punta Carretas sintieron la imperiosa urgencia por conquistar la libertad para integrarse a la lucha revolucionaria,  de ahí que fueran desempolvados los planes de fuga que habían sido archivados cuando el entusiasmo del canje. El movimiento tupamaro trabajó denodadamente por la fuga de los presos políticos, dentro de la cárcel y fuera de ella. No podemos olvidar las largas horas de los compañeros excavando el túnel apodado el Mangangá para llegar al subsuelo del Penal desde un apartamento ubicado a cuatrocierntos metros de  distancia.
La historia del Abuso ha sido relatada en varias versiones. Hoy hace cuarenta años que Joaquín Schroeder tendió su brazo para ayudarme a salir por la boca del túnel. También hoy cumpliría noventa años Andrés Cultelli.
Los presos salimos con los planes “hipopótamo” y “del 72” en el bolsillo y en la cabeza. Salimos a trabajar empeñosamente construyendo tatuceras en el Collar y en el Tatú, a conectar berretines con las cloacaas en las cloacas, a armar milicias con  la columna 70, a desarrollar el aparato militar hasta sus últimas consecuencias. El contrapoder guerrillero fue el imaginario que nos predispuso a tomar Soca y la comisaría de Camino Repetto, a declarar la guerra en Paysandú y a las jornadas del 14 de abril y del 18 de mayo de 1972.  El MLN(T) no se quedó sin estrategia sino que implementó una equivocada:  desarrollar el aparato guerrillero hasta dejarlo en condiciones de tomar Montevideo como el 8 de octubre dev 1969 se había tomado Pando.  La gran fuga fue la apoteosis de la concepción del doble poder, la confirmación por la práctica de que era posible instaurar un poder guerrillero contrapuesto al poder del aparato represivo.
Las anteojeras que nos colocó el doble poder no nos permitieron ver la concepción qué entrañaban las movilizaciones populares de base en los barrios, los sindicatos de la tendencia combativa y los gremios estudiantiles donde crecían la ROE y los FER. Se pensó la insurrección como tarea del aparato guerrillero desarrollado en una telaraña que llegara “hasta el pueblo”, pero no se pudo imaginar la insurrección como tarea del pueblo organizado autónomamente y armado hasta los dientes. No percibimos ni discutimos ni elaboramos la insurrección en el marco del poder popular y ese error de concepción nos llevó a morir en la batalla “aparato contra aparato”. 




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jorge zabalza