jueves, 11 de marzo de 2010

Mensaje al horizonte revolucionario

Carnaval electoral…se excita el interés político.

Son muy especiales estas elecciones 2009: las primeras tras la clara voluntad de cambio expresada en el 2004 y frustrada en tan sólo cinco años…¿para qué votar un cambio si después todo sigue igual?

Para “recuperar” desilusionados aparece la nueva tesis: en este primer período predominó la socialdemocracia, votemos una lista mejor para la próxima, otro “iluminado” que prometa socialismo y luego se abrace con culebras yanquis, latifundistas y multinacionales. Como si el socialismo se lograra juntando votos y conquistando colinas en el parlamento…

Otra vez a discutir candidatos y programas, a caer en las mismas trampas cazavotos de siempre, sacar a los “malos” para poner a los “buenos”, que ahora sí van a cambiar la cosa…¿nunca se agotará la capacidad para el autoengaño?

Los militantes no tienen porqué entrar en ese corral de ramas... es viejo y sabido que la democracia representativa sobrevive gracias al fraude ideológico repetido cada cinco años, gracias a la estafa demagógica que obtiene consentimiento con promesas que nadie cumple.

Hay que hincarle el diente al problema real: esta democracia tan poco democrática no puede resolver los problemas de un pueblo de pobres…no puede alcanzar la justicia social, redistribuyendo suficientemente la riqueza, simplemente porque su rol es proteger los buenos negocios de los dueños del poder económico.

El jueves 27 de marzo de 2008, a las 19:30 horas, en el teatro de AEBU se abrirá una discusión sobre las cuestiones de fondo, las que hacen a una democracia realmente participativa, al traslado de poder a las organizaciones de pueblo asalariado, al trabajo de base sembrador de gérmenes de poder popular.

El destino de las luchas populares no puede ser, de ninguna manera, acumular votantes para alguna lista o candidato al parlamento, sino un camino revolucionario hacia el socialismo. Una tradición con raíces en la mejor historia del movimiento popular y que apunta a fortalecer el horizonte revolucionario en esta nueva versión de Uruguay Batllista.

Participar o no de las elecciones nacionales no es cuestión de principios, pero los militantes no tienen que perder tiempo y energías discutiendo lo novedoso del agujero del mate. En estas elecciones tan especiales, es hora de negarse a fabricar nuevas falsas esperanzas en la vía electoral o nuevos caudillos parlamentarios de “izquierda” presentados como salvadores de la patria. Un debate táctico sí, pero con enormes implicancias estratégicas en el campo de la lucha revolucionaria.

Es hora de votar por la revolución social.

Un pueblo de pobres



Vida digna es trabajo creativo y libre, decidir uno mismo en qué, cómo y cuándo empleará su fuerza de trabajo. Una alimentación sana y un tiempo para los afectos (familia, pareja, amigos); vivienda en óptimas condiciones y un tiempo para las actividades culturales y deportivas; atención adecuada de la salud y un tiempo para el desarrollo personal en lo educativo. Vida digna es vida política activa, el poder de decidir sobre su propio destino.

En el Uruguay Progresista, un millón y medio de personas (85% de los jubilados y 65% de los asalariados) viven con menos de $8.100. Su poder adquisitivo es menos de la mitad del que tenían en 1970 los asalariados y jubilados. Ni siquiera alcanza el nivel de 1998. Lo recuperado en los últimos tres años, con consejos de salarios y caridad del plan de emergencia, es una ínfima parte de lo perdido.

Un millón y medio de excluidos de la riqueza que produce este país, del crecimiento del producto bruto y las exportaciones que alcanza cifras nunca antes vistas. Marginados por estancieros, industriales y banqueros que gozan del lujo. Víctimas de los inversores extranjeros que se llevan millones de dólares de Botnia, de la forestación, de la banca extranjerizada y de los capitales blanqueados en Punta del Este.

El Uruguay Progresista ya es muy, pero muy, productivo, claro que produce para los mismos pocos de siempre. Para ese millón y medio ( 43% de la población) no hay vida digna. Son pobres.

Pobreza es su condición social, intelectual y cultural: niños que nacen en la desnutrición y el raquitismo heredado de padres y abuelos; deserción en la escuela y el liceo; cola en hospitales y mutualistas; el 11% de los montevideanos viviendo como pueden en asentamientos irregulares; juventud privada de actividades culturales y deportivas.

Pobreza es desagregación de la familia y filas en las puertas del ComPen y de Libertad, yendo a visitar a una juventud condenada al delito de origen social y la drogadicción.

Pobreza es la condición política reducida a espectador de la farándula de demagogos. Es elegir cada cinco años entre candidatos designados por los aparatos partidarios en transas no muy públicas.

Pobreza es sociedad fragmentada. Ghettos de ricos al sur de Avenida Italia y en Punta del Este. Territorios de pobres al norte y el oeste de Montevideo.

Por muy serio y humanitario que quieran presentarlo, el capitalismo sólo puede crecer expulsando cada día más trabajadores hacia la desocupación o el trabajo chatarra o precario, hacia las tercerizaciones mal pagas y en negro. Es la ley de hierro del capitalismo: las mayores ganancias se obtienen invirtiendo en tecnología moderna y disminuyendo la mano de obra empleada.

Para este pueblo de pobres no hay solución en este sistema. ¿Cómo se resolverá la crisis 2008 generada por la especulación inmobiliaria en los EEUU? ¿Quién la pagará? Asalariados y jubilados ya lo saben: una vez más caerá sobre sus espaldas el peso de la concentración y centralización de los capitales.

No es posible un capitalismo con inclusión social ni con pactos sociales. La pobreza no la resuelven un Ministerio y 250 ONGs subsidiando 300 proyectos familiares y cooperativistas y creando un cuento fantasioso en el capitalismo: los nichos de “economía social”. En uno de sus artículos en el libro publicado por el Movimiento por la Tierra, Raúl Sendic lo decía tan clarito como siempre:

“Marx vaticinó que el capitalismo crearía a su propio gran enemigo y enterrador, el

proletariado. Pero este capitalismo decadente de finales del siglo XX, está creando otro enemigo más caótico, inorgánico y agresivo, que lo acosa de continuo: los sectores marginados, que se refugian en la delincuencia. Las estadísticas demuestran que a una desocupación juvenil en ascenso, corresponde una delincuencia juvenil también en ascenso.

El sistema, la distribución desigual de los ingresos en el mismo, condena a la privación de las cosas más elementales. Simultáneamente, el sistema incita al consumo de las cosas más superfluas.

El sistema tiende un cerco sobre el peón o el pequeño productor rural y los obliga a emigrar, para hacinarse en las grandes ciudades. El sistema arroja a la desocupación a un sector en aumento de la población. Si busca defenderse con la venta callejera, el sistema lo persigue. El sistema enseña a robar y matar desde la televisión. A la delincuencia la crea una clase social, pero afecta a toda la población. Para terminar con la delincuencia hay que terminar con el sistema”.

En un volante anónimo de los tiempos de la Comuna de París, se leía: "Los burgueses son capaces de hacer todo por los pobres. Menos bajárseles de encima". Este es el fondo de la cosa. Por eso, parafraseando a Sendic decimos que para terminar con las consecuencias sociales del capitalismo, hay que “terminar con el sistema”.

La segunda independencia de América Latina



Los inmensos capitales provenientes de la producción de materias primas, acumulados por Arabia Saudita, Asia y China, están siendo los salvadores de los grandes bancos yanquis y europeos ahogados en la burbuja financiera que ellos mismos inflaron.

Ya no es la crisis malaya, el efecto “tequila” o el efecto “cachaza”. Ahora es EEUU el que esta en recesión y contagiando al resto del mundo. ¡Sálvese quién pueda! Esto es globalización.

Se está entrando en una nueva fase en la historia del capitalismo. La época del quiebre de la hegemonía económica de los EEUU y el surgimiento de la cada vez más sólida supremacía económica de los capitales asentados en China India y los países del sudoeste asiático.

¿Este hecho indica el fin del imperialismo? No. De ninguna manera. Estamos frente a un proceso de reacomodo del capitalismo. Un reajuste que terminará beneficiando, una vez más, a los gigantescos monopolios que concentran la propiedad del capital “global” y centralizan las decisiones económicas en el mundo entero.

La única industria aún radicada en los EEUU, el complejo petrolero-armamentístico, precisa de la guerra –consumidor final de sus productos- para reproducir su capital y mucho más ahora, para hacer frente al cambio de roles en el mundo. Es la razón del artillero que subyace bajo la histeria militarista del payaso Bush.

Intervención preventiva en Irán, extensión del Plan Colombia en una agresión directa a Venezuela, violencia provocada en África…una vez más la guerra es la solución de los problemas financieros en los países centrales del sistema.

Sin embargo y contradictoriamente, las agresiones a los pueblos de Afganistán, Palestina e Irak también están siendo un tiro por la culata para el poder militar más poderoso de la historia de la humanidad.

La dispersión del poder económico a nivel mundial y los EEUU sin saber como salir de

Oriente Medio, han creado nuevas condiciones políticas, y en América Latina el dominio imperialista está siendo cuestionado como no lo era diez años atrás. De distinta manera, los pueblos de Venezuela, Bolivia y Ecuador ahora acompañan al pueblo cubano. Cuba ya no está sola.

Se está presenciando el reinicio de la lucha por la segunda independencia de los pueblos de América Latina. Una nueva hora de los hornos…”y no se ha de ver más que la luz”, al decir de José Martí.

En Bolivia la lucha de los pueblos originarios puede tomar la forma de una guerra civil en cualquier momento. En Colombia los ejércitos guerrilleros de las FARC y el ELN, ya ejercen un poder político y militar paralelo y opuesto al poder centralizado en el Estado oligárquico y pro-imperialista.

Venezuela desafía abiertamente a los EEUU con iniciativas de solidaridad entre los

pueblos que conmueven el continente entero ( recursos energéticos, organismos financieros, canje de prisioneros, etc.). Tan orégano es el campo, que hasta los gobiernos de Argentina y Brasil se atreven a hacer alguna pirueta.

En cambio, aunque todavía no está claro en la conciencia popular, el gobierno progresista del Uruguay, aparece como cabecera de puente de los intereses imperialistas en el continente. Bajo la consigna “comerciar con todos” se impulsan acuerdos con los EEUU que obran en contra de la creación de un “mercado interno” en América Latina (agua fría al MERCOSUR y al Banco del Sur).

Frente a los proyectos energéticos de la región, que apuntan a la liberación nacional, el gobierno progresista se alinea con el IIRSA de las multinacionales.

Se opta por el “modelo a la chilena” (con todas sus consecuencias sociales y políticas), en lugar de hacerlo por el “modelo a la boliviana” de claro contenido independentista.

Pero la política de contenido más profundamente colonialista es la profundización del Uruguay agroexportador. Con ella penetran el monocultivo forestal y de soja transgénica, la extranjerización de la tierra y de los frigoríficos y usinas lácteas, únicas industrias nacionales competitivas a nivel mundial.

Para resolver sus propios problemas, el pueblo de pobres del Uruguay no tiene otra opción que sumarse a la lucha por la emancipación de América Latina y replantearse la propiedad de los recursos naturales y de los medios de producción. No queda más remedio que afiliarse a un modelo de desarrollo propulsor del marcado interno y dirigido a agregar fuerza de trabajo y tecnología a los productos de exportación.

En Alto Perú (hoy Bolivia) la rebelión ya estaba en las calles en 1808; Buenos Aires tuvo su mayo en 1810 y los pobres de esta orilla del Uruguay vivieron su “admirable alarma” en 1811.

Es la hora de un Grito de Asencio. Por la revolución social en América Latina. El pueblo uruguayo no dejó sola a Cuba y no dejará solas a Venezuela y Bolivia.


Tierra para los/las que trabajan

El “arreglo de los campos” sigue siendo el nudo para la felicidad de los más infelices. Habrá que desatarlo como lo desató el pueblo artiguista.

En el año 2005 el Anuario Estadístico Agropecuario y DICOSE (Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca), hicieron públicas cifras muy interesantes. Establecen que unas 2176 empresas ganaderas, propietarias de predios mayores a 1000 hectáreas, poseen el 55% (¡más de la mitad!) de las tierras ganaderas, el 40% del ganado vacuno y el 37% de los ovinos. ¡Son los dueños del Uruguay!, según canta Daniel Viglietti.

Afirmados en su monopolio de las tierras y ganados, gozan del privilegio de contraer deudas pesadas que no pagan (y no les cobra nadie); de ser los importadores maquinaria, fertilizantes y semillas; de presionar a los gobiernos desde la Asociación rural y la Federación Rural 8sus “partidos políticos”), para obtener decisiones que favorezcan sus intereses (el subsidio estatal para la instalación gratuita de “caravanas” en el ganado, por ejemplo).

Estos señores que se quedan con la parte de león en las exportaciones de alimentos (unos 2.500 millones de dólares), no pagan más de 60 millones de dólares al año de impuestos. ¡Y todavía se quejan que el Estado es caro!

Es feroz la concentración del poder económico ganadero. Botón de muestra: el latifundio de Gallinal Heber posee más de 100.000 hectáreas y el de Martinicorena supera las 150.000. Entre sociedades anónimas, arrendamientos y lazos familiares, hoy son menos de 500 familias las que constituyen la “oligarquía vacuna” (tierras + vacunos + ovejas).

La tierra, el agua y los ganados son los recursos naturales más importantes del país. Nuestro petróleo. De ninguna manera la principal riqueza del pueblo puede ser propiedad abusiva de tan pocos.

En los 30 últimos años han desaparecido casi la tercera parte de los “productores rurales” (unos 25.000 establecimientos) y en los últimos cinco años, el 25% del territorio nacional cambió de manos. Es un proceso de “contrarreforma agraria”. A medida que crece la concentración del poder económico, avanza a todo vapor el proceso de despoblación del campo.

En la franja comprendida entre la costa del Río Uruguay y la ciudad de Tacuarembó, hay un habitante cada dos kilómetros cuadrados. O sea que, esa zona de los departamentos de Artigas, Salto y Paysandú sigue siendo el mismo desierto que hace cien años. Menos de 190.000 personas residen en el campo. Es el desierto.

El 85% de la superficie ganadera son campos naturales o mejorados (un tractor cada 2000 hectáreas) donde se crían y engordan los novillos que produjeron los más de 1.000 millones de dólares de carne que vendió el Uruguay. En los 2176 latifundios que concentran la producción, hay un peón cada 400 hectáreas y 250 novillos por peón. El jornal de un tractorista es $150 y el de un $140 …con tamaña plusvalía, ¿para qué quiere gente el latifundio?...la expulsa.

Los dueños de las tierras y ganados no quieren producir más. No quieren recolonizar el campo, introducir tecnología y dar trabajo. No les interesa invertir. Sus ganancias tienen destino más redituable y menos riesgoso que la producción: depositan en Bahamas y compran los bonos de Astori, invierten en Punta del Este, viajan a Miami, compran “0 Kilómetros”.

Para dar un salto en la producción agropecuaria, en cantidades y calidad, no se precisa de la inversión extranjera, hay expropiar el poder económico concentrado en la “clase vacuna” y redistribuirlo entre los que trabajan. Tierra para los/las que trabajan, la consigna de Raúl Sendic y la histórica UTAA, expropiar sin indemnización los latifundios mayores a 2.500 hectáreas y recolonizar los campos en base a varias formas de propiedad combinadas (estatal, cooperativas de ayuda mutua, colonias y pequeñas parcelas individuales dadas en usufructo).


Capital para los/las que trabajan




Los EEUU de mediados del siglo XX, a raíz de sus guerras y de la competencia comercial (Japón, URSS y Europa), se desfinanciaron y, como eran los dueños de la maquinita, para resolver su problema, imprimieron un par de millones de millones de dólares.

El “tsunami” de dólares fue a parar a los bancos y organismos financieros internacionales y, como “barco parado no gana flete”, ese papel que rebosaba las cajas fuertes fue ofrecido a los países del Tercer Mundo, a quienes poco menos que se obligó a aceptar préstamos en condiciones esclavizantes fijadas por los prestamistas.

La Deuda Externa no obedeció a las necesidades de los pueblos deudores sino a la necesidad del propio imperialismo que imprimió esa masa de dólares que está en la base de la especulación. Cuando al Uruguay llegó la cuota que le correspondía en el reparto del excedente mundial de dólares, ella no fue a los campos y las industrias, sino que fue atrapada por un montón de bancos que se instalaron en este generoso país ( la banca española franquista y la secta Moon, por ejemplo).

En Uruguay, con un discurso patriotero y chauvinista, la dictadura se abrió totalmente al capital especulativo internacional, montando el más cruel mecanismo de succión de que tenga noticia la historia. No sólo porque los gobiernos pagan puntualmente los servicios de la Deuda, sino porque hoy los bancos privados son todos extranjeros y remiten sus ganancias al exterior.

El sistema bancario es el administrador políticamente protegido (exoneraciones, secreto bancario, off shore) de la especulación internacional. Tal vez por eso, exista la certeza que sin estatizar la banca no se puede dominar la economía productiva en el Uruguay de hoy día.

La Deuda Externa es una estafa que permitió crear un imperio pirata, enseñaba Raúl Sendic: “De hecho estamos encadenados a un sistema que en nada se diferencia al de la colonia, cuando teníamos que pagar un ‘diezmo’ y otros impuestos a los españoles. Al cabo de más de 150 años de liberarnos de aquellos opresores, nos sorprendemos pagando no ya un 10% sino un 30% de lo que exportamos a otros opresores, que no han necesitado montar un costoso aparato de dominación aquí, porque pueden usar el local: ‘nuestras’ Fuerzas Armadas.”. (página 250, “Raúl Sendic, Deuda y Tierra”)

Desde 1975 (más o menos) creció el producto bruto interno y también las exportaciones crecieron al doble. Los créditos externos facilitaron la importación inclusive de productos agrícolas. Fueron tiempos récord de importaciones de cero kilómetros.

La dictadura en Uruguay produjo un “milagro a la uruguaya”: al tiempo que protegía los negocios y negociados del capitalismo mafioso, bajó el poder adquisitivo de los salarios a la mitad. Hubo una rapiña descarada a los trabajadores, una transferencia de los ingresos del asalariado al capitalista. Esa es la explicación histórica del golpe de Estado: la misión de las fuerzas armadas fue proteger el robo a mano armada al pueblo asalariado.

Para lograr la independencia económica y financiera de este pueblo pobre, hay que capitalizar el poder adquisitivo del salario y las pasividades. Hacer lo contrario de lo que hicieron la dictadura y los gobiernos de la democracia tutelada.

No pagar más la Deuda Externa y volcar lo ahorrado al salario, las jubilaciones y los pequeños productores industriales y rurales.

Estatizar la banca privada, estableciendo un corralito para volcar hacia el poder adquisitivo del salario, la jubilación y los pequeños capitales, el capital parásito nacional y extranjero depositado en los bancos.

El gobierno progresista es el adalid de los buenos pagadores de la deuda externa a la usura internacional. Se “honra la deuda” y así se contribuye a la salvación de esos mismos capitales estadounidenses y europeos que hoy están crisis financiera y, de paso les entrega el bienestar del pueblo.

¿Cuál sería la peor consecuencia del No Pago? La protesta de los burgueses uruguayos que son tenedores de títulos de Deuda Externa. La negativa a pagar la Deuda afecta principalmente a esos “peores americanos” de siempre, que se enriquecen con el hambre del pueblo asalariado, así como a los acreedores internacionales hoy en decadencia. En palabras crudas, al no pagar a europeos y yanquis, los capitales asiáticos y chinos correrían a ofrecer sus servicios a los “malos pagadores”.

¿Cuál sería el mejor efecto del No Pago? La inyección de capital a ese pueblo de pobres, sacar del subconsumo a la mitad de la población del Uruguay y convertirla en dinamizadores de la demanda interna de bienes ¡Un poco de imaginación! ¿Sería o no un incentivo a la producción semejante distribución de capital entre los pobres de este pueblo de asalariados y jubilados? Hasta George Bush toma medidas que favorecen el consumidor para incentivar el mercado interno y sacar de la recesión a los EEUU. Los únicos que siguen pensando con sin los esquemas del Banco Mundial y del BID, se hacen llamar “progresistas” en el Uruguay.


El horcón del medio


Por la Reforma Agraria, el No pago de la Deuda Externa, la estatización de la banca y un aumento sustancial de salarios y pasividades…. los cuatro puntos que Raúl Sendic (padre) resumió en el Estadio Franzini, el 19 de diciembre de 1987.

Este el programa tiene sus más antiguas raíces en el Primer Congreso del Pueblo (1964). Poco más tarde alimentó los procesos fundacionales de la CNT (1966) y del Frente Amplio (1971), así como sirvió de insumo a promesas demagógicas como “Mi compromiso con Usted” de Wilson Ferreira Aldunate en 1971.

El programa de un “Uruguay para los pobres” no es tan complicado: recuperación del poder adquisitivo y del control sobre los recursos naturales y el capital financiero; sumarse al frente de los pueblos latinoamericanos en lucha por una economía independiente de los capitales extranjeros y de los organismos financieros internacionales.

En cambio, el elenco progresista apuesta al modelo “Uruguay para los ricos y aspirina para los pobres”. Apuesta a las inversiones extranjeras, es decir, gobierna para los organismos financieros internacionales y para el capital multinacional; protege a los grandes grupos económicos más o menos criollos. Intocado, el poder económico ha aumentado sus beneficios durante estos meses.

Hay un continuismo en el modelo, pero aplicado ventajosamente con relación a los partidos tradicionales, que nunca pudieron controlar y manejar la subjetividad política del movimiento popular. Ahora se vende la imagen “gobierno reformista de izquierda, paciencia y esperar”. La figura emblemática del modelo (Danilo Astori) aparece como el gran reformista y no como el gran entregador.

La lucha por un “Uruguay para los pobres” choca de frente con la oligarquía vacuna y el imperialismo alineados tras el modelo “Uruguay para los ricos”. Más viejo que el agujero del mate.

Cuando el pueblo pobre gana en poder perjudica a los dueños del poder, que reaccionarán como lo han hecho en Venezuela y Bolivia, como lo hicieron con Cuba Revolucionaria. Nadie se hace ilusiones. Como siempre el modelo fondomonetarista entraña la represión violenta. ¿Será por eso que preparan los instrumentos jurídicos que la legitimen (delito de usurpación, ley de procedimiento policial)?

Los dueños del Uruguay, han demostrado mucha sabiduría estratégica: cuando se les agotó el juego demagógico de sus partidos políticos, colonizaron la cabeza del elenco dirigente del progresismo, pero…¿qué harán cuando se les desgaste la opción progresista?

El principal instrumento político de los dueños del poder son las fuerzas armadas. Nacieron traicionando al pueblo armado y organizado que, conducido por José Artigas, luchaba por tierra para los humildes. Ahora el ejército uruguayo está siendo mano derecha del Pentágono y cómplice de las intervenciones militares encubiertas con la bandera de la ONU. En especial, es intolerable la presencia de tropas uruguayas en los inicios de un genocidio contra el pueblo haitiano.

Estas fuerzas armadas naturalmente represoras, culpables todavía sin castigo del terrorismo de Estado, subordinadas al imperialismo, deben ser reemplazadas por el pueblo pobre armado y organizado. La lucha por sociedad justa, donde se viva dignamente en el trabajo creativo y libre, implica la desarticulación de estos ejércitos represivos

¿Quién puede dudar que se reorganiza el terrorismo de estado? Los dicen ellos mismos. Lo dijo la fuga de Gilberto Vázquez y lo dicen los “archivos” de la cárcel VIP. Lo dicen las declaraciones de Gloodofsky, del general Pereira y del “legionario” Carlos Silva. Están organizados para la acción política (que en su caso siempre es armada) y para ello tienen su política de alianza que abarca el progresismo y a los viejos guerrilleros frustrados.
Trabajo de base y gérmenes de poder popular



El discurso “como te digo una cosa te digo la otra” confunde al pueblo y desarma la conciencia militante. Se abandona la lucha por la emancipación social y se asimila política con transa y conciliación de clases. Se desmoviliza el movimiento de base para no poner “un palo en la rueda del gobierno”, de un gobierno que ya es de derecha y necesita del aguijón para arrancarle algo bueno.

Se acepta el “acomodo” y el nepotismo. Se defiende al corrupto argumentando que “corrupción era la de los colorados y blancos” Se disuelve el sentimiento antiimperialista del pueblo uruguayo, sustituyéndolo por una falsa “tercera posición”, que se presenta como astuta y negociadora.

Se deterioró la idea de justicia en aras de un vaporoso sentimiento de perdón y olvido y para explicar tamaña concesión, se tergiversa la historia de la lucha revolucionaria de los últimos cuarenta años, borrando para siempre el “odio de clases” como motor anímico de la luchas populares.

Decayeron el espíritu crítico y la rebeldía Predomina el sentimiento de que no somos Bolivia, Venezuela o Ecuador, se acepta la imagen batllista de la Suiza de América. Se asiste a una victoria ideológica de la clase dominante.

Esta crisis de valores y sentimientos también se manifiesta en la fragmentación política del horizonte revolucionario, en la dispersión y atomización de la militancia, en debilidad para la lucha por recuperar el dominio de las tierras y el capital. Sin un horizonte que clarifique la táctica y la estrategia, la brújula se descompone y se camina sin saber hacia dónde.

¿Cómo recrear la ética y los valores revolucionarios? ¿Cómo recomponer el horizonte revolucionario? Proclamarlo en una declaración o en un mensaje como éste no es el camino. Es apenas poner en la mesa su discusión.

Se recompone en el trabajo de base. Trabajo de base para restablecer desde abajo los vínculos políticos basados en ideas críticas y militantes. En el terreno social la crítica a la democracia capitalista, hace crecer gérmenes de poder popular y echa los cimientos de un movimiento independiente y combativo.

El norte es recomponer vínculos entre los luchadores sociales, recreando en las bases el sentimiento de que, aún hoy, en estas condiciones, es posible luchar hacia el socialismo. Vínculos que desarrollen una fuerza militante capaz de no dejar que aíslen conflictos combativos como el de los obreros del Frigorífico Las Piedras y el de la pesca artesanal en el Río Uruguay.

El camino del poder popular lo señaló la solidaridad que despertó la ocupación de tierra que hicieron los “peludos” en Bella Unión, la lucha por los cuatro militantes presos en noviembre del 2005 y por la libertad para Fernando Masseilot y la marcha de FUCVAM y varios sindicatos por todo el litoral uruguayo.

Es el camino que señalan los movimientos vecinales renacidos en la campaña por la anulación de la ley de caducidad, el agotador batallar denunciando las consecuencias sociales del modelo forestal y las diferentes expresiones antiimperialistas que recibieron a George Bush.

Trabajo de base sembrando gérmenes de poder popular: la alternativa del horizonte revolucionario para el carnaval electoral que ya llegó.



26 de febrero de 2008


MILITANTES DEL HORIZONTE REVOLUCIONARIO




Buena presencia militante en AEBU que sirvió de marco a una no tan buena y mucho menos clara exposición inicial de los organizadores. La idea era tirar el debate hacia los temas planteados en el “mensaje” de la convocatoria: 1) un pueblo de pobres que no tendrá soluciones dentro del sistema capitalista. Todo lo contrario la dinámica de la reproducción del capital hoy día, expulsa hacia la pobreza cantidades cada vez mayores de mujeres y hombres.; 2) una lucha por la independencia económica de América Latina que obliga a concretar las posturas antiimperialistas en movilización combativa en apoyo de los pueblos hermanos de Ecuador, Bolivia y Venezuela; 3) tierra para trabajar, no pago de la deuda externa y el capital gestionado por manos trabajadoras, como programa para la confrontación con la oligarquía y las multinacionales. No entendido como vehículo de aproximación al poder, sino como bandera de guerra anticapitalista, vehículo de la acumulación de fuerzas hacia la revolución socialista.

Finalmente, otro objetivo del encuentro en AEBU fue romper con la cultura política, impuesta por la clase dominante, de que la única forma de hacer política pasa por las instituciones de la democracia burguesa y la vía electoral. O sea, la receta es “si quieres incidir en el sistema político, debes hacer una lista, presentarla en las elecciones nacionales y esperar que el electorado te convalide”.

Esa no era la cultura de la izquierda quince años atrás. Ahora sí, el batllismo progresista ha aceptado que la política se concreta en el parlamento, los ministerios y los municipios. La han inculcado en la militancia, haciendo olvidar que no hace tanto se apostaba como perspectiva política al trabajo de base (o de las prácticas sociales, como le llama otro colectivo) y a la lucha directa desde lo social, como instrumentos sembradores de gérmenes de poder popular e ideas revolucionarias.

Los que no tienen derecho a olvidar que la política no pasa necesariamente por candidatearse a diputado son los militantes que sostienen un horizonte revolucionario en el movimiento popular. Ellos están moralmente obligados a dar, con sus actitudes y sus dichos, un mensaje de ruptura con lo institucional. Mensaje sin demasiado eco a nivel popular y, por consiguiente, anímicamente costoso para la militancia, pero que, por otra parte, en este 2009 es la única alternativa que mantiene la coherencia entre la práctica y las perspectivas teóricas.

En ese sentido, los militantes del horizonte revolucionario ratificaron su voluntad de salir a los barrios y las ciudades del interior a reproducir el debate dado en la sala de teatro de AEBU. Se trata simplemente de agitar la necesidad de terminar para siempre, al decir de Raúl Sendic en 1958, con esa careta vistosa que encubre la verdadera y horrorosa cara de la democracia burguesa como instrumento de dominación de clase.

Esperamos reencontrarnos en otros debates. La lucha continúa.

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