sábado, 6 de marzo de 2010

Infantilismo de izquierda

Nos va quedando la “intencionalidad”. La voluntad de hacer la revolución queda reducida a propósito o intención en la medida que no se traduce en práctica transformadora, Sí, tengo la intención, pero mientras ella permanezca encerrada en minúsculos concilios, sin trascender, sin hacerse movimiento de masas ... ¿cómo saber hasta dónde la intencionalidad es o no gargarismo, hueco postulado verbal?

Los sobrevivientes más viejos hacemos pié en la epopeya guerrillera, historia antigua que sirve como plataforma para lanzar un cascotazo cada tanto, reafirmando públicamente que mantenemos la “intencionalidad”. El mensaje no siempre encuentra receptores. Aún avalada por cicatrices y calabozos, la intención no deja de ser un mero propósito de no renegar de la filosofía conque los y las que fueron desaparecid@s y asesinad@s, entregaron vida, familia y haciendas.

Gran parte del espacio de “intencionalidad” proclama la unidad de los revolucionarios como cuestión de principios, condición necesaria para hacer avanzar el proceso revolucionario. Grandes y queridos sobrevivientes parecen otorgarle cierto carácter de solución mágica para terminar con la dispersión de las ideas y la fragmentación organizativa.

Este proceso electoral 2009 segmentó aún más la “intencionalidad”, abriendo un variado espectro de opiniones y prácticas, quedó al descubierto la existencia de divergencias de fondo que alejan entre sí a los bien intencionados. Las elecciones internas cayeron como un balde de agua fría sobre la unidad de los revolucionarios. Esas divergencias fueron, sin dudas, la razón del fracaso de aquellos encuentros realizados en el Club Artigas (diciembre 2004/mayo 2005), existen concepciones que nada tienen que ver entre sí y que, por más buena voluntad que ponga, es imposible atarlas por el rabo

En esas asambleas en el Artigas –alguna hasta con 400 personas- participó todo el espectro extra-progresismo que se dice de “intención revolucionaria”. No se pudo convocar como “coordinación” para el 24 de agosto del 2005 y, a partir de múltiples divergencias, la mayoría se negó a lanzar la iniciativa de recoger firmas para la anulación de la ley de Caducidad. La convocatoria tenía como objetivo la conformación de una fuerza militante que sembrara revolución en las luchas sociales y estimulara la acción directa... en los hechos, no se pudo pasar de una “coordinación” no muy profunda.

Finalmente, a partir de una lectura en abstracto de algunas frases de Lenin, varias organizaciones deciden emplear el termómetro electoral para conocer el estado de ánimo de las masas. En esta coyuntura tramposa, pautada por la influencia decisiva de varios sobrevivientes que hoy practican la demagogia, tal vez Lenin, que no era muy dogmático que digamos, habría decidido no utilizar el termómetro.

La más notoria derrota es la de quienes se jugaron enteros para conquistar, no ya la colina de una banca en parlamento, sino la colinita anterior a la colina. No obtener los miserables quinientos votos que el sistema exige para seguir en la carrera electoral, debería ser motivo de mucho análisis crítico .... ¿qué salió mal, compañeros?

Hay quien se siente orgulloso de haber nucleado 500 militantes que cosecharon 3.800 votos, una cantidad bastante menor que los que marchan los 24 de agosto en memoria de la Masacre de Jacinto Vera. No importa, continuarán porfiadamente gastando energía e inteligencia en conquistar una banca de diputado. Cabría preguntarse si esos 500 militantes no podrían producir más revolución dedicados a otras tareas políticas.

Fraternalmente, me parece que el camino de la competencia electoral y la lucha parlamentaria está agotado. Tampoco parece dar resultados esa suerte de “accionismo” a que convocan desde algunas organizaciones. Como no hay condiciones para que la estrategia revolucionaria haga carne en amplios sectores populares, los oídos sordos obligan a postergar la creación de la organización que concrete esa estrategia. La táctica sigue siendo el acecho, a la espera de la oportunidad parasaltar sobre la presa.

¿Qué hacer mientras acechamos tras la mata? No hay teoría para la lucha social y política en estas condiciones actuales...y no vengan los dogmáticos con la historia de Bernstein y el reformismo socialdemócrata, esto no tiene nada que ver, requiere poner la neuronas a laburar. Un primer paso podría ser la revisión autocrítica de los últimos 15 años de práctica con intenciones revolucionarias, desde la Masacre de 1994 a la fecha. Desde el asesinato de Morroni y Facal, la derecha –adentro y afuera del Frente Amplio- supo tejer y tejer nuevas maneras de reproducir su hegemonía, en cambio el espacio de “intencionalidad” más bien ha destejido abundante y hoy día carece de ideas para romper el dominio ideológico del bloque dominante.

Tampoco estaría mal hacer historias no oficiales del período 68/73, releer la huelga general del 27 de junio y sobre las coclusiones que se extraigan discutir y elaborar estrategias insurreccionales y formas organizativas que no repitan los gruesos errores de la década del sesenta.

De puro atrevido pienso que nadie está muy seguro de los principales rasgos de la sociedad socialista por la cual luchamos. Abundan las lecturas, falta el debate, falta escribir, falta elaborar.

Lo increíble es que, a pesar de las debilidades del espacio de “intencionalidad revolucionaria”, el Candidato no duerme de puro preocupado por el infantilismo de izquierda y convida nada menos que a Lacalle (remember la operación del Hospital Filtro) para combatir a quienes fueron sus compañeros de alma. Tal vez les pueda dar una mano Angel Gianola, compañero de Mujica en la lista 4190 de don Enrique Erro. En Uruguay los infantiles somos molinos de viento... pareciera que más bien despiertan miedos a los vientos que están soplando en América Latina y que históricamente terminana llegando a estas playas.

Hasta la próxima Barrikada.

Jorge Zabalza (14/07/09)

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