domingo, 7 de marzo de 2010

El Horizonte insurreccional

Corrieron lentos veinte años desde la década del ’50 a la Huelga General de 1973. Tiempos iniciados con el conflicto de los gremios solidarios y el “paralelo 38”. Tiempos en que insurrección y revolución social eran temas tratados solamente en círculos muy estrechos.-

Pero fueron necesarios todos esos años de batallas, de derrotas y reflujos, para que el movimiento popular diera el paso previo y esencial. Desengañarse del batllismo y desprenderse de los lazos subjetivos con que otorgaba el consenso social y político que precisaban los dueños del Uruguay. Para darse cuenta que no se vivía en la Suiza de América.-

Veinte años llevó elaborar el programa de cambios (Congreso del Pueblo), identificar a la oligarquía y el imperialismo y descubrir que eran los enemigos de clase comunes a todos los pueblos latinoamericanos.-

La Huelga General, por otra parte, fue el vértice de un período más corto, el que corre entre los años 1968 al 73, el de la agresión al poder adquisitivo, a las condiciones de vida y a los derechos políticos del pueblo asalariado. Este tiempo fue el del aprendizaje acelerado en el empleo de todas las formas de luchar, las legales y las clandestinas, las de masas y las de pequeños grupos, las pacíficas y las no tan pacíficas, con armas y sin ellas. La insurrección pasó a ser un horizonte bastante cercano.-

Finalmente, la Huelga General fue un instante épico. Los trabajadores, los estudiantes y los vecinos en general, terminaron de adquirir clara conciencia del poder que poseen organizados y decidieron ejercerlo, orgullosos, independientes, combatiendo con rebeldía.-

Esas lecciones aprendidas en veinte años y puestas en examen en 1973, permitieron sobrevivir la contrarevolución aplastante, las desapariciones forzosas, asesinatos y torturas masivas, el Uruguay hecho cárcel de su pueblo. Y fueron el fermento de la resurrección del abajo que se mueve en 1983, un abajo movilizado y reorganizado, combativo, capaz de desafiar al terrorismo militar de la dictadura.-

La lección primera, no olvidada

¡Ojalá los cambios revolucionarios, tan necesarios y posibles, se alcanzaran sin lágrimas! Claro que los pueblos desean alcanzar la justicia social pacífica y tranquilamente, tomando mate en la cocina, sin verse obligados a pasar por las experiencias de confrontación de clases y represiones a mansalva..-

El nuestro, en especial, desearía de corazón, en su fuero más íntimo, que el cambio revolucionario se lo regalen en bandeja, el batllismo ayer, el progresismo hoy.-

Pronto se aprendió la lección primera.-

Con cada medida antipopular, con cada represión violenta, descubren que nadie les va a regalar nada. Que, por muy democrático que se autoproclame, el sistema republicano está organizado para mantener el privilegio de unos pocos y la miseria de las mayorías, que emancipación social significa insurrección, romper violentamente con el régimen de opresión.-

Es la clase dominante, directamente o a través de gobiernos que le sirven, quien va creando las condiciones de la rebelión, el estallido social o la insurrección popular. La negativa permanente a cambiar nada y la soberbia de patrones y gobiernos, van abriendo grietas en la subjetividad alienada, esclareciendo, unificando voluntades y agotando esperanzas en las vías electorales para los cambios.-

Muchos pueblos han luchado por su emancipación, pero sólo unos pocos alcanzaron la libertad. Fueron aquellos que supieron acumular fuerzas en la resistencia y organizarlas hasta hacerlas pueblo armado y organizado en poder revolucionario.-

El pueblo uruguayo también nació lanza en mano, insurrecto, queriendo hacerse libre, como pueblo artiguista armado y organizado. Y, desde Purificación y la Liga Federal de los Pueblos Libres, tuvo su cuarto de hora de independencia y justicia social. Solamente después que Rivera y los suyos traicionaron a Artigas pudo ser derrotado y el proyecto del imperio británico (el Estado-Tapón) covertirse en realidad.-

150 años después, en los años ’70, los dueños del Uruguay, herederos y continuedores de aquellos que desterraron a Artigas, apoyados en el imperio de los EEUU, recurrieron al terrorismo cívico militar para imponer el modelo de saqueo al pueblo asalariado.-

Seguramente, para derrotar el golpe de estado con la Huelga General, el pueblo asalariado debería haber recorrido el camino artiguista, el del Éxodo y el campamento del Ayuí, el camino de la transformación del pueblo movilizado como poder revolucionario, insurrecto y lanza en mano. Tal vez así, esa vez se hubiera acercarse al objetivo de la clase asalariada y transformar revolucionariamente la sociedad.-

Los cambios revolucionarios no se hacen con o sin armas. Con o sin violencia. Todo lo contrario. Es como en tiempos del artiguismo o, mucho más tarde, la Huelga General de 1973. Las insurrecciones son armadas y desarmadas a la vez, pacíficas y violentas al mismo tiempo. Recién llegan después de recorrido el largo camino de luchas reivindicativas y desengaños electorales, de represiones violentas y salvajes, de vivencias en el debate y en la lucha callejera.-

Autorganización.-

Ya en la década del ’50, cuando los gremios solidarios dieron un mentís a la imagen del remanso de paz batllista, los vecinos del Cerro y La Teja habían conformado una red barrial en apoyo a los conflictos de los obreros de la industria frigorífica y del puerto de Montevideo.-

Más tarde, en la batalla popular contra el pachecato, en esos y otros barrios (como Villa Española, Maroñas) se fue armando un tejido organizativo con vecinos autoconvocados para apoyar conflictos, las marchas de loa cañeros, el fomento de la escuela, el no pago de la energía eléctrica, para la solidaridad con los presos políticos y la denuncia de la tortura.-

La prensa del año ‘71 y la historiografía pecan de unilaterales. Rinden honores a los dirigentes partidarios que dieron origen al Frente Amplio, pero olvidan que el milagro de su gestación se dió en las bases sociales. Miles de militantes tuvieron la sabiduría para tejer los acuerdos que hicieron posible que los “comités de base” se reprodujeran como hongos después de la lluvia. No se organizaron en respuesta a una decisión de la cúspide política del Frente Amplio (que nunca se tomó), sino que simplemente se apoyaron en la anterior experiencia de autorganización barrial.-

Fueron dos vías diferentes para los acuerdos de la unidad posible. La una recorría las bases sociales y fué el cimiento, y la otra, la de las conducciones partidarias, fue un reflejo, más elaborado, con más discurso, de la voluntad expresada durente todo el ’69, por el abajo que se mueve.-

No puede sostenerse que la Huelga obedeció a una decisión centralizada en cumbre sindical reunida en la Federación del Vidrio. Es una interpretación que intenta resucitar los métodos de trabajo sindical que fracasaron, los que tenían como precepto decidir la “línea” en el vértice partidario, para luego “bajarla” a través de “poleas de transmisión” a las bases obedientes.-

El hecho de que un día todas las fábricas y los centros de estdio amanecieran tomados tampoco fue espontaneísmo vulgar y silvestre, sin previa organización. Fue producto del desarrollo de otros métodos de trabajo sindical y otras formas de organización popular, principalmente de la práctica de autoorganización de las bases. La historia del crecimiento político hacia el 27 de junio de 1973, fue la historia de las riquísimas experiencias de autoorganización popular. Es la segunda lección que enseña la Huelga General.-

Huelga de protesta y resistencia.-

Desde el Congreso del Pueblo (1964), las filas del izquierda quedaron divididas entorno a la táctica y la estrategia del movimiento obrero. El punto más álto del debate lo marcó la polémica entre Héctor Rodriguez y el comunista Mario Acosta.-

El “Viejo” Héctor planteaba que para quebrar la política fondomonetarista, era imprescindible cambiar la táctica y emplear la huelga general y la unificación de la clase detrás de un plan de lucha. Arimendista convencido, Acosta

argumentaba que no toda lucha acumula y que una táctica de esas

características le hacía un favor a la derecha y llevaba a la paliza al movimiento sindical. Lo correcto era golpear sindicato a sindicato y replegarse rápidamente para conservar la herramienta.-

El debate se extendió a las bases sociales. Se discutió en los conflictos sindicales y en las fábricas ocupadas. Cuando aparecieron los comités de base del Frente, la discusión de las tesis de Héctor Rodríguez fueron fermentando como ideas tácticas y se concretaron 27 de junio de 1973.-

Empero, la Huelga General dejó un interrogante en el plano de la estrategia: ¿porqué no marcó el comienzo de un movimiento que, a la vez de frenar el golpe de estado, lograra desarrollarse como insurrección de todo el pueblo asalariado?.-

Los trabajadores, los estudiantes y los vecinos aplicaron la táctica asumida en la discusión, la ocupación de los lugares de trabajo y de estudio y, cada vez que fueran desalojados por las fuerzas represivas, volver a organizarse y reocupar. Hasta ahí llegaba lo que la gente había integrado.-

Es cierto que había partidos que sostenían la concepción insurreccional. Mera definiciones en los papeles. Los protagonistas de carne y hueso nunca llegaron a discutir cómo se hace una fortaleza de cada fábrica, cómo se toman las comisarías, se bloquean las calles para impedir el paso de los tanques y se defienden los barrios con barricadas, miguelitos y molotovs.-

Es la tercera lección que heredamos. No se pudo derrotar a los golpistas por carecer de una estrategia insurreccional, que los hiciera caer en una selva de pueblo organizado y armado, porque nadie, ningún partido, ninguna organización propuso y agitó la idea del movimiento insurreccional. Al estar ausente del debate entre las masas, era imposible algo más que el movimiento de protesta y resistencia al golpe.-

Perspectivas.-

Como en los años ’60, la explotación de los recursos naturales sigue en manos de unos pocos latifundistas y de capitales multinacionales. Los dueños del Uruguay continúan decidiendo las cuestiones fundamentales que hacen a la

economía y la producción. Continúa el saqueo sistemático por el capital

extranjero.-

Se mantienen idénticas relaciones de sometimiento hacia el imperialismo y los organismos financieros internacionales. Se está reeditando la historia del Estado-Tapón. Nadie, en el elenco de gobierno, pero tiene squiera una pizca

del coraje de Evo Morales, Chávez o Fidel.-

El partido militar y el fascismo sobreviven, organizados al interior de las FFAA, de la policía y del poder judicial (Fernández Lecchini y el fiscal Moller, por ejemplo).-

La brecha o abismo que media entre los muchos que nada poseen y los pocos que todo lo tienen, no se ha resuelto durante el ciclo de democracia formal iniciado con la salida de la dictadura en 1985. Las esperanzas y la voluntad de cambio popular no se han traducido en cambios sustanciales en las relaciones de poder en lo económico, lo político y lo militar.-

Las presiones sociales, que en el 2002 estuvieron al borde de la explosión, son amortiguadas por las expectativas depositadas en los caudillos Mujica, Tabaré y Astori. La confianza en ellos aminora tensiones y hace pasar por alto hondos agujeros negros como la cariñosa recepción a George W.-

El fracaso del progresismo no será electoral. No está a la vista para las próximas elecciones. Su fracaso será la pérdida de confianza en el parlamento y las elecciones como vía posible para los cambios que el pueblo asalariado necesita y requiere. El progresismo fracasará cuando deje de ser efectiva la amortiguación política del conflicto social, cuando el pueblo comprenda que no es suficiente suficiente que cambie el elenco gobernante y todo siga igual...que para el pueblo asalariado, la cuestión es contar con su propio poder

revolucionario.-

¿Tiene sentido seguir hablando de insurrecciones?

Frustradas las experiencias electorales,¿qué queda sobre la mesa?...pues, la

vieja disyuntiva revolución social o fascismo. La alternativa que polariza las sociedad luego de agotadas las experiencias de democracia parlamentaria. Por consiguiente, para nada es ocioso persistir en el horizonte insurreccional, aunque sea en círculos estrechos, aunque sea solamente agite y apenas hablar.-

Esencialmente, porque las revoluciones son fenómenos de orden subjetivo, procesos de aprendizaje donde las mentalidades y estados de ánimo juegan un papel determinante. Dónde los antagonismos de fondo de la sociedad y su dilucidación en una confrontación generalizada entre las clases, no pueden dejar de estar presentes en las subjetividades, al menos en el espíritu de los sectores más avanzados.-

Si, y solamente si, los pueblos toman ese horizonte como real y luego lo hacen crecer y desarrollar, la insurrección puede transformarse de palabra en hecho concreto. Si los pueblos ignoran el horizonte y quedan mirando desde la tribuna, no hay insurrección posible.-

En estos momentos de historia en cámara lenta que se viven en el Uruguay, la tarea es resistir en las ideas y la teoría, sosteniendo la insurrección iluminando el horizonte de la lucha emancipatoria, no dejando apagar la llamita, la mística revolucionaria. Ni irse, ni quedarse...resistir.-

Después de todo, hablar de insurrecciones es el rol histórico de los revolucionarios. Especialmente de los que sobrevivimos la derrota de los setenta, porqué si olvidamos dejar al desnudo las cuestiones que hacen al poder...¿para qué mierda sobrevivimos?.-

Es la lección básica, la número cero. Lo único que en la historia depende de la voluntad de los revolucionarios es sembrar las ideas y sentimentos necesarios para hacer la revolución social. Se hace o no se hace. Se busca o no se busca. Se proclama o se calla. Se apunta a derrocar el orden actual de cosas o se lo sostiene por omisión.-

La clase propietaria lo sabe muy bien. Los gobiernos también. Por eso, procuran evitar que los revolucionarios se organicen y, cuando logran organizarse, los persiguen con el objetivo de aniquilarlos, mantenerlos disgregados, aislarlos para que no contagien su voluntad de emancipación. Aterrorizarlos procesando por sedición un botija que tiró una piedra, pero haciéndose los sotas con el genocidio en Irak y Palestina.-

Por supuesto, parte de la estrategia de poder de la clase dominante es cooptarnos a los viejos guerrilleros, para mediatizar la prédica revolucionaria e integrarlos al sistema de dominación, estrategia que históricamente le ha dado buenos resultados.-

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