A invitación de los compañeros de la Agrupación “8 de Octubre” dije unas palabras en la Plaza Raúl Sendic de La Teja, en recuerdo del Ché Guevara y a los caídos en la toma de Pando. Luego las puse por escrito y las eché a volar por los espacios internéticos. Aunque no parecía ameritarlo, el artículo recibió respuesta de Ignacio Martínez en su habitual Columna de Pensamiento que publica el semanario “El Popular”. Bueno, me pareció interesante la invitación a debatir en el periódico oficial del PCU y el 24/10 envié “Los sesenta en el 2011” a dicho semanario. Como me extendí más de lo que permiten las páginas de “El Popular” no se pudo publicar el viernes pasado. Es indiscutible dejar espacio a cuestiones más trascendentes como la ley de imprescriptibilidad y el conflicto de los obreros metalúrgicos, pero no me han informado sobre cuándo será posible concretar mi derecho a responder a Ignacio. No son temas de urgencia, pero la mirada hacia atrás tiene que ver con las perspectivas de las acciones futuras. Indudablemente no son de menospreciar.
Un abrazo fraterno
Tambero
8/10/2011 Jorge Zabalza
LOS OCHO DE OCTUBRE
A principios de los años ’60, bastante antes del deterioro de la democracia burguesa, dado el estancamiento de la producción y la caída de la tasa de ganancias, se podía preveer que el arriba necesitaría emplear la violencia contra un abajo que todavía no se movía como en el ‘69, pero no se mostraba dispuesto a pagar el costo de la crisis.
El Movimiento de Liberación Nacional (Tupamaros) pudo , entonces, anticiparse al devenir y se comenzó a preparar para enfrentar al arriba con la violencia organizada por los de abajo. Significö un rechazo de plano a la posibilidad de acumular las fuerzas del cambio por la vía electoral y parlamentaria y elegir conscientemente el camino de la lucha guerrillera como método de acumulación política. Los tupamaros primigenios rompieron decididamente con la legalidad permitida por la clase dominante y llamaron a tomar las armas para derrocar el régimen. Tremenda responsabilidad histórica!.
A mediados de 1967, Jorge Pacheco Areco diö comienzo al uso ilegítimo de la violencia organizada por el Estado, con la consecuencia inmediata de tres estudiantes muertos por la policía y centenares de trabajadores sindicalizados detenidos por medidas prontas de seguridad. La desmesura pachequista radicalizó las luchas populares que, al influjo de la tendencia clasista y combativa, se lanzó a las calles a enfrentar la represión. La lucha social abrió espacios políticos a la lucha armada. La mentalidad combativa y la infraestructura clandestina que había desarrollado el MLN(T) en los años que llevaba preparándose, hacían posible el empleo sistemático del método guerrillero y, por consiguiente, fue la organización política en mejores condiciones para enfrentar la violencia represiva.
A mediados de 1967, Jorge Pacheco Areco diö comienzo al uso ilegítimo de la violencia organizada por el Estado, con la consecuencia inmediata de tres estudiantes muertos por la policía y centenares de trabajadores sindicalizados detenidos por medidas prontas de seguridad. La desmesura pachequista radicalizó las luchas populares que, al influjo de la tendencia clasista y combativa, se lanzó a las calles a enfrentar la represión. La lucha social abrió espacios políticos a la lucha armada. La mentalidad combativa y la infraestructura clandestina que había desarrollado el MLN(T) en los años que llevaba preparándose, hacían posible el empleo sistemático del método guerrillero y, por consiguiente, fue la organización política en mejores condiciones para enfrentar la violencia represiva.
Desde ese momento el movimiento popular lo percibió como expresión política de su propia lucha, como la organización que defendía a los perjudicados por las destituciones, las persecuciones sindicales, los apaleamientos callejeros y los encarcelamientos injustificados. Era el movimiento que dejó atrás lo declarativo y apuntó con acciones armadas a derribar el régimen como, por otra parte, lo requerían las movilizaciones populares.
Este sábado se recuerda a Jorge Salerno, Alfredo Cultelli y Ricardo Zabalza, asesinados por la Guardia Metropolitana el 8 de octubre de 1969 en la toma de la ciudad de Pando. El MLN(T) concibió esta forma de homenajear a Ernesto Guevara también asesinado en Bolivia dos años antes, como demostración de que la guerrilla tenía la edad suficiente para pasar de las acciones “muerde y huye” a las de controlar un territorio, aunque fuere por breves momentos. Se quería transmitir el mensaje de que, en un futuro no muy lejano, sería posible tomar Montevideo como se había hecho con Pando. Es curioso pero, a pesar de que la acción terminó en derrota militar, tres compañeros muertos y más de veinte prisioneros, la operación de Pando significó el comienzo del crecimiento explosivo del MLN (T).
¿Qué estaba pasando?... pese al desastre en Pando, amplios sectores populares ya reconocían la lucha armada como alternativa real al reformismo electoral y parlamentario. La sangre derramada fructificó rápidamente en conciencia y compromiso revolucionario. Los hechos de Pando expresaron el espíritu romántico y el sentimiento épico de toda la generación que tomó la senda trazada por el Ché. No teníamos una sola duda, la vida sólo tenía valor si se ofrendaba en el altar de la emancipación social, nos entregábamos a la lucha en la más completa seguridad de estar haciendo la revolución.
Los hechos de Pando sirvieron también para refrendar la concepción que apuntaba al desarrollo de un poder paralelo y opuesto al del Estado, un poder organizado a partir de un aparato guerrillero que extendía su estructura hacia el pueblo como una telaraña de organizaciones diversas pero que, en la práctica, subordinaba el movimiento de masas y la lucha social al centro político que conducía la lucha armada. Paradójicamente, la toma de Pando, símbolo de la disposición combatiente a hacer la revolución, sirvió de plataforma de lanzamiento a la teoría del doble poder, cuya aplicación práctica culminaría en 1972 con el enfrentamiento mano a mano entre el MLN(T) y las fuerzas armadas, en la que obtuvo la victoria el aparato que contaba con los medios del Estado, con el consentimiento efectivo del imperialismo y el apoyo de sectores reaccionarios que clamaban por “mano dura”.
La clave de la derrota del MLN hay que buscarla en la teoría y práctica del doble poder, en cómo la hipertrofia del aparato relegó el movimiento popular al rol de simple espectador, el pueblo sentado en la tribuna sin involucrarse en la lucha armada contra el brazo represivo de la clase dominante. No se precisa renegar del pasado guerrillero para asumir el error y la derrota, como algunos están haciendo lamentablemente, sino que es preciso analizar a fondo las experiencias revolucionarias y elaborar las conclusiones teóricas que de ellas surjan, sin que importe lo cruda que pueda ser la crítica a cómo pensamos y cómo hicimos en el último medio siglo de historia.
¿Qué estaba pasando?... pese al desastre en Pando, amplios sectores populares ya reconocían la lucha armada como alternativa real al reformismo electoral y parlamentario. La sangre derramada fructificó rápidamente en conciencia y compromiso revolucionario. Los hechos de Pando expresaron el espíritu romántico y el sentimiento épico de toda la generación que tomó la senda trazada por el Ché. No teníamos una sola duda, la vida sólo tenía valor si se ofrendaba en el altar de la emancipación social, nos entregábamos a la lucha en la más completa seguridad de estar haciendo la revolución.
Los hechos de Pando sirvieron también para refrendar la concepción que apuntaba al desarrollo de un poder paralelo y opuesto al del Estado, un poder organizado a partir de un aparato guerrillero que extendía su estructura hacia el pueblo como una telaraña de organizaciones diversas pero que, en la práctica, subordinaba el movimiento de masas y la lucha social al centro político que conducía la lucha armada. Paradójicamente, la toma de Pando, símbolo de la disposición combatiente a hacer la revolución, sirvió de plataforma de lanzamiento a la teoría del doble poder, cuya aplicación práctica culminaría en 1972 con el enfrentamiento mano a mano entre el MLN(T) y las fuerzas armadas, en la que obtuvo la victoria el aparato que contaba con los medios del Estado, con el consentimiento efectivo del imperialismo y el apoyo de sectores reaccionarios que clamaban por “mano dura”.
La clave de la derrota del MLN hay que buscarla en la teoría y práctica del doble poder, en cómo la hipertrofia del aparato relegó el movimiento popular al rol de simple espectador, el pueblo sentado en la tribuna sin involucrarse en la lucha armada contra el brazo represivo de la clase dominante. No se precisa renegar del pasado guerrillero para asumir el error y la derrota, como algunos están haciendo lamentablemente, sino que es preciso analizar a fondo las experiencias revolucionarias y elaborar las conclusiones teóricas que de ellas surjan, sin que importe lo cruda que pueda ser la crítica a cómo pensamos y cómo hicimos en el último medio siglo de historia.
Es cierto, cayeron los muros, fracasó el socialismo real y la URSS, China Popular y otras experiencias ayer revolucionarias construyen capitalismo desde el Estado, es cierto, no tenemos certezas como medio siglo atrás, pero también es muy cierto que en el sistema capitalista no hay solución para los asalariados. Por si en la historia de los pueblos no hubiera quedado claro, llegó esta última crisis para demostrar que al reproducirse, ampliarse y concentrarse, el capital solamente puede producir más exclusión y más marginación. Pueblos que hasta ayer aceptaban pacíficamente la dominación, hoy levantan sus banderas de rebeldía en Europa, África del Norte y hasta en el territorio privado de Wall Street. Se precisa una nueva teoría revolucionaria, una teoría que conciba la lucha revolucionaria como una creación autónoma del movimiento popular, de un pueblo insurrecto que se organiza y se arma a sí mismo para hacer la revolución, una teoría que no conciba al movimiento revolucionario encerrado en un aparato, dirigiendo el proceso desde su panóptico. Los viejos “hombres de aparato” cuentan con muchísmos elementos y experiencias, un testamento político que podría servir de base a quienes harán la próxima revolución.
Durante un siglo funcionaron eficazmente diferentes aplicaciones de la teoría para construir aparatos de poder revolucionario, y lo hicieron con tanta eficacia que derrotaron y sustituyeron al Estado burgués en varias naciones. Dode fracasaron esos aparatos fue en producir seres humanos con una filosofía de vida totalmente antagónica a la del capitalismo. La propia esencia del doble poder lleva a ese fracaso, porque al construir un aparato revolucionario tan poderoso, en realidad se está construyendo una forma de organización que posee idénticas características a la del Estado burgués que se quiere destruir. En consecuencias, no se forman las mujeres y los hombres con los valores del socialismo, sino que, en ese aparato esencialmente idéntico al Estado, se forman burócratas cuyos valores son los del capitalismo, la competencia a muerte por un cargo, las pujas de poder y conspiraciones internas.
Muchos viejos sobrevivientes de los procesos revolucionarios del ’70 han hecho suyos los intereses del Estado, se han integrado plena y conscientemente a la democracia burguesa y administran las políticas que favorecen los grandes negocios del capital. No los miremos con desconcierto, preguntándonos que pasó con esos sandinistas, farabundos y tupamaros, analicemos su práctica política en los aparatos donde sus cabezas aprendieron a funcionar para ejercer el poder, hacia las masas y en la interna. Luego vendrán los comportamientos pautados por los intereses personales, por sus delirios de grandeza y el autoconvencimiento de ser infalibles, de ninguna manera pueden concebir que la emancipación social de los trabajadores es asunto de los propios trabajadores y no de “vacas sagradas” o caudillos que les dictan cátedra sobre cómo liberarse.
Estamos viviendo un período de transición entre el agotamiento de la teoría del doble poder y la ausencia de una concepción global de construcción del poder revolucionario del pueblo armado y organizado. La transición y la ausencia se manifiestan como desconcierto, ya no se tienen aquellas seguridades y sentimientos épicos conque dieron la vida los tres compañeros asesinados en Pando. Son, por consiguiente, tiempos de reubicarse con sinceridad: sabemos de la necesidad de acabar con el capitalismo y transformarnos en columnas de una sociedad de seres libres libremente asociados. Son también tiempos de no dejarse coptar por el capitalismo o los cantos de sirena del poder político, de no entregarse a los valores y la filosofía del pasado, de cultivar los valores y la filosofía del futuro. Son tiempos de estacas, de clavarse en la izquierda revolucionaria y resistir los embates y los cantos de sirena. De esperar al acecho.
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COMPAÑERO, CREO QUE ESTÁS EQUIVOCADO
El compañero Jorge Zabalza acaba de lanzar una reflexión titulada “Los ocho de octubre”. Saludo la iniciativa. Es necesario reflexionar. Pero deseo hacer algunas observaciones. Dice Zabalza: “A principios de los años ’60… se podía prever que el arriba necesitaría emplear la violencia contra un abajo que todavía no se movía como en el ’69…” La historia de nuestro país, durante el siglo XX, da cuenta de la represión en aumento que las clases dominantes ejercieron, principalmente contra los trabajadores del campo y la ciudad (las luchas de 1952). Los trabajadores perciben ese endurecimiento y buscan la unidad que creará la CNT (1964-1966), al tiempo que en el terreno político se intentan formas de alianzas para enfrentar la crisis: 1962 la Unión Popular y el FIDEL, 1967 Acuerdo de Época. Es desacertado afirmar que “El Movimiento de Liberación Nacional (Tupamaros) pudo, entonces, anticiparse al devenir y se comenzó a preparar para enfrentar al arriba con la violencia organizada por los de abajo.”Los de abajo ya se venían organizando desde mucho antes, pero estuvieron muy lejos de participar en los preparativos del MLN que armó su propia estrategia despegado del pueblo que luchaba. Quien irrumpe en la escena debido a la crisis es la clase media que se derrumba por la pendiente social y una de las manifestaciones más claras de esa clase media es, precisamente, el MLN. Tampoco es cierto que los tupamaros “…llamaron a tomar las armas para derrocar el régimen…”. Las tomaron ellos, nomás, en el marco de un creciente aislamiento con relación a otros grupos guerrilleros, con otras organizaciones de izquierda y con el pueblo que siguió luchando, resistiendo la ofensiva reaccionaria y preparándose para una lucha sostenida que tuvo su punto más alto en el enfrentamiento contra la dictadura en 1973, donde ya el MLN como tal prácticamente no existía.
Más adelante Zabalza afirma que “La mentalidad combativa y la infraestructura clandestina que había desarrollado el MLN(T)…. hacían posible el empleo sistemático del método guerrillero y, por consiguiente, fue la organización política en mejores condiciones para enfrentar la violencia represiva…” Creo que esta afirmación se da de bruces con la realidad y encierra una subestimación del enemigo que está en la base de su análisis erróneo. Si tomamos en cuenta los dos años y medio de lucha guerrillera intensa (octubre 1969- abril1972), asistimos a un proceso de lucha y derrota, donde la represión, finalmente, pudo más. Había que prepararse para una resistencia de largo aliento contra el poder dominante, para la procura del programa claro, para las alianzas que nos hicieran más fuertes y, luego del 73, para la resistencia a la dictadura y todos los inmensos esfuerzos que se hicieron para intentar derrotarla; derrota relativa que podrá ser tema de otra reflexión analizando todos los aspectos de lo que fue la salida que después resultó.
Sin dudas que la lucha tupamara es parte de la lucha de nuestro pueblo, pero es una afirmación equivocada decir que “el movimiento popular lo percibió como expresión política de su propia lucha”. Tanto no es así que la izquierda, fue construyendo otra alternativa durante el año 1970, que culminará en la fundación del FA en 1971. No me cabe duda que los compañeros tupamaros se entregaron “a la lucha en la más completa seguridad de estar haciendo la revolución.” Pero tampoco me cabe duda de que el intento de crear “…un poder organizado a partir de un aparato guerrillero…” fue un error porque, entre otras cosas, como el mismo Zabalza dice “subordinaba el movimiento de masas y la lucha social al centro político que conducía la lucha armada” y eso fue parte de un error teórico, de una desviación política y del comienzo del fin para ese esfuerzo heroico, pero equivocado. Concuerdo con que “la emancipación social de los trabajadores es asunto de los propios trabajadores y no de “vacas sagradas” o caudillos que les dictan cátedra sobre cómo liberarse”. Hoy se impone ponernos de acuerdo en la estrategia, en el programa, en las alianzas y en la construcción de ese poder que sólo está en el pueblo organizado en sus estructuras sociales y fundamentalmente políticas. Bienvenido el debate. Bienvenida la reflexión y la autocrítica. Ese es el mejor homenaje para los caídos aquellos dos Ocho de Octubre en Bolivia y Uruguay.
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24/10/2011 Jorge Zabalza
LOS SESENTA EN EL 2011
La “columna de pensamiento” del compañero Martínez podía haberse referido al “derechazo” de Tabaré Vázquez, ese que golpeó brutalmente la quijada de los lectores de “El Popular”, antimperialistas de toda la vida. Era el gran tema de la semana, aunque, por supuesto, no arrojará novedades electorales porque, para obtener su retorno como candidato, los peregrinos echarán rodilla a tierra, rogarán sin atreverse a criticar y dejarán explícito su consentimiento al pedido de apoyo político a Condolezza Rice y George Bush II realizado en nombre del pueblo uruguayo y del Frente Amplio. Es tan veleidosa la voluntad de Vázquez que, con toda seguridad, conmovido por los ruegos, accederá a ser presidente de la república en el 2015 y, contando con el respaldo de sus feligreses, se sentirá lo suficientemente fuerte para hacer nuevas concesiones al imperialismo (un nuevo TLC, bases militares, etc).
En verdad este hecho trascendental merecía más las “observaciones” de Martínez que el articulito“los ocho de octubre” pero, está claro, prefirió atacar la voz que predica en el desierto a desafiar la ira del “gran Tabaré” y de sus guardaespaldas. El contenido de “los ocho de octubre” no difiere en nada de un centenar de artículos y de un ensayo (“Raúl Sendic. Su pensamiento revolucionario”) que he publicado a lo largo de la última década....¿porqué recién ahora merece las observaciones de Nacho?. ¿Porqué no los anteriores y más completos materiales?. ¿El desencanto amenaza hacerse bronca crónica y vuelve peligrosa para el discurso hegemónico hasta la más mínima herejía?
Intentaré algunas precisiones a las observaciones de Nacho:
UNO: Desde comienzos del siglo XX el batllismo jugaba a dos puntas con el pueblo trabajador: mientras empleaba la amortiguación política en los conflictos más “civilizados”, reprimía ferozmente los más radicalizados. Los de arriba pueden ser muy selectivos a la hora de reprimir, por eso mismo, dicho sea de paso, hay que mirar con cuidado los neobatllismos hoy en boga. En 1951/52, cuando el gobierno de Luis Batlle endureció su política hacia los trabajadores, reprimiendo con el ejército a los gremios solidarios, hubo quienes respondieron con barricadas y miguelitos en el puente del Pantanoso, el famoso “paralelo 38”,violencia bien de abajo para resistir la ocupación militar del Cerro y que sirve para indicar con precisión la temperatura de la lucha de clases en los años que se festejaba el golazo de Ghiggia en Maracaná.
En febrero de 1958 Raúl Sendic, fundador del movimiento tupamaro, expresaba en EL SOL ese sentimiento de frustración de los trabajadores reprimidos por el batllismo: “la democracia de nuestro país, como la democracia burguesa en todos lados, no resiste la prueba de fuego de la lucha de clases”, y sigue siendo así, en todo el mundo, acá y ahora también, como reafirma la actitud del ministro Bonomi, progresista él, al quitar la careta a la democracia burguesa y amenazar con la fuerza policial a los piquetes instalados en las puertas de las fábricas y talleres metalúrgicos.
Es a partir de la visión de Sendic, totalmente escéptico hacia la “democracia”, que los tupamaros primigenios decidieron prepararse para lo peor, lo mismo hizo la FAU y algunos grupos socialistas, grupos que más tarde formarían el Coordinador con el propósito de rescatar los tres “peludos” apresados al asaltar un banco para financiar las marchas cañeras. La concreción de la unidad sindical en la CNT no sólo fue obra de los comunistas, sino también de León Duarte, Héctor Rodríguez, Gerardo Gatti, Rodríguez Belletti, Hugo Cores, Washington Pérez, Chela Fontoura, Walter Cholo González, Conrado Fernández, Pedro Mora, el Pocho Hornos, Luis Dubra y un montón más de los dirigentes de la tendencia clasista y combativa, que por algo se llamaba así. Por otra parte, todos ellos estaban vinculados, de alguna manera, a los grupos del Coordinador, todos experientes en el empleo del abanico completo de las formas de lucha sindical, desde las negociaciones más civilizadas hasta los métodos de acción directa más rupturistas. Fueron coautores del programa del Congreso del Pueblo, polemizaban ardorosamente sobre métodos y vías y coincidían en la necesidad de unificar las luchas sindicales.
Es un hecho histórico que la irrupción de Pacheco Areco en 1968 encontró al MLN en mejores condiciones que otras organizaciones para emplear los métodos guerrilleros, por eso pudo reaccionar al toque y capturar a Ulises Pereira Reverbel, mano derecha de Pacheco, asumiendo la representación de los golpeados trabajadores bancarios, estatales (de UTE y portuarios) y de los estudiantes que sufrieron el asesinato a mansalva de Líber Arce. La acción política de la guerrilla estimuló el ascenso de la combatividad de los luchadores sociales que, a su vez, en un ir y venir dialéctico, creó las condiciones subjetivas para que la guerrilla se propusiera profundizar su accionar militar. La toma de la ciudad de Pando fue la continuación armada del ascenso de la lucha popular, pero además, fue un homenaje a Ernesto Guevara y una respuesta a su convocatoria a “crear dos, tres, muchos Vietnam”. Cualquiera puede discrepar o sentirse irritado con la estrategia del MLN, pero descalificarla por “pequeña burguesa” es insuficiente y, a mi parecer, revela cierta impotencia para comprender cabalmente la influencia ideológica de la Revolución Cubana y del Ché Guevara en toda América La Pobre.
DOS: La intención del acuerdo de ÈPOCA era la difusión de las resoluciones de la OLAS, o sea, impulsar la vía armada para la revolución latinoamericana. Ahí estaban el Partido Socialista, la Federación Anarquista del Uruguay, el Movimiento de Acción Popular Unitaria (MAPU), el Movimiento de Izquierda Revolucionaria, el Movimiento Revolucionario Oriental y los “independientes” (tupas disfrazados que trabajaban en EPOCA como Andrés Cultelli, Jorge Manera y Julio Marenales). Como ya no es necesario hacer misterio, si investigás un poco podrás informarte acerca de cómo y quienes financiaron el diario. Las formas legales e ilegales, públicas y clandestinas de la lucha revolucionaria no se veían como incompatibles o excluyentes, no se demonizaba a nadie por asaltar un banco para financiar un periódico o un conflicto sindical. Se impulsaba la formación de la CNT y las “relámpago” en los comités de movilización de la FEUU, se trabajaba en EPOCA y se creaba la infraestructura necesaria para la lucha guerrillera, en esos procesos históricos que combinaban métodos pacíficos y de acción directa, nacieron el MLN, después la OPR-33 Orientales y más tarde las FARO. Nacho, es un error grave contraponer a la estrategia de los tupamaros pårimigenios a los “acuerdos de ÉPOCA”.
Otro recuerdo personal. En 1964, para repudiar la ruptura de relaciones con la Revolución Cubana, se ocupó el edificio de la Universidad. Hubos choques muy violentos con la policía y el ejército, recuerdo estar codo a codo con Jorge Morera, Cubas, Poggi y varios otros compas de la UJC, en la primera línea, por supuesto. En esos días me integré a la FAU, el Brasilero Fuques me hizo leer a Buenaventura Durruti y, como actividad práctica, participé de los entrenamientos del parque Roosevelt, preparación física para chocar con la policía en “manifestaciones relámpagos” y “ocupaciones salvajes” como las de FUNSA, Ghiringuelli y el Frigorífico Nacional. Se entrenaban Elena Quinteros, el Gauchito Idilio De León, el Hugo Casariego, Gustavo Inzaurralde, Roger Julien, Mauricio Gatti y muchos sobrevivientes que no es necesario nombrar. El “uso ilegítimo de la violencia desde el Estado” se veía venir y todos se preparaban. Los dos años de entrenamiento para la lucha callejera no fueron, sin embargo, un obstáculo para ser elegido, en 1966, como consejero de la Facultad por el orden estudiantil, porque lo cortés no quitaba lo valiente y hacer una cosa no impedía hacer la otra, sin pretender parafrasear al actual presidente de la república. Todo se veia complementario y esa visión de las cosas permitió al MLN(T) ser parte de la fundación del Frente Amplio, no sólo con su declaración de apoyo crítico y de tregua unilateral en diciembre de 1970, sino porque los militantes y los simpatizantes tupamaros fueron motores en la creación de los comité de base, de la Unión Popular de don Enrique Erro y del “Movimiento de Independientes 26 de Marzo”. LA FAU-OPR-ROE optaron en aquellos años por mantenerse apartados del proceso de unidad desde las bases populares que se concretó con la fundación del Frente en 1971. El MLN(T) no.
TRES: Como he contado mil veces –vanagloria de veterano- allá en mis años de mozo salí corriendo a enrolarme en las filas de Ernesto Guevara para participar de la aventura en Bolivia. Para mi alegría personal en esas filas encontré a muchos camaradas de la UJC uruguaya, los mismos con los que veníamos compartiendo piedras y cócteles, ¡una cincuerntena, Nacho!. Lo mío no era locura “pequeño burguesa”, estaba convalidada por la compañía de quienes se denominaban partido del proletariado y se disponían a dar la vida armas en mano por la revolución socialista. Era la línea estratégica definida por la Conferencia de la OLAS, reafirmada en el “mensaje a la Tricontinental” y llevada adelante en toda América La Pobre por revolucionarios de distintas vertientes ideológicas pero que rechaban unánimente la vía parlamentaria y apostaban a la metodología guerrillera para la acumulación de fuerzas. Los fundamentos de la opción guerrillera del MLN(T), querido Nacho, son de autoría de la OLAS y la Tricontinental, por eso, para rebatir nuestra interpretación de los sesenta, tendría que encarar la crítica y el rechazo de aquellas resoluciones que conmovieron América La Pobre y, me atrevería a decir, el mundo entero. Recuerdo la fotografía de nuestro ex canciller Reinaldo Gargano aplaudiendo a rabiar cuando Fidel leyó la declaración de la OLAS.
En su discurso de la sesión final de la OLAS, Rodney Arismendi sostuvo que la lucha armada era la “síntesis superior y más elevada de todas las formas de lucha”, la vía principal para el combate por la emancipación social en la mayoría de los países latinoamericanos. A diferencia del XX Congreso del PCUS y del eurocomunismo sesentista, los comunistas uruguayos nunca negaron las afirmaciones de Marx y Lenin acerca del carácter violento de la revolución social, por eso, aún cuando criticaron duramente el “foquismo” y discreparon tácticamente con el empleo de los métodos guerrilleros en Uruguay, siempre los consideraron una forma de lucha legítima y, en consecuencia, se prepararon para ponerla en práctica cuando entendieran que se daban las condiciones favorables. Nacho, querido compañero, ¡qué lindo haberlo vivido para poderlo contar!, como verás no es tan sencillo cortar el delgado hilo que separaba la vía de acumulación pacífica de la vía de acumulación mediante la acción armada. Los debates en la izquierda revolucionaria y en el movimiento social eran sobre CÒMO enfrentar la arremetida de la reacción y de la rosca criolla, no se discutía la necesidad de la revolución ni la de enfrentar al enemigo de clase, porque las balas y las rejas de la represión no distinguían posiciones ideológicas o políticas. Los fundamentos se entrecruzaban en el plano de la teoría y, en la práctica cotidiana, los militantes que se abrazaban más allá del encono y de la confrontación política que, a veces, se hacían golpes de puño. Eso sí, mi hermano, nadie proponía humanizar el capitalismo, acordar con el latifundio, permitir la invasión del capital extranjero, abrazarse con las culebras de uniforme ni pedirle ayuda al gran asesino de los EEUU. Era impensable, sencillamente impensable en la izquierda revolucionaria..
CUATRO: Las rejas y los golpes avivaron hasta las neuronas más duras y hubo autocríticas al por mayor. Los ensayos de Harari, Modernell, Cultelli, Jorge Torres, Blixen y las entrevistas de Clara Aldrighi son profundamente reflexivas y aportan diferentes visiones e interpretaciones sobre el movimiento tupamaro, algo natural cuando el pensamiento no es monolítico. De cierta manera son autocríticos hasta quienes hoy administran las instituciones burguesas que ayer combatieron, aunque se pasaen de rosca y lo suyo se parece demasiado a la liquidación de los principios y las concepciones. Por eso creo que exageras al dar la “bienvenida a la autocrítica”en el MLN(T)... ¡si hay décadas de autocrítica y reflexión!.
Por mi parte, he intentado buscar las claves de la derrota del MLN(T) en los errores profundos de concepción más que en las razones circunstanciales. Ahí aparece el “aparatismo”, que no es “aislamiento de las masas” sino manipulación del movimiento popular en función de los intereses de un Partido, Movimiento o Aparato. El “aparatismo” es una enfermedad compartida por muchos y, a mi modo de ver, es un debate muy necesario para quienes queremos una sociedad sin clases, gestionada por trabajadores libres libremente asociados. Nacho querido, he tratado, además, de que las diferencias profundas de enfoque no impidan la fraternidad y el respeto por el otro. Disculpame si no lo he logrado.
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