jueves, 11 de marzo de 2010

La senda sigue trazada

Volante repartido en Cerro,Teja,Belvedere, Paso etc


Aborrecer de la lucha armada es uno de los diez mandamientos pregonados desde siempre por las clases dominantes. Satanizan como “terrorismo” la contra violencia revolucionaria, las luchas con que se defienden los condenados a la pobreza y la exclusión social.

Condenan como violentos a los pueblos que se levantan en armas. Ellos condenan, precisamente ellos se atreven a condenar, los dueños de las armas, las tierras y el capital, los que ejercen el terrorismo cotidiano sobre cada familia a la que ellos condenan a protegerse del frío entre cuatro paredes precarias de bloques sin revocar. Ellos condenan, los hipócritas que señalan con índice acusador a las víctimas de su violencia, para justificar genocidio que es el pan suyo de todos los días.

Demonizan a los que luchan por la liberación de sus pueblos (Palestina, Afganistán, Irak, Euzkadi) y los que luchan por la emancipación social (movimientos revolucionarias que se dan en los pueblos mejicano, colombiano, venezolano, boliviano, ecuatoriano). Condenan y demonizan en su batalla ideológica por imponer un pensamiento único.



En el ochenta aniversario del nacimiento del guerrillero asesinado en La Higuerita, está bueno recordar su mensaje humanista, el de la búsqueda de mujeres y hombres dotados con los valores y la filosofía de la revolución. La lucha por transformar al ser humano, esclavo del individualismo más feroz y de la competencia más encarnizada, en un creador libre. Libre de la religión del consumismo, del aura fetichista de la mercancía y el dinero, libre del trabajo forzoso, de su esclavitud asalariada en regímenes capitalistas o los llamados “socialismo reales”

Está bueno recordar el pensamiento crítico del Ché Guevara hoy que cumple ochenta años. Sus críticas agudas y profundas al sistema estatal asalariado que era la naturaleza real del “socialismo real”, su pronóstico de que en una sociedad donde se mantienen las “armas melladas del capitalismo” no se transita hacia el comunismo, sino que se marcha inevitablemente por un camino sin salida.

Su apuesta a que mujeres y hombres, los pilares humanos que construirán el socialismo, se sintieran motivados para trabajar en la producción por idénticos estímulos morales y el mismo espíritu revolucionario que lleva a dar la vida a los combatientes de las guerrillas en selvas, montañas y ciudades.

Está muy bueno recordar la ternura del Ché, a quién la lucha denodada endureció sin impedirle derramar lágrimas en la despedida a sus hijos, porque amaba los suyos en la mejilla izquierda de los niños del mundo, en esas flacas mejillas ofendidas sin piedad alguna por los golpes de la desnutrición, el raquitismo y la pérdida de capacidades intelectuales.

Esta muy, pero muy bueno, recordar a ese Ernesto Guevara que hoy tendría ochenta años, como el ser humano único que fue, la personalidad impresionante que supo conmover la humanidad entera, porque millones de personas se sienten reflejadas, representadas, identificadas con el Ché que entregó la vida para emancipar a los esclavos, los excluidos, los discriminados, los condenados, los pobres de la tierra, las víctimas de la tasa de ganancia y del afán de lucro.



Pero hoy, quiero recordar al Ernesto Guevara guerrillero, la imagen nunca envejecida del brazo que empuña la carabina M-2, la mirada brillante iluminando el horizonte revolucionario, la decisión inquebrantable de vencer o morir en su revolución verdadera, la fuerza de su odio al imperialismo y a todos los explotadores de las vidas ajenas.

Quiero recordar al Ché caminando por las quebradas y los senderos de la sierra Maestra, del Congo y de Bolivia, quiero recordar ese mensaje, el suyo, la síntesis de carne y hueso de todo su pensamiento revolucionario.

Al Ché guerrillero, al Ché de la lucha armada, al que venció la satanización a que lo condenaban los medios masivos de lucha ideológica con que está armado el imperialismo, Al Ché de la lucha armada, al que venció los brazos cruzados de Rodney Arismendi, la condena de los burócratas de Nikita Kruschov y la traición del Partido Comunista de Bolivia.

Quiero recordar ese gigante guerrillero, sombra que pervive amenazante sobre las oligarquías de América Latina, ejemplo guerrillero de vida que obliga a adormecer con alcohol las conciencias de ex guerrilleros arrepentidos y renunciantes, senda trazada para las actuales generaciones revolucionarias que niegan a postergar la lucha por la liberación social de los oprimidos.

Quiero recordar al guerrillero Ernesto Guevara, de la estrategia antiimperialista con “dos, tres…muchos Vietnam” y de las ráfagas de ametralladora grabando su mensaje insurrecto en oídos receptivos e espíritus insurgentes. Al Ché Guevara que convocó a tres gurises tupamaros a dar la vida homenajeándolo en la toma de la ciudad de Pando, al Ché Guevara que fue el grito de guerra de las compañeras y compañeros asesinados, desaparecidos y torturados cuyo ejemplo de vida y entrega jamás se olvidará ni nos permitirá perdonar a los criminales del terrorismo de estado.



La senda sigue trazada. ¡Salud, Comandante! ¡Hasta la Victoria Siempre!




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