12 de abril de 2012
>>> por Jorge Zabalza
1964. 8 de setiembre. Una vez fracasada la invasión de Bahía Cochinos,
pergeñada por la CIA y los “gusanos” con el beneplacito del presidente
J.F. Kennedy, el gobierno de los EEUU dió directivas a la Organización
de Estados Americanos (OEA), su organismo diplomático para América
Latina, recomendara a sus miembros romper relaciones con la Cuba
Revolucionaria. El objetivo evidente era aislarla en el contexto
latinoamericano y presionarla para que se apartara de la URSS. El
gobierno de México fue el único con la dignidad suficiente para
reafirmar la autodeterminación de los pueblos como principio para las
relaciones internacionales. El Partido Nacional, que se vanagloriaba
de haber impedido en el pasado la instalación de bases militares
yanquis en territorio uruguayo, tiró por la borda su orgullo y echó
rodilla en tierra para subordinarse a la voluntad del gobierno
imperial. El movimiento popular, por el contrario, reaccionó indignado
ante la claudicación de los gobernantes y manifestó de varias maneras
su solidaridad con el pueblo cubano. Los estudiantes universitarios
llenaron la Avenida 18 de Julio y, para indicar el carácter pacífico
de la protesta, hicieron una “sentada” frente a la explanada de la
Universidad. Los caballos del Regimiento No. 6 de Caballería
atripellaron a miles de personas, muchos heridos, más detenidos, los
que pudieron corrieron a encerrarse en el edificio central de la
Universidad. Una ocupación forzada. Esa noche, el ministro del
interior Adolfo Tejera subió al techo del café Sportman (18 de Julio
esquina Tristán Narvaja) y con un megáfono conminó a “desalojar
pacíficamente” la Universidad o, en caso de negativa, un grupo de
choque tomaría el edificio por asalto. Los ocupantes hicieron una
asamblea donde, en función de posturas ideológicas, unos planteaban
abandonar el edificio y los otros queríamos seguir resistiendo.
1964. 12 de setiembre. Se produjo el desalojo “acordado” y a casi
todos los cuatrocientos ocupantes se les tomó las huellas digitales y
los datos personales. Algunos permanecimos escondidos hasta que los
“tiras” se fueron. Cuarenta y tres personas que no pudieron acreditar
su condición de estudiantes fueron detenidos y posteriormente dejados
en libertad desde jefatura. El objetivo del ministro Tejera era doble,
por un lado, identifcar a “quienes estaban detrás de los desmanes” y,
por el otro, disuadir y amedrentar, dar mucho palo para que los
estudiantes supieran cuán fuerte y largo es el brazo de la ley. Sin
embargo, la casi totalidad de los que ocuparon la Universidad aquella
primavera del ’64, se metieron de lleno en la lucha revolucionaria
desencadenada a partir de 1968. Se reencontraron en las salas de
tortura y en las cárceles del pachecato y la dictadura; muchos de
ellos, demasiados por supuesto, fueron asesinados y forzosamente
desaparecidos. Tal vez Adolfo Tejera amedrentó a algunos pocos pero,
por el contrario, a la inmensa mayoría nos radicalizó y definió por la
Revolución. Fue un verdadero tiro por la culata.
Esa tarde el compañero Mario García Incháustegui, embajador cubano en
Uruguay, expulsado, subió al avión que lo llevaría a la isla de José
Martí. Una multitud se concentró en la doble avenida del Aeropuerto de
Carrasco. La Guardia Republicana reprimió a sable limpio la
manifestación. Más heridos, más detenidos, de la “Suiza de América”
sólo quedaban los restos.
El abajo que se desperezaba...
Por muy civilizado que fuera el discurso y la bien trajeada apariencia
de los gobernantes de la Unión Blanca Democrática (UBD), cada tanto
les salía la fiera del alma y sacaban policía y ejército a la calle.
Por dos veces, en 1963 y 1965, impusieron medidas prontas de seguridad
contra los que ponían palos en la rueda de su política económica,
signada por la primer carta de intención firmada con el FMI. La
intensificación del autoritarismo no amilanó a los asalariados, que
en ese 1964 de la ruptura con Cuba, organizaron su Convención Nacional
de Trabajadores (CNT), convocaron el Congreso del Pueblo para definir
el programa popular y el 6 de abril de 1965 estuvieron en condiciones
de concretar el primer paro general organizado pro la novel central
sindical.
La violencia policial contra quienes protestaban por la expulsión del
embajador cubano podía parecer desproporcionada pero, en realidad, al
reprimir a los manifestantes, el gobierno estaba peleando con un
temido fantasma, la posibilidad remota de una insurrección popular
como la que derrotó la tiranía de Batista en Cuba. Reprimían más lo
que imaginaban que lo que ocurría delante de sus ojos. Insuficientes
para sostener la vía pacífica de dominación, los amortiguadores
batllistas empezaron a crujir y a dejar entrever que, en el fondo, la
función natural de la democracia burguesa es asegurar libertades y
derechos de unos pocos negando derechos y libertades a las grandes
mayorías populares.
El error de estrategia.
Cinco años antes que Jorge Pacheco Areco emprendiera su escalada de
violencia, el gobierno del Partido Nacional dejó de utilizar los
espacios de negociación (el ministerio de trabajo y el parlamento), y
recurrió cada vez con más frecuencia a la jefatura de policía y los
cuarteles del interior, al echar mano a los uniformados, las balas de
goma y las medidas de seguridad estaban caminando el camino del
infierno. Cuando se opta por la represión se está eligiendo el camino
que, más tarde o más temprano, desemboca en el terrorismo de Estado,
tal vez no fueran conscientes, pero lo real es que el Partido
Nacional encendió el motor de arranque.
Es imposible evitar que las desocupaciones violentas y los chorros de
agua no enseñen a deletrear el abecedario de la resistencia. Al atacar
con denuedo a “los que están detrás del asunto”, suponiendo que esos
malvados llevaran del cabresto al resto, inocentes que no saben lo que
hacen, todo lo que se mueve socialmente se vuelve sospechoso y todo es
objeto de persecución. El muro de “carachatas” uniformados,
disfrazados de marcianos, disparando gases lacrimógenos y “munición no
letal” fue el instrumento más eficaz para crear la bronca y avivar la
comprensión política de los golpeados, maltratados y encarcelados.
La responsabilidad por el terrorismo de Estado es extensiva a los
gobiernos previos al pachequismo, que cometieron el error garrafal de
dar palos para desalentar revoluciones. No habían leído a Bertold
Brecht y empezaron por reprimir a unos, después a otros y finalmente
desde 1973 no dejaron títere con cabeza. En lugar de desalentar la
lucha, la represión provoca bronca y movilizaciones en repudio.
Desde la expropiación de los fusiles del Tiro Suizo en 1963, Raúl
Sendic había pasado a luchar desde la clandestinad, pero la gente
seguía creyendo que elecciones y parlamento eran instituciones
válidas, que votando cada cuatro años podía cambiar su condición
social. Más allá de los avances en organización y en definiciones
políticas que se lograron entre 1963 y 1968, el MLN (T) no dejaba de
ser un grupo muy pequeño. El crecimiento de los movimientos
guerrilleros y del MLN (T) en particular, vino de la mano de la
masividad de la represión pachequista que castigaba a todos para
perseguir a unos pocos, el régimen de Pacheco creó el clima propicio
al desarrollo de la conciencia revolucionaria al poner punto final al
Uruguay Batllista. La bestialidad de los represores es la mejor
propaganda revolucionaria.
El país del olvido y el perdón.
El semanario BÚSQUEDA (No.1656 del 29 de marzo del 2012) informó sobre
la ocupación del Liceo No. 70 por los padres, profesores y
estudiantes. No reclamaban nada fuera de lugar, apenas algo mejor que
contenedores como salones de clase y que se arreglaran los baños. El
gobierno renunció a la paciencia y mandó un comisario a “negociar”.
“El desalojo del liceo se produjo en forma pacífica luego de que un
comisario ingresara la lugar y comunicara a los ocupantes que si no
salían ingresaría un grupo de choque”. Cuesta entender que se
califique de “pacífica” una desocupación realizada bajo amenaza de
intervención por un grupo de choque policial.
Más adelante continúa BÚSQUEDA: “Disparando ‘munición no letal’ la
policía desalojó a los manifestantes golpeando a varios de ellos con
palos. Además de tres camiones había motos Puma en las inmediaciones y
una tanqueta blindada rusa que la policía adquirió recientemente para
emplear en operaciones tácticas. Es igual a los vehículos que las
fuerzas especiales brasileñas usan para ingresar a las favelas”
El ministro de todas los policías, Eduardo Bonomi, afirmó a través de
los informativos televisados que “no hubo mucha represión”, expresión
que admite que se reprimió en los accesos a Montevideo. Para Bonomi
fue una especie de “operación quirúrgica”, aséptica y con bisturí,
como las de la fuerza aérea estadounidense, pero sus balas de goma, de
90 gramos de peso, pueden lastimar y hasta sacarle un ojo a la
víctima. Por las dudas a la vuelta de la esquina apostaron la
“pesada”... cualquier observador desprevenido puede pensar que el
ministerio del interio se sale de la vaina por dar palos.
Se podía haber hecho un esfuerzo mayor para encontrar un camino de
salida que evitara la acción policial, podían haber concurrido
parlamentarios (¿para qué sirven si no es para eso?), al viceministro
de Educación y Cultura o, incluso al ministro Erlich, si se quería
poner todos los medios al servicio del diálogo. No se hizo así y se
prefirió enviar un comisario antes que agotar el diálogo con los
padres y trabajadores. Se los ignoró porque el presidente supuso que
“alguien” estaba detrás del reclamo, no podía creer que sus vecinos
del Cerro, que lo votaron a él, se cansaran de ver las condiciones en
que sus hijos están obligados a estudiar y le pusieran un palo en la
rueda. En realidad, para dejarlos conformes bastaría con asignar un
millón de dólares más por día a la educación... aunque para ello
hubiera que quitárselos a esas fuerzas armadas culpables de tantos
crímenes. Por supuesto el progresismo rechaza de plano posibilidades
tan concretas -¡que sería de un gobierno sin milicos! – y por eso,
para resolver el problema de la educación el presidente puso toda su
carne en el asador del acuerdo “multipartidario”... que no se sabe
muy bien para qué diablos servirá, pero que el gobierno lo exhibe como
un triunfo.
Se enorgullece de su espíritu abierto al diálogo y la negociación y
en ese sentido exhibe varios éxitos rotundos, como el acuerdo con los
intendentes blancos y colorados para aprobar la ley de patente única
de rodados. ¡Cuán paciente fue el presidente con los generales que se
resistían a concurrir al parlamento el 21 de marzo para cumplir con la
condena impuesta por la Corte Interamericana! La imagen es que se
dialoga con todos y con todas, con los empresarios argentinos, con el
asesino de Nybia Sabalzagaray... hasta con las “damas de blanco” se
dialoga. Sin embargo, está claro que Mujica tiene serias dificultades
entablar el diálogo con Ney Thedy, el “peludo” de la generación de
Raúl Sendic. Aunque gusta exhibir su veta humanista con los pobres
“viejitos” presos por asesinar, desaparecer y torturar, no ha mostrado
el mismo talante hacia el veterano colono de 70 años a quien expulsó
de la tierra con cien coraceros. Sufre de asimetrismo, está
predispuesto a dialogar con la derecha y con el arriba pero algo en su
cabeza le impide hacerlo hacia abajo y a la izquierda.
Se puede percibir que el gobierno es proclive a usar la fuerza
policial. ¿El gobierno de Mujica opta por la coerción y la represión a
quienes reclaman por sus derechos? No, no puede ser, nadie puede
creerlo, es puro subjetivismo de los “radicales”, pero sin embargo
¿para qué están comprando armas, blindados y otros chiches?, ¿quién
podía creer que Mujica atacara a la jueza Mariana Motta que está
comprometida con la verdad y la justicia?. La intensidad de la
violencia represiva no puede graduarse, no hay mucha o poca
represión... es represión nomás, como no hay tortura leve o dura, es
tortura a secas. Si el presidente continúa recurriendo al aparato
represivo para quitar los palos de su rueda, se irá diluyendo la
imagen de guerrillero que puso su vida en juego por las clases
populares y la gente entrará a darse cuenta del contenido real de su
proyecto político, habrá más desengaño y más decepción, se
multiplicarán los indignados con las actitudes del gobierno y... las
consecuencias no será obra de una conspiración de la “izquierda
infantil” sino de las propias incoherencias y contradicciones del
gobierno. Al parecer está emprendiendo el mismo camino que tomaron los
gobiernos y los partidos políticos en los años previos al
autoritarismo ilegítimo de Jorge Pacheco Areco. Es mucha
responsabilidad la que está asumiendo este elenco de ex-guerrilleros
devenidos gobernantes en el Uruguay.
Por supuesto que estos paralelismos son necios... pero, la realidad es
dura A pesar de que se dió cumplimiento a la sentencia internacional,
se está construyendo el país del olvido y el perdón, se abren espacios
a las cada vez más frecuentes apariciones públicas de los altos mandos
dando su visión y sus opiniones reaccionarias. No me hagan caso, es
todo puro subjetivismo, rencor y envidia.