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viernes, 20 de diciembre de 2019
viernes, 13 de diciembre de 2019
Un libro para futuros revolucionarios
Concebido como una revisión de la historia oficial, el libro de Jorge Zabalza reúne historias que transcurren en tres siglos, desde la conquista hasta la conformación del Estado nación. Con su narrativa insurgente, refuta la leyenda militarista del artiguismo, traza potentes conexiones con los guaraníes y los negros africanos. La leyenda de Zabalza es una toma de partido por los olvidados de la historia oficial, esa construcción falsa producida por las clases dominantes con el objetivo de no permitir el surgimiento de generaciones insurgentes.
Brecha por Raúl Zibechi y Diego Castro
13 diciembre 2019
Con Jorge Zabalza, sobre «La leyenda insurgente»
—En la dedicatoria inicial a tu hermano Ricardo planteás la necesidad de rescatar las historias de las manos de los poderosos. ¿Cuál es la importancia de este libro que recorre casi tres siglos de historia no oficial?
—En la dedicatoria digo que sobrevivir no nos da derecho a olvidar todo lo que dijimos y la concepción que teníamos. Por suerte, desde niños aprendimos a mirar críticamente la historia oficial, que es la historia fabricada por los historiadores del Partido Colorado. Como el hogar nuestro era blanco tuvimos una mirada crítica. La revolución cubana tuvo que esperar a ganar para empezar a rescatar a José Martí, a Antonio Maceo, a Julio Mella (que estaba completamente olvidado). Nosotros tenemos una historia para consolidar el Estado: la de la segunda mitad del siglo XIX, y parte del batllismo, porque Pepe Batlle colaboró con esa historia. Carlos María Ramírez, Francisco Bauzá, Clemente Fregeiro… Empezás a recorrer la historia y son todos colorados. Juan Zorrilla de San Martín, el gran poeta de Uruguay, escribió La leyenda patria y se olvidó de nombrar a Artigas. En la época de Máximo Santos se retoma a Artigas, al calor de los puestos y los premios que les daba el Estado a estos intelectuales, y Zorrilla de San Martín –recién ahí– escribió la epopeya de Artigas. Ramírez se convirtió en el apologeta de Artigas, Eduardo Acevedo… Todos salieron a construir una figura de Artigas que, en gran parte, es la leyenda “militarizada”: un Artigas con uniforme, bien peinado, con gesto adusto. Uno lee testimonios directos de la época y Artigas no era eso. Yo me lo imagino con un pelo bastante largo, bastante mugriento y vestido como podía, lejos de esa imagen de estampita que nos dejó Blanes. La leyenda insurgente toma partido sobre la historia para colaborar en futuras insurgencias. Está la leyenda negra, la leyenda celeste –como la llama Carlos Real de Azúa–, que es el invento del Partido Colorado, y también la leyenda insurgente. Si en algún momento queremos fundamentar históricamente una revolución en Uruguay, hay que dar vuelta la mirada. Todo el nomenclátor de Montevideo es falso; simbólicamente, el Partido Colorado refleja esa historia. Hay que cambiar todo el calendario de fiestas patrias: el 25 de agosto no quiere decir nada, es una mentira.
—¿Quiénes son nuestros Martí, nuestros Mella?
—En primer lugar, hay que rescatar a los guaraníes. En aquella época había unos 150 mil guaraníes en unas 30 misiones creadas por los jesuitas. Fueron los que protagonizaron los cercos a Colonia del Sacramento, construyeron la muralla de Montevideo y la ciudad de Minas, donde todavía hay un pueblo de guaraníes, Los Tapes. Fundaron Buenos Aires, Santa Fe, Corrientes; eran la mano de obra. Cuando portugueses y españoles quisieron liquidar el problema invadiendo las misiones, hubo un derrame hacia el sur, muchos se quedaron del Río Negro, al norte. Nuestra realidad es guaraní en esa época, Buenos Aires tenía 10 mil habitantes y Montevideo 4 mil o 5 mil, pero había 150 mil guaraníes organizados en una sociedad que producía bajo principios cooperativos. Administraban 15 o 20 estancias en el norte de la Banda Oriental. Esa realidad se transmitió al movimiento artiguista. ¿Por qué Artigas no defendió Montevideo y se llevó a toda su gente para el norte? Fueron a rescatar los siete pueblos de las Misiones Orientales. El centro de gravedad político, social, demográfico de aquella época era el guaraní.
En segundo lugar, hay que rescatar a los batallones artiguistas de africanos. Pero no sólo el artiguismo; San Martín cruzó los Andes con 2.500 esclavos liberados, de los cuales regresaron 123. Los que pusieron la sangre fueron los negros africanos y los guaraníes. San Martín era indio guaraní; hasta hoy se niegan a hacerle el Adn a sus restos. Hay demasiados testimonios que lo tratan de indio y la oligarquía porteña lo menospreciaba por indio. Hay que homenajear a Andresito, a Sepé, a Encarnación Benítez, a Baltasar Vargas, cambiar a Lorenzo Batlle y a Lafone por ellos, que son los verdaderos héroes patrios. No sólo hay que enseñar otra historia en las escuelas, también hay que reflejarla simbólicamente. Ahora había una polémica, si ponerle o no a una calle Mario Benedetti. Lamento discrepar con Mariano [Arana], que es un buen compañero, una buena persona, uno lo aprecia y le tiene cariño, pero mantener el nomenclátor actual de Montevideo y de las ciudades del Interior es mantener una historia falsa, hecha para justificar la dominación de clase. Y no sólo Montevideo fue el principal centro esclavista de la zona, es decir, todos los familiares de los grandes personajes de la historia fueron esclavistas. Los tatarabuelos de los Batlle y los Herrera eran esclavistas, las grandes fortunas del Uruguay se hicieron sobre esa base.
—¿Esta mirada de la historia ya la tenían presente en los sesenta?
—Nos enseñaron historia con el hermano Damasceno, una fantasía tan grande, un cuento enorme. Tuvimos la suerte de tener en el liceo un profesor socialista, Silos Piedra Cueva, compañero de Carlitos Machado, y una profesora, Olga Labraga, que era del Cerro, de origen comunista. Ellos quebraron esa historia nacional. Luego vinieron las lecturas: Lucía Sala Turón, José Pedro Barrán, Benjamín Nahum, y ahora, como buen autodidacta –debo de haber metido la pata en algo, porque los autodidactas siempre la meten–, me dediqué a estudiar a gente que últimamente ha hecho investigaciones serias sobre distintos temas en Río Grande, Paraguay, Corrientes y Uruguay. El último tema que trato en el libro son los datos de la antropología genética, que aparentemente no tiene nada que ver con la historia. Allí se establece que el 31 por ciento de los nacidos en este territorio que hoy se llama Uruguay tenemos algún gen guaraní por el lado materno. En Tacuarembó es el 61 por ciento, en Montevideo es el 20 por ciento.
—Es curioso que sea Carlos Maggi quien trabaje estos temas, que no es de izquierda. ¿Te sorprende?
—No, yo soy admirador de él. Maggi tiene una sensibilidad distinta, de artista. Él reacciona frente a la descripción de Artigas de [Dámaso Antonio] Larrañaga. Dice, no, este hombre no se está haciendo el pobre, este hombre está reflejando una cultura diferente, que no es la austeridad por falta de medios económicos. Maggi fue uno de los tres que estudió el archivo Artigas (además de Pivel Devoto y Petit Muñoz). Toda la versión del Artigas bandolero hay que rescatarla; nos vendieron que nació a los 39 años el día que le entregan el sable (los españoles). Sobre lo que sucedió antes en su vida no sabemos nada; era un bandolero social, diría Hobsbawm. Es muy probable que hablara guaraní, las montoneras artiguistas hablaban guaraní, los documentos en castellano vienen después, de la mano de [Miguel] Barreiro y [José Benito] Monterroso: los curas ilustrados. También influyeron en Artigas lecturas provenientes de Estados Unidos, lo rescata el propio Maggi; textos de Thomas Paine sobre democracia y federalismo.
—Decías que este libro es un legado para las próximas generaciones insurgentes. ¿Qué aspectos son centrales para las revoluciones futuras?
—Mirar diferente la historia. Analizamos el presente dependiendo de la historia que contemos. Para tener independencia política y económica es necesario tener independencia de pensamiento. Lo cuento en el libro: acá no había burgueses, había empleados de la burguesía británica. Hubo gerentes, mayordomos, amanuenses. Con ellos se constituyó el Estado, no como una clase social con intereses propios, ni una burguesía nacional con intereses contradictorios a los del imperialismo, sino que eran servidores del imperialismo. Los centros capitalistas siguen teniendo sus amanuenses hoy en día. Tampoco había una clase asalariada. No podemos caer en el invento de trasplantar la historia de Europa a América Latina diciendo que hubo una confrontación de clase, inventando contradicciones que no existían.
—De alguna manera, este libro es como lo que han hecho los cataristas en Bolivia o los zapatistas en México: reescribir la historia para que las rebeldías puedan florecer en otras generaciones. ¿Tenés esa esperanza?
—Yo tengo, sí. Fijate, leí el libro del viejo Herrera La misión Ponsonby, cuando tenía 12 años (mi viejo tenía bruta biblioteca y le encantaba la historia). Ese fue el primer libro de revisionismo histórico, hecho para contraponerse a la historia oficial de la clase dominante que se instaló a fines del siglo XIX. Jorge Abelardo Ramos –discrepo mucho con él– entiende que la lucha por la independencia es una continuación de la lucha entre liberales y absolutistas en Europa. No, señor, en 1780 fueron las rebeliones de Túpac Amaru y Túpac Katari. Túpac Amaru llegó a movilizar 100 mil quechuas y aymaras, le puso un cerco durante tres meses a la ciudad de La Paz. Abelardo Ramos y también los colorados nos quieren vender que somos liberales porque éramos jacobinos. Nosotros fuimos la continuación de los tupacamaristas y de los guaraníes que lucharon contra los españoles. Ese enfoque yo lo quiero transmitir, por eso arranco el libro con Alejo García, que era el más enfermo de todos, el “descubridor” del Paraguay. García viene con Juan Díaz de Solís y se salva de la matanza. Y no fueron los charrúas, sino los guaraníes quienes se lo comieron en un ritual. García llega a Porto Alegre y, empujado por la fiebre del oro, se camina miles de quilómetros hasta casi el Potosí, llega al sur de Bolivia, caminando en medio de la selva, cinco españoles con una compañía de 2 mil guaraníes.
Después lo mataron y le ponen “el descubridor” de Paraguay, pero no descubrió nada. Era la locura del oro lo que los empujaba, la misma de Pizarro, de Cortés, de Irala, de Mendoza, que se tuvo que volver a España corriendo porque los querandíes casi se lo comen. Esa historia que nos quieren vender de la conquista como algo planificado no es así. Fue una locura, una historia de tipos de-sorbitados, medio locos, que se conquistaron un continente impulsados por la burguesía británica, el desarrollo y la revolución industrial. El afán de lucro los impulsaba.
—¿Dónde ves la leyenda insurgente hoy?
—En el feminismo, en las movilizaciones de las mujeres, que tuvo sus inicios en grupos militantes pequeños de gente muy estudiosa y persistente, con una voluntad política muy decidida. Fueron las que expandieron el tema del patriarcalismo, la violencia y la explotación hacia las mujeres. Esto no es tan antiguo, empezó hace 30 o 40 años y hoy se presenta como un movimiento masivo que se expande por todo el mundo. Es muy parecido a lo que sucedió en 1968 con el movimiento estudiantil, y tiene un destino anticapitalista, porque el patriarcalismo tiene una razón económica de existir. El otro movimiento poderoso que está surgiendo es el de la defensa de la tierra, el agua, el aire, el medioambiente. Hace poco, los que luchan por un Canelones libre de soja tuvieron un laudo favorable de la Institución de Derechos Humanos, que reconoce que el uso de agrotóxicos atenta contra la salud y los derechos humanos. Esto está ocurriendo en todo el mundo, en Suiza dejaron de utilizarlos, y a Suiza no se la puede acusar de socialista. Estuvo la lucha contra Aratirí y ahora contra Upm 2 y el tren. Sueño con que un día ocupemos Upm 2, con un movimiento lo suficientemente fuerte como para decir que no queremos Upm. Por supuesto que hoy no tiene mucho asidero, pero es un norte. Nunca pensamos que las ideas de una revolución social, de un mundo socialmente justo, tienen que ser mayoría electoral para después generar hechos políticos. Esas ideas deben ser adoptadas por una cantidad suficiente de mujeres que, además de luchar por la igualdad, sean anticapitalistas, y de gente que luche por la defensa del medioambiente y sepa que el capitalismo es su principal enemigo. También pienso en la lucha por los derechos humanos, porque es la esencia de la batalla contra los opresores en la búsqueda de los desaparecidos. En el último tiempo ha sido reducida a su mínima expresión, en Uruguay y en Argentina. En el Batallón 13 no hay diez máquinas trabajando, hay sólo una; no hay 50 estudiantes de antropología, hay ocho o diez, porque falta voluntad política. Les interesa hacer un hecho político del tabaco y no de los desaparecidos.
—¿Qué opinión tenés sobre el proceso electoral?
—Estas elecciones son lo más pobre que hay. El cotejo entre dos o tres formas de ser mayordomos del capitalismo. El mayordomo frenteamplista, con el Mides que reparte ingresos, pero me dicen los trabajadores que no les sirve hacer horas extras en la construcción porque el Irpf les come el hígado. Es mentira que se repartió la riqueza, no se repartieron las estancias ni se cambió el modo de producir. No se tocaron los intereses del capital. Además, hubo un traslado de la política, de lo social a los comités de base y después los mataron. A un mes de las elecciones se reabrieron, como antes hacían los blancos y los colorados, pero es muy pobre comparado con el entusiasmo que había antes en cada casa y en cada auto con la bandera. El vecino te dice: “¿Y a quién voy a votar?”.
—Frente a este escenario, ¿qué se puede hacer? —La perspectiva que veo de ruptura –porque acá de lo que se trata es de romper ideológicamente la idea de que se terminó la revolución y de que hay capitalismo para siempre–, la veo por el lado de los movimientos sociales: feminismo, ambientalismo y derechos humanos. Es decir, los movimientos que han ganado independencia con relación a los aparatos electorales, porque los otros están atados al éxito electoral de la izquierda progresista. El ambientalismo y la lucha de las mujeres choca con el capitalismo, el patriarcado es la forma de expresión del sistema capitalista. Por eso todos los días nos enteramos de un feminicidio. Hoy en día las manifestaciones de los 20 de mayo, la Marcha de la Diversidad, la de los 8 de marzo, son lo que eran antes las manifestaciones sindicales. Los principales luchadores en materia de derechos humanos en Uruguay quedaron todos subordinados al gobierno frenteamplista. Les teníamos respeto y cariño, pero están subordinados. Hoy el Estado no puede evitar ser operador del olvido y del perdón. Eso es lo que pasó con Tabarecito, y a este Manini Ríos le están haciendo un gran favor. Uno llega a viejo y lamenta una cantidad de errores, haber caminado por senderos equivocados. Pero también vio tantas cosas positivas… La gente en asamblea en los asentamientos tiene una vinculación con el artiguismo cuando decide que determinado terreno va para esta familia porque necesita más, los otros van a la Ute, a la Ose… Hubo períodos en los que este pueblo se ha movilizado, pero hoy no es así. Cuando la gente toma resoluciones por sí misma no se puede prever si será ahora o en 30 o 40 años. Hay momentos en la historia en los cuales la gente es dueña; recuerdo el Cordobazo, que fue muy profundo. No hubiera habido lucha armada en Argentina si Agustín Tosco y los sindicatos no hubieran hecho esa movilización sindical que culminó en una sublevación política contra la dictadura de [Juan Carlos] Onganía. Mirá lo que pasó en Haití. En uno de esos momentos históricos los ciudadanos tomaron un cuartel, a mano pelada, no fue una organización, el Mln o el Erp. La masa fue al cuartel, tomó las armas y nunca las encontraron. En el Cordobazo cercaron las comisarías, los policías gastaron las municiones y no pudieron reprimir.
Manini Ríos
“Estamos ante un liderazgo de futuro”
—¿Por qué el líder de Cabildo Abierto utiliza la simbología artiguista?—Es el mismo sistema que empleó Máximo Santos: crear un héroe militar para fortalecer la presencia del Estado. La estrategia de Manini es reagrupar a ese 43 por ciento que le dijo que sí a la dictadura en 1980 y en 1989, para llevar adelante la mano dura.
—¿Tiene proyección política? —Le veo futuro. Van a venir Soros y Rockefeller y, en vez de hablar con el Pepe, hablarán con él. Estamos ante un liderazgo de futuro del Uruguay. Estamos viendo el nacimiento de un nuevo Mario Aguerrondo: empezó como jefe de Policía, creó la logia Tenientes de Artigas y tuvo el 14 por ciento del electorado en 1971. Fue muy potente.
domingo, 1 de diciembre de 2019
miércoles, 6 de noviembre de 2019
Entrevista de Diego Castro y Raúl Zibecchi
ENTREVISTA A JORGE ZABALZA POR DIEGO CASTRO Y RAÚL ZIBECCHI PARA "ZUR-PUEBLO DE VOCES
Jorge Zabalza presenta el libro “La leyenda insurgente”concebido como un aporte de un viejo luchador social a las rebeldías futuras. Refuta la historia negra y la “celeste” (militarista) del artiguismo a la que le opone su leyenda insurgente. En ella emergen Andresito, Sepé y Encarnación Benítez, para dar fuerza a la conexión entre artiguismo, guaraníes y “escalvos negros”.
Jorge Zabalza presenta el libro “La leyenda insurgente”concebido como un aporte de un viejo luchador social a las rebeldías futuras. Refuta la historia negra y la “celeste” (militarista) del artiguismo a la que le opone su leyenda insurgente. En ella emergen Andresito, Sepé y Encarnación Benítez, para dar fuerza a la conexión entre artiguismo, guaraníes y “escalvos negros”.
viernes, 18 de octubre de 2019
Pugna ideológica
Por Jorge Zabalza
“Revolución socialista o caricatura de revolución”, gráfica expresión de Ernesto Guevara que rebatió el mito estalinista de la “revolución por etapas” y de los frentes populares en alianza con las supuestas burguesías “democráticas y nacionalistas”. Esas burguesías de América Latina nacieron y se educaron para servir a la acumulación capital de los grandes centros europeos y norteamericanos de expansión del capitalismo. Han sido y son incapaces de imaginarse un sistema económico propio, no tienen intereses independientes del sistema capitalista mundial. La revolución cubana logró poner en práctica políticas de liberación nacional mientras transformaba el modo de producir y de participación política, transitando directamente hacia al socialismo. Hoy día, parece evidente que, al avanzar hacia una democracia avanzada, solamente se logra consolidar y fortalecer el sistema de reproducción del capital.
Claro que, el motivo de la gran disrupción con el estalinismo criollo provino de la prédica de Guevara en favor de los estímulos morales (“el comunismo es un hecho de consciencia”). El tránsito revolucionario que proponía Guevara recorría una senda muy diferente a la emprendida por quienes utilizaban las armas melladas del capitalismo en el “socialismo real”.
Por otra parte, la apelación al “deber de todo revolucionario”, o sea, a la responsabilidad política individual, provocó tremendas consecuencias transformadoras en la subjetividad latinoamericana. En respuesta a ella, colgaron la mochila al hombro De la Puente Uceda y Héctor Béjar en Perú, Douglas Bravo, Francisco Prada y Fabricio Ojeda en Venezuela, Carlos Fonseca en Nicaragua, Ricardo Masetti en Argentina y Turcios Lima y Yon Sosa en Guatemala. Trepar las sierras fue su forma particular de expresar el espíritu general que conmovería la humanidad en 1968.
El 10 de agosto de 1967 Fidel cerró la primera conferencia de la Organización Latinoamericana de Solidaridad en el Teatro Chaplin de La Habana. Su memorable discurso denunciando la ayuda financiera y técnica que el “campo socialista” prestaba a los mismos países que expulsaron a Cuba de la OEA y bloquearon su economía. El abrumador aplauso las delegaciones presentes rubricó la condena. Sin embargo, el presidente de la delegación uruguaya, Rodney Arismendi, permaneció de brazos cruzados, mientras Raúl Castro le aplaudía en la cara. Arismendi fue solamente acompañado por el embajador de la URSS y por varios periodistas soviéticos. José Díaz, Reinaldo Gargano y el resto de la delegación uruguaya aplaudieron entusiasmados. Se declaró la independencia de la revolución latinoamericana por mayoría absoluta. Luego, Fidel se explayó condenado las agresiones de los EEUU a revolución cubana. Destacó la resistencia armada de los negros en Estados Unidos que “no necesitaron apelar a ninguna filosofía, y mucho menos a una filosofía revolucionaria, para justificar la inacción”. El camino de la revolución era un camino de lucha: “Que nadie se haga ilusiones de que conquistará el poder pacíficamente en ningún país de este continente, que nadie se haga el ilustrado y el que pretenda decir a las masas semejante cosa, las estará engañando miserablemente”. (…) “Esto no quiere decir que hay que agarrar un fusil mañana mismo, en cualquier sitio y empezar a combatir”.
Tampoco “quiere decir que la acción deba esperar al triunfo de las ideas. Este es un punto esencial de la cuestión: los que creen necesario primero que las ideas triunfen en las masas antes de iniciar la acción, y los que comprenden que, precisamente, la acción es uno de los más eficaces instrumentos de hacer triunfar las ideas en las masas”.
Basta con que las ideas revolucionarias sean asumidas por un número suficiente de personas, las necesarias para la expedición del Granma, por ejemplo. “De lo que se trata es de la pugna ideológica entre los que quieren hacer la revolución y los que no quieren hacerla, es la pugna entre los que quieren hacerla y los que la quieren frenar”. Esa batalla de ideas todavía sigue en pie.
El clima en 1968
El 5 de enero de 1968 se produjo un cambio notable en la jerarquía del estalinismo checoeslovaco. Novísimo secretario general, Alejandro Dubcek inició un proceso de reformas dirigido a trasladar el quehacer político hacia las bases, hacia los consejos organizados por obreros, estudiantes, artistas, académicos y cooperativas de campesinos. Es cierto que Alejandro Dubcek empujó “la primavera de Praga” desde las alturas, pero, en definitiva, emprendía un regreso a los orígenes ideológicos de la revolución del ’17. Nadie podía extrañarse, entonces, que la burocracia estalinista -principal beneficiaria del estado de cosas- se opusiera violentamente a las reformas.
El 21 de agosto de 1968, el ejército de la URSS invadió Checoeslovaquia. Aun así, el fenómeno no se detuvo hasta fines de 1969. El soplo primaveral contribuyó a la ruptura de la disciplina intelectual que aprisionaba las ideas en las redes de los esquemas estalinistas. En los hechos, fue el inicio del quiebre que años después haría implosionar la URSS, el Ejército Rojo y el “campo socialista”, permitiendo aflorar a superficie la restauración del capitalismo llevada a cabo por el PCUS. El estalinismo fue el principal responsable de que millones de personas hayan involucionado y adoptado las ideas liberales.
A principios de 1968 también fue la ofensiva del Tet. El 31 de enero, vietnamitas del norte y del sur, soldados de línea y guerrilleros experimentados, atacaron las principales ciudades del Vietnam ocupado por los Estados Unidos. Tres semanas duró la batalla en Saigón: ¡Llegaron a tomar por asalto la embajada de los gringos!
Los revolucionarios ocuparon la emblemática Hué, que fue prácticamente arrasada por la aviación yanqui. ¡Los pueblos del mundo sonreían con la paliza que sufría el ejército que Hollywood mostraba invencible! Finalmente, después de meses de combate, guerrilleros y ejército regular debieron replegarse, desgastados por la superioridad tecnológica y desilusionados porque no se dio la esperada insurrección popular en Saigón.
Sin embargo, gracias al Tet, los estadounidenses se dieron cuenta que los “marines” y “boinas verdes” no podían vencer al pueblo organizado y armado. Descubrieron que sus gobernantes les habían mentido a la par que eran responsables de crímenes de lesa humanidad. La ofensiva provocó una explosión de protestas estudiantiles contra la guerra en el corazón del imperio. Al mismo tiempo el pueblo vietnamita desvirtuó la tesis de la coexistencia pacífica con los EEUU, estrategia que solamente respondía a los intereses de la URSS en la competencia por la hegemonía del mundo.
En abril millones de estudiantes universitarios y de secundaria pacifistas, se solidarizaron con sus pares violentamente reprimidos en Berkeley, California. En agosto y durante seis días 10.000 manifestantes rodearon la convención demócrata en Washington y resistieron la represión brutal de 23.000 policías y guardias nacionales. La juventud del imperio rechazaba el servicio militar y la invasión a Vietnam. Clima que se reflejó más tarde en el festival de Wodstock.
Primavera de Praga y ofensiva del Tet y… el Black Power. En 1968, el 4 de abril, asesinaron a Martin Luther King en Memphis, crimen político cometido por las instituciones del Estado, como está harto comprobado por los documentos desclasificados de la CIA. El discurso de King estaba derivando hacia la crítica al capitalismo, responsable en definitiva de la pobreza y la opresión de los afroamericanos, el racismo visto como una necesidad del sistema. De hecho, King estaba abocado a preparar una protesta contra la pobreza y la guerra de Vietnam en Washington el 22 de abril. Las movilizaciones afroamericnas estaban sensiblemente marcadas por la memoria de las muy recientes represiones en Chicago (1966), las que dieron lugar al denominado “verano caliente” meses más tarde. Los acontecimientos parecían dar razón a Malcom X, también asesinado por la CIA, que consideraba agotado el tiempo de los reclamos por la vía pacífica y de la desobediencia civil.
La evidente intervención estatal en ambos asesinatos no pudo impedir que la Olimpíada de 1968, organizada por el criminal gobierno mexicano, fuera un escenario para la acción directa del Black Power, el poder de los Panteras Negras estadounidenses. Dos atletas estadounidenses, ganadores del oro y la plata en los 200 metros llanos, subieron al podio calzando unos largos calcetines negros y con un guante igualmente negro recubriendo su brazo izquierdo. Al recibir los premios enarbolaron el puño izquierdo en un mensaje claro de rebeldía, un grito de guerra contra el racismo remanente de la esclavitud.
París, México y Medellín
París también tuvo su ’68. El de las ocupaciones de las universidades de Nanterre y de la Sorbona en el mes de mayo. Los estudiantes salieron a las calles de las ciudades francesas tras la consigna emblemática de la imaginación al poder, la pugna ideológica en versión parisina, rechazo radical a la concepción burocrática de la enseñanza superior. Simone de Beauvoir y Jean Paul Sartre añadieron otra dimensión intelectual al movimiento.
Barricada a barricada, varios grupos de obreros industriales, tan jóvenes como los universitarios, se fueron sumando a la protesta estudiantil del Barrio Latino y arrastraron al movimiento sindical a la lucha. El 13 de mayo un millón de personas manifestaron contra la represión. La revuelta terminó siendo una huelga general con 9 o 10 millones de trabajadores parados, la mayor de la historia de Francia y tal vez de Europa. Al año siguiente fue el “otoño caliente” en Italia con manifestaciones multitudinarias en Turín, Milán y Génova. Una réplica del terremoto parisino.
Hubo una versión mexicana del ’68. Culminando una serie de protestas, el 2 de setiembre, a diez días de inaugurarse los juegos olímpicos en México, unos 10.000 estudiantes de la UNAM se concentraron en la plaza de las Tres Culturas, barrio de Tlatelolco. Era una pacífica concentración: “no queremos olimpíadas, queremos revolución”. Sorpresivamente sobrevolaron la zona de Tlatelolco dos helicópteros que lanzaron bengalas, una señal de atacar dada a las fuerzas policiales y militares. 5.000 soldados y 200 tanquetas arremetieron apoyados por los disparos de francotiradores apostados en las azoteas y edificios. La impiadosa represión dejó de 300 a 400 cadáveres tendidos sobre la plaza, algunos de ellos de personas que no participaban de la concentración. Más de 1500 personas fueron detenidas en la ocasión.
La iglesia católica sufrió un cimbronazo en el ’68: en agosto/setiembre se realizó en Medellín una asamblea de la Conferencia Episcopal Latinoamericana (CELAM), la iglesia latinoamericana y caribeña se independizó de la iglesia europea. A partir de entonces se intentó dejar de ser la iglesia europea en América Latina para fundar una iglesia que diera respuesta a los problemas propios de la realidad social y política latinoamericana. En particular era una respuesta a la instalación en Brasil de la doctrina de la seguridad nacional en 1964. En definitiva, de esta manera los obispos se integraron a la lucha por la descolonización del Tercer Mundo, en especial apoyan el proceso de la revolución cubana. La iglesia tercermundista que desenterró el mensaje pastoral y retomó la opción por los pobres que había pautado la historia de vida de Jesús. En Medellín la iglesia latinoamericana impulsó a muchísimos de sus sacerdotes a compartir la vida con los pobres y alejarse definitivamente de las clases dueñas del poder económico y político. Medellín también abrió camino a una nueva forma de hacer teología: la Teología de la Liberación que un año antes había tomado forma escrita en la pluma de Gustavo Gutiérrez (Perú). Finalmente, la asamblea de Medellín significó un espaldarazo a las Comunidades Eclesiásticas de Base, la forma organizativa de la opción por los pobres y de la teología de la liberación. Impresiona la forma en que se apretaron los acontecimientos en el espacio de pocos meses y la sensibilidad con que la humanidad recibía el mensaje y se contagiaba la rebeldía. Muy nervioso, el arriba delineó un territorio de violencia que obligó a defenderse y a expresar las ideas a puro músculo. Soplaron, entonces, vientos de pueblo en todo el mundo. El relato parece hablar por sí solo, pero… ¡qué difícil es transmitir hoy aquella necesidad que impulsaba a navegar y a dejar de lado la necesidad de vivir!
La ciudad maravillosa
Las movilizaciones estudiantiles también marcaron el ’68 brasilero. Sin embargo, a diferencia de lo ocurrido en México o Francia, el Brasil había sido aplastado por una durísima dictadura militar. No era muy sencillo sublevarse. En 1968 hacían ya 5 años que el Congreso -órgano presumiblemente democrático- había ungido presidente al mariscal Humberto Castelo Branco. Fue el primero de todos los golpes dados por los golpistas seriales diplomados en la Escuela de las Américas. Al presidente Joao Goulart lo derrocaron para impedir sus “reformas de base”, en especial la reforma agraria.
El detonante fueron los 2.000 marineros y fusileros navales reunidos en asamblea en el sindicato de metalúrgicos. Habían sido convocados para hacer sus propios reclamos, pero terminaron apoyando las reformas de Jango. Desacataron de hecho la orden del ministro de defensa prohibiendo la asamblea. Invitado, concurrió al desacato el diputado federal Leonel Brizola, ex gobernador de Río Grande do Sul. El líder de los amotinados fue el marino José Anselmo dos Santos, alias el “cabo Anselmo” que, años más tarde, se reveló como un traidor imperdonable, autor material de la matanza de Araguaria.
El partido de los estalinistas brasileros se negó a asumir el rol de caudillo de la resistencia y confió la conducción a los sectores “democráticos y nacionalistas” de la burguesía nacional y de la oficialidad de las FFAA. El quietismo provocó virulentos debates internos y divisiones. Militante comunista desde muy joven, preso político varias veces, la última de ellas luego del golpe militar, luego de haber sido herido de un balazo en el pecho, Carlos Marighella dejó sentada en una carta al PCB su “disposición a luchar revolucionariamente junto con las masas y jamás quedar a la espera de las reglas del juego político burocrático y convencional que impera en la dirección”.
Consecuente con la determinación proclamada, Marighella participó en la conferencia de la OLAS. Al regresar de Cuba fue expulsado del partido cuyo comité central integraba. Era la cara más innoble del debate interno. Junto con Joaquín Cámara Ferreira y otros disidentes crearon la Acción Libertadora Nacional (ALN) y se plegaron a la lucha guerrillera. Poco después surgiría el Movimiento Revolucionario 8 de octubre (MR8) que coordinó acciones con la ALN y juntos pusieron en jaque al régimen de los militares.
El asesinato en Rio de Janeiro del estudiante de secundaria Edson Luis de Lima (28 de marzo), hizo detonar una serie de protestas masivas y radicales. En el mes de junio el movimiento culminó con la Marcha de los Cien Mil por la ciudad. El espíritu del ’68 decía presente en el Brasil sometido a represión.
Al finalizar el año la dictadura promulgó el Acta Institucional N°5, clausurando el Congreso. Ya no le importaba dejar una imagen de legalidad. El general Costa e Silva decretó el estado de sitio permanente, disolviendo el cómplice parlamento. Un golpe dentro del golpe. El terreno institucional quedó pronto para que Emilio Garrastazú Médici diera un sesgo aún más represivo a la dictadura, fueron los “años de plomo”. Sin embargo, esa opción del Estado por la violencia creó condiciones para el surgimiento y la reproducción de organizaciones de resistencia armada. Desde 1969 se sumarían a la lucha guerrillera el capitán Carlos Lamarca y la Vanguardia Armada Revolucionaria (VAR-Palmares), la guerrilla de Araguaria y el proyecto guerrillero de Caparao con militantes de Brizola. La violencia siempre se origina en la cumbre de la pirámide.
El “Cordobazo”
Ni el sistema de partidos ni el movimiento popular argentino se propusieron en resistir el golpe militar de Juan Carlos Onganía en 1966. Líder de la mayoría electoral y de la fuerza política determinante, Juan Domingo Perón ordenó “desensillar hasta que aclare”. De hecho, lo mismo hizo el radicalismo, el otro partido mayoritario. Una parte del movimiento sindical fue “colaboracionista” y otros “participaron” de la dictadura. Se crearon demasiadas falsas expectativas hacia los golpistas.
Hubo un vacío de resistencia, pero, como las espaldas de los trabajadores no soportaban más, liderada por Raymundo Ongaro, surgió la CGT de los Argentinos y su planteo firme y radical de los reclamos sindicales y de las denuncias del régimen militar. Finalmente, los bolsillos vacíos arrastraron la CGT entreguista a convocar un paro general de 24 horas, pero, los sindicatos cordobeses que compartían la mirada de Agustín Tosco y la CGTA, decidieron extender el paro a 36 horas. A la movilización se sumaron los estudiantes que repudiaban los recientes asesinatos cometidos por la policía al reprimir manifestaciones estudiantiles en Corrientes y Rosario.
El 29 de mayo de 1969 la marcha de los obreros y estudiantes cordobeses fue agredida con gases y balazos por los cuerpos policiales. Antes del mediodía ya había cuatro obreros muertos. La manifestación reivindicativa de los sindicatos transmutó en sublevación política popular contra la dictadura. Abel Boholavsky relata como “a fuerza de coraje. con rudimentarias hondas con recortes de acero, bombas molotov y algún que otro revólver de bajo calibre, la inmensa manifestación hizo retroceder a la Caballería y a muchos patrulleros. Y se armaron las primeras barricadas. Ahí apareció un lienzo blanco con letras negras: “Viva la lucha obrera y popular”. El gobernador de Córdoba decretó el Estado de Sitio y la intervención del ejército. Los milicos dejaron varios cadáveres tendidos en las calles. Ya había pasado 1968, pero, fue el mismo soplo sagrado de Vietnam, Chicago y México el que incendió los corazones de los cordobeses.
La Huelga General de 73 en Uruguay y el “Cordobazo” en Argentina fueron los dos fenómenos de masas más importantes en la historia del Río de la Plata. Ambos lograron que el imaginario popular condenara para siempre las tiranías que enfrentaron. El “Cordobazo”, además, incubó a dos importantísimos recién nacidos: el movimiento sindical clasista (la CGT de los Argentinos) y las organizaciones revolucionarias armadas. Las ideas socialistas y revolucionarias se popularizaron en una dimensión hasta entonces desconocida. Se impusieron al liberalismo reaccionario de la dictadura, al oportunismo de Perón y al entreguismo del partido estalinista. En la disputa muscular se crearon condiciones para que un importante sector de masas se identificara con la revolución social.
Consecuencia y respuesta
El ’68 uruguayo, por su parte, quedó asociado al proceso de militarización de la sociedad conducido por Jorge Pacheco Areco. En diciembre de 1967 y en su primera semana de presidente, clausuró “Época” y “El Sol” y proscribió media docena de organizaciones políticas. Con Pacheco la oligarquía asumió directamente el gobierno (Peirano Facio, Frick Davies). El 13 de junio de 1968 decretó sus primeras medidas prontas de seguridad, régimen bajo el cual gobernaría 1.117 días, hasta 1971. Quince días después decretó la congelación de salarios, medida dirigida directamente al bolsillo del pueblo trabajador. El 28 de junio militarizó a 5.000 bancarios. Hubo detenciones masivas de luchadores sociales. Se llenaron los cuarteles.
Obligado, el movimiento popular salió a dar la pelea. El 1° de mayo del 1968 se luchó a brazo partido con la policía y con la guardia de corps que protegía al Centro Militar. El 14 de agosto murió Líber Arce, herido por un balazo policial dos días antes. Lo siguieron los asesinatos de Hugo de los Santos y Susana Pintos. En enero del ’69 un militar exorbitado dio muerte a sangre fría al municipal Arturo Recalde. Completaban el panorama las agresiones de los grupos fascistas, que venían creciendo desde 1965. En respuesta al marco de calles ensangrentadas y autoritarismo ilegal, el MLN (Tupamaros) encontró en una situación que favorecía, por primera vez desde su nacimiento, su irrupción en el escenario público. El 8 de octubre de 1969, a dos años del asesinato de Ernesto “Ché” Guevara, 49 tupamaros organizados en seis grupos tomaron por asalto cinco puntos de la ciudad de Pando y los mantuvieron durante 20 minutos. Fue una demostración de fuerzas destinada a crear la sensación de que existía un poder contrapuesto al del Estado, a inducir el imaginario de una futura toma de Montevideo.
En la retirada se produjeron varios enfrentamientos a los tiros con la policía. Una vez detenidos, Jorge Salerno, Alfredo Cultelli y Ricardo Zabalza fueron asesinados. En la balacera entre tupamaros y policías recibió un balazo mortal Carlos Burgueño, vecino que nada tenía ver con los hechos. Fueron apresados cerca de la mitad de los jóvenes revolucionarios que intervinieron en la operación; ls presencia de periodistas impidió que varios de ellos fueran ejecutados. El resto, como José Mujica, lograron retirarse hacia la costa canaria.
Sin embargo, pese a la evidente derrota sufrida, la consecuencia fue la sorprendente masividad de la incorporación de nuevos militantes al movimiento guerrillero. ¿Cómo explicar que tantas y tantos decidieran arriesgar su libertad o su vida? Fue una expresión local del clima subjetivo que agitó la humanidad en aquellos años finales de los ’60, un clima que hoy puede parecer fantasía, pero que, en aquellos tiempos revueltos, determinó los comportamientos individuales de cientos de miles de mujeres y hombres. Esa sensibilidad las y los identificaba con la primavera de Praga, la ofensiva del Tet y la lucha del Black Power. Nos sentíamos en Plaza de Tlateloco y en el Cordobazo. Desde Quebrada de Yuro, el Ché llamaba a montar los Rocinantes.
Por otra parte, todas y todos tenían un familiar o un amigo detenido por las medidas de seguridad y sometido a formas de tortura… ¿Cómo extrañarse que muchas y muchos vieran en la acción armada una posible respuesta política a la creciente represión? ¿No era ésa la palabra justa para el momento?
Las acciones en Pando fueron consecuencia y respuesta a la subjetividad imperante, expresaron la bronca acumulada contra la dictadura encubierta del pachequismo. Aunque anidaban en las entrañas del principal núcleo guerrillero, el aparatismo y el militarismo todavía no habían hecho olvidar que hacer política, sea desarmada o armada, es tender puentes en el pueblo, como solía decir Raúl Sendic. Antonaccio. Nunca cortarlos y terminar aislado.
Mientras se pueda hay que seguir batallando con las ideas, de una u otra forma.
Jorge Zabalza
miércoles, 9 de octubre de 2019
jueves, 3 de octubre de 2019
Presentación libro "La leyenda insurgente"
EDICIONES DE LA ESTACA
invita a la presentación de la obra de Jorge Zabalza
LA LEYENDA INSURGENTE
Participan: Lía Pannero de Arrospide, Samuel Blixen y el autor.
Los criollos de la Redota se veían a sí mismos como parte de una guerra civil entre españoles, los nacidos en América contra los nacidos en Europa, liberales contra absolutistas. En cambio, desde 1815, la voz de la revolución artiguista fue otra muy distinta, hablaba en el lenguaje de los guaraníes de 1750 y los tupacamaristas de 1780. Un viraje político e ideológico totalmente pasado por alto en la versión institucionalizada de la historia.
Asustados por la montonera expropiadora de latifundios, los "decentes y principales" se pasaron al enemigo. Su traición fue decisiva para derrotar al artiguismo e imponer el orden social y político que necesitaban los intereses británicos. A fines del siglo XIX, a fuerza de cepo y rejas completaron la traición y le dieron forma de una república liberal, representativa, con separación de poderes.
MARTES 8 DE OCTUBRE - 19:30 HRS
LA CASA ENCANTADA - FLORENCIO SANCHEZ 569 - MINAS
viernes, 16 de agosto de 2019
"Allá al norte y al oeste..."
Duermen amontonados en un colchón o en la misma habitación, lamentable promiscuidad que favorece la violencia y la aberración. Usan esa variedad increíble de cosas que se venden en las periferias. Se trasladan en carros, bicicletas y motos armadas con restos… algunos, demasiados, comen de la basura. Cuentan con servicios públicos muy precarios. Los robadores de los pozos negros desaguan en las cunetas. No tienen otro remedio que colgarse a la corriente eléctrica y al agua ¿Dónde van a parar sus derechos humanos en una noche de pampero sin calefacción ni abrigo?
Por Jorge Zabalza
Sus hijos van a escuelas “de contexto”. Reciben una educación muy elemental, cuya finalidad parece ser enseñar a obedecer, más que desarrollar el intelecto para escapar a la pobreza de espíritu. Los que terminan la escuela no logran hacerlo con la enseñanza media. En casos excepcionales acceden a la universidad.
Es casi nula su atención de la salud. Nacen cargando sobre sus espaldas cinco o seis generaciones de desnutrición y raquitismo, trastornos de aprendizaje, hiperactividad, absorción de plomo y dióxido de carbono. La acumulación de déficits congénitos los discapacita para la competencia por escalar la pirámide: ¿qué significa “igualdad de oportunidades” ¿Dónde van a parar sus derechos humanos en una noche de pampero sin calefacción ni abrigo? para el que nace en la marginación?
La fractura social divide en dos la ciudad: al este del Miguelete y al sur de bulevar Batlle y Ordóñez queda el país de los amortiguadores, el Uruguay batllista de la protección social y económica, el del consumismo y la fibra óptica. Al otro lado de la frontera está el territorio de la pobreza y la exclusión. ¿Cuánto tiempo falta para separarlos con muros al estilo Trump?
¿Qué significa democracia liberal allá al norte y al oeste? ¿las libertades de reunión y de expresión que son? ¿qué es la separación de poderes? ¿qué sentido tiene el Estado de Derecho? ¿dónde quedan sus garantías constitucionales? De la república liberal sólo conocen comisarías, garrote y rejas carcelarias. Cada cinco años recuperan su condición de ciudadanos, convertidos en receptores de promesas y de demagogia. La democracia liberal es burguesa, es el instrumento político de una clase social para someter pacíficamente los pueblos.
En la oscuridad del túnel sin salida, los condenados encuentran en el consumo y el tráfico de drogas el modo más inmediato de responder a la agresión que sufren desde que nacen. La policía cierra las “bocas” de venta al menudeo, los capilares más pequeños del tráfico, pero se mantienen intactas las condiciones que permiten restablecer en el brevísimo plazo la circulación de la pasta base, otro residuo de la sociedad que consume cocaína.
La discusión sobre la inseguridad y el narcotráfico se convierte en la búsqueda de estrategias para disciplinar y controlar esa población. El problema de la educación se transforma, en última instancia, en el problema de cómo educar esa infancia nacida en la pobreza. La población marginada se cuela en los debates de la campaña electoral. El individualismo feroz en que están encerrados, no les permite organizarse colectivamente para reclamar y reivindicar, algo que, de algún modo, sería el primer paso para transformarse en sepultureros del sistema, su rol posible histórico.
La sociedad alambrada
El año pasado (2018), el Instituto Nacional de Estadísticas (INE) posible definió que una persona era pobre siempre y cuando su ingreso no superara los 12.500 pesos. Para el caso de los hogares compuestos por dos personas, la línea de pobreza se ubica en 22.500 pesos y, cuando los integrantes son tres, el monto asciende a 31.900 pesos. A cualquiera que dependa de un ingreso fijo, esos montos les parecen irrisorios, una falsificación ideológica avalada por la academia y aceptada por la “clase” política y los medios de comunicación.
El INE contabilizaba 280.000 pobres o personas que están por debajo de esa frontera imaginaria. En 2018 vivían en la indigencia las 4.000 personas cuyo ingreso individual era menor de 3.500 pesos. Sin embargo, cualquier luchador social con ojo de buen cubero, sabe que los pobres en Uruguay alcanzan al millón de personas, el 30% de la población.
Las actuales “líneas de indigencia y de pobreza” las definió el INE en el 2006, según una canasta de necesidades básicas alimentarias y no alimentarias que se actualizan por IPC. Fijaron las canastas en función de los hábitos de consumo de una población de referencia tomada de las Encuestas Continuas de Hogares del 2005/2006. Aunque puede parecer arbitraria e insuficiente, la metodología está recomendada por la CEPAL y la FAO. La definición del 2006 significó un cambio de criterio en la cuantificación de la canasta, pero la concepción metodológica continuó siendo la misma: una “línea de ingresos monetarios” separa los pobres de los ricos. Un peso por arriba de la “línea” está en el paraíso y uno por debajo, espera el infierno. Su función social y política es inducir la creencia de que es posible que los pobres atraviesen la brecha social empujados con inyecciones monetarias del gobierno.
La pobreza no se mide con la cantidad de cosas que se consumen, sino por la calidad de la vida: el pobre carece de elementos para pensar críticamente, para sentir amor y solidaridad hacia los demás, para asumir la responsabilidad personal en lo social y político. No tiene nada que ver con el ingreso monetario personal. Se puede estar por debajo de la “línea” y ser un Frey Betto como ha ocurrido y sigue ocurriendo en la lucha social.
La pobreza es una consecuencia inevitable de acumulación de capital, su existencia no es un fenómeno cuantitativo sino cualitativo. El capital necesita pagar salarios bajísimos por el desempeño de servicios que sería muy costoso cubrir con asalariados protegidos por la seguridad social y por los sindicatos. Su bandera es la desregularización y expulsa millones de personas fuera del sistema de protección y los amontona en los campos para refugiados de la periferia urbana. La pobreza es la irremediable consecuencia social del capitalismo, nada ni nadie puede detener ese impulso fatal de la acumulación de capital. Para erradicar la pobreza hay que terminar con el capitalismo. La “línea de pobreza” es la máscara liberal del horror de la realidad social.
Llegó la autoridad
Implacable, la pala mecánica derriba la vivienda que oficiaba de “boca”. El vecindario siente que le quitan un peso de encima y aplaude entusiasmado. La prensa festeja la desmesura. Por fin el Estado restablece su autoridad y penetrando una de las impenetrables “zonas rojas” que, según la leyenda urbana, están dominadas por bandas de narcotraficantes. La mano dura mecanizada goza de consentimiento popular y, además, desvirtúa el reclamo de los 380.000 firmantes que quieren sacar los milicos a la calle.
Si bien la “reforma no es la forma”, ¿lo es la operación Mirador, sus censos uniformados y sus topadoras? ¿Ésa es la respuesta al miedo? Las cosas suelen ser mucho más de lo que aparentan y el público no es del todo consciente del mensaje subliminal del exceso de poder. La costumbre anestesia las sensibilidades, hoy vinieron por los “pastabaseros”, después les tocará a los que luchan y … mañana podrán venir por todas y todos. Una vez que se desató el vendaval de furia, no habrá sociólogo capaz de timonearlo.
Luego de concentrados físicamente en un territorio, se los responsabiliza del aumento de los delitos y del crecimiento del gran negocio con las drogas. Ese hecho sugiere que el consumo de drogas y el narcotráfico cumplen un rol en el control social y que estimulan la división. En lugar de considerar al adicto como un enfermo, se lo convierte en objeto del odio y el desprecio. En lugar de atender su problema de salud, se lo segrega y se lo reprime. El narcotráfico desempeña una función en el control de la sociedad.
sábado, 27 de julio de 2019
No hay democracia
Jorge Zabalza: "No descarto que Manini Ríos y Radaelli hayan acordado algo con Mujica"
"El Frente Amplio es tan neoliberal como el Partido Nacional, la diferencia es que el FA tiene asistencialismo social", consideró. "Venezuela vive en una situación lamentable", apuntó. "Manini es un llamador para lo peor que hay en la sociedad uruguaya", agregó.
lunes, 15 de julio de 2019
jueves, 11 de julio de 2019
El poder judicial de la injusticia
Salió hoy en
por jorge zabalza
Un montón de gente fue a solidarizarse con Mariana Mota el 15 de febrero de 2013, era unánime el rechazo a la maniobra de trasladarla a un juzgado civil para enlentecer decenas de procesos por delitos de lesa humanidad.
La concentración venía siendo muy tranquila hasta que los supremos del poder judicial se espantaron con la indignación que había provocado su arbitrariedad y pidieron a la policía que desalojara el sagrado recinto. Ni lerdos ni perezosos, los milicos se colocaron sus escafandras y chalecos antibala y comenzaron el operativo “empujón” con palos y escudos.
A nadie le gusta que le metan la pesada, por muy institucional que sea, menos todavía cuando se supone que se está en el templo de la justicia. Se dejaron oír desafinados coros con viejas consignas y hubo forcejeos, nada de fuerza ni violencia, reconoció después la jueza Graciela Merialdo. Finalmente, aplastadas por el muro de plástico y rostros pétreos, la gente terminó yéndose, de mala gana, por cierto, pero el edificio quedó “despejado”, como dicen en las series policiales.
El fiscal Gustavo Zubía eligió arbitrariamente a siete manifestantes de un total de 300 y los acusó judicialmente: Irma Leites, Patricia Borda, Aníbal Varela, Eduardo, Diego y Álvaro Jaume y Jorge Zabalza. ¡Qué puntería la del fiscal! Se trataba de criminalizar la manifestación de solidaridad y de desalentar la lucha por Verdad y Justicia.
En realidad, Zubía actuaba con el respaldo de la Suprema Corte, en particular de Jorge Ruibal Pino, presidente del egregio cuerpo, quien afirmó que la Suprema sería la muralla donde se detendría la lucha por juzgar los crímenes de lesa humanidad. Con su muralla para violar el derecho internacional, Ruibal prejuzgaba inocentes a los acusados de asesinato, desaparición forzosa, violación o tortura. Ruibal, además, había actuado como encubridor en el caso de los cadáveres que llegaban a la costa de Colonia luego de arrojados por los famosos vuelos. ¿Qué justicia podíamos esperar de una Suprema presidida por tamaño atorrante?
Los siete fuimos conducidos e interrogados por el comisario Mieres al Departamento de Operaciones Espaciales. El fiscal gritó “atentado”, pero la jueza Merialdo nos procesó sin prisión por haber participado en “la reunión tumultuaria que afectó el bien jurídico orden político interno del Estado”, es decir, un delito de asonada. La jueza entendió que con “gritos e injurias” se impidió durante tres horas que los supremos celebraran la audiencia pública en que se designaba a Mariana Mota y otros jueces en nuevos cargos.
Los doctores Juan Fagúndez, Gustavo Salles, María de le la Fuente y Gonzalo Galíndez, abogados defensores de las víctimas de la arbitrariedad judicial, apelaron el auto de procesamiento por considerarlo inconstitucional. El 28 de abril del 2015, dos años y pico después de los hechos, la Suprema Corte de Justicia declaró inconstitucional el fallo que nos procesaba. Caso cerrado.
No estaba tan cerrado, sin embargo. El súper fiscal Zubía volvió a la carga y exigió que se nos procesara por los mismos hechos que ya habíamos sido procesados, pero, esta vez, por el delito de Atentando Agravado. Entendía que habíamos actuado con violencia y que, para preservar a la sociedad, debíamos ir a prisión.
El nuevo expediente prosiguió su recorrido y fue a parar al Tribunal de Apelaciones en lo Penal de 4° Turno. Finalmente, Ángel Cal Shaban, José Balcaldi y Daniel Tapié se avinieron a la acusación de Zubía y, a seis años y cuatro meses de manifestar solidaridad con la doctora Mota, nos procesó sin prisión por atentado, cuatro de los procesados en calidad de autores y dos como cómplices. El séptimo caso debía correr por cuerda separada.
Los fundamentos de la división entre cómplices y autores permanecen en las sombras de las disquisiciones jurídicas de Cal Shaban, redactor del escrito que nos enviaron mediante el cedulón N° 722/2019 IUE 94-35/2013, donde nos comunicaban que nos habían procesado dos veces por los mismos hechos. El Tribunal de 4° Turno fue creado el 23 de abril de 2011 por la Suprema de Ruibal Pino. El periodista, investigador y luchador Roger Rodríguez historió la forma en que el tribunal se puso mano a la obra y, a los pocos meses de creado, modificaron de dos fallos judiciales trascendentales. En primer lugar, decretaron la libertad del coronel Walter Gulla por el asesinato en prisión del compañero Horacio Ramos y, en segundo término, declararon inocente a Gregorio Álvarez, el hiper dictador, por el asesinato del compañero Roberto Luzardo, cometido en el Hospital Militar. El Tribunal de Cal Shabán fue creado como un adoquín muy importante de la gran muralla protectora del terrorismo de estado.
Como el grupo de abogados defensores llevará el caso a Casación, los supremos tendrán la última palabra. ¿Qué podemos esperar de la “muralla”? Con toda seguridad, el máximo órgano judicial ratificará el laudo del Tribunal, al fin y al cabo, es la “Suprema Corte de In-Justicia” como solía decir el inolvidable Daniel Viglietti La cruzada de Zubía habrá alcanzado su objetivo, continuación del espíritu con que se dio el golpe del 27 de junio de 1973. De todas maneras, continuará su lucha denodada por un sistema carcelario de castigo y venganza, que deje a un lado la rehabilitación social de los privados de libertad. Su postura revela las características del horizonte político que persigue, un sistema basado en la autoridad vertical y uniformada, en el obedezco y mando, en esa rigidez disciplinaria que propugnaba la dictadura para domar al pueblo trabajador.
A medio siglo del terrorismo de estado -que comenzó antes del golpe de 1973- continúa la lucha por Verdad y Justicia. Pese a los pronósticos de que la lucha llegaría a su fin con la muerte de verdugos y víctimas, la han hecho suya la generación de los biznietos, y bajo agua como el último 20 de mayo. El procesamiento de siete de los cientos de luchadores es apenas una escaramuza de esa gran batalla y un botoncito de muestra de lo que se viene.
viernes, 5 de julio de 2019
Preguntas a un sobreviviente
A CINCUENTA AÑOS DE JORGE SALERNO, ALFREDO CULTELLI Y RICARDO ZABALZA
PREGUNTAS A UN SOBREVIVIENTE
Entrevista realizada por La Senda a Jorge Zabalza
Vivimos un período histórico muy particular,
donde parece que no hay futuro y que un cambio revolucionario no es
posible o se ve muy lejano. ¿Cuál crees que son las características más
salientes que diferencian esta coyuntura de los tiempos en que Raúl
Sendic Antonaccio formuló sus planteos y desarrolló su práctica?
Parecía que nada ni nadie podía detener aquel
impulso de octubre de 1917. La humanidad había echado a andar. Medio
siglo más tarde, desoyendo el pacifismo estalinista, la época la
marcaron la revolución en la revolución de Cuba y la guerra de todo el
pueblo de Vietnam. Hervía la sangre de la generación del Ché Guevara. En
reacción a las agresiones de las bandas fascistas, en Uruguay surgieron
grupos de autodefensa. Sierras, montes y ciudades de toda América
albergaron clandestinidades para todos los gustos. Dar la vida por la
revolución era tan natural como respirar. En ese clima propicio a la
desmesura irrumpió Raúl Sendic Antonaccio.
En apenas tres años (1968/1971), se instaló un
polo de lucha revolucionaria. Crujieron los amortiguadores del Uruguay
Batllista y el centro político estalló en mil pedazos. Desde la
izquierda nació el Frente Amplio con el propósito de reencaminar el
proceso hacia una salida parlamentaria y electoral.
En 1971 las elecciones confirmaron que la mano
dura de Pacheco Areco y Aguerrondo contaba con mayoría contundente, el
apoyo que necesitaban los golpistas. Sin embargo, al mismo tiempo, una
minoría muy significativa, la suma de Por la Patria y el Frente Amplio,
votó contra el pachequismo y la perspectiva de golpe. En Montevideo
alcanzó al 60% del electorado. La acción armada había contribuido a la
formación de esa masa opuesta al autoritarismo, pero, a pesar de ello,
no la guerrilla no supo leer el mensaje de los votantes. Se menospreció
el respaldo al golpismo, así como la posibilidad de que esa masa votante
se constituyera en sujeto político y frenara el golpe de estado en la
calle. Fuimos incapaces de pensar el “Tejazo” de toda Montevideo como
horizonte insurreccional.
La lectura equivocada indujo a olvidar el
sentido político del uso de las armas (crear compresión política, o sea,
acumular fuerzas). Las acciones de 1972 causaron rechazos en la
población y desflecaron las posibilidades de un movimiento
insurreccional masivo. Se cayó en el militarismo y se debió enfrentar a
las fuerzas armadas aislados de la compresión popular. Se desembocó en
el desbarranque en 1972. En el clima de derrota florecieron las flores
del mal. Las mismas que, luego de la muerte de Raúl Sendic en 1989,
reaparecieron en forma de olvido y perdón para los crímenes del
terrorismo de estado, un modo de conciliación de clases cuya semilla ya
existía en la rendición incondicional del Batallón Florida.
Desbarrancada la guerrilla, los sentimientos y
las ideas antidictatoriales se manifestaron masivamente en la Huelga
General de 1973 y, pese a la derrota, lograron sobrevivir las mil formas
distintas de terrorismo de estado. Arraigados en la consciencia
popular, el 30 de noviembre de 1980 emergieron con el NO a la dictadura y
fueron la levadura del espíritu de 1983. Fue el pueblo trabajador
buscando formas de organizarse y no grupos revolucionarios que buscaban
cómo organizar al pueblo. Nuevamente se enfrentó el palo y la tortura,
proceso que culmino en el río de libertad que vibró con el sonido de la
voz de Alberto Candeau.
Esa resurrección de la lucha popular alarmó a
civiles y militares y el susto trajo concertaciones y pactos varios. La
estrategia que sobrevolaba el club naval se proponía desalentar las
posibles insurgencias populares. Tras bambalinas acordaron que el
terrorismo se retirara impune a cambio de unas elecciones con candidatos
proscriptos. Implicaba que el progresismo aceptara que las fuerzas
armadas tutelaran las instituciones republicanas. De hecho, cada cuartel
volvió un bastión del terrorismo de Estado y foco de su irradiación a
la sociedad.
La impunidad de los criminales de uniforme
atrajo de diversas formas a la mayoría de las organizaciones partidarias
que, con el tiempo, se corrieron hacia la derecha y deshilacharon el
río de libertad del Obelisco. Se amontonaron en el centro político y, en
diferentes formas y grados, se hicieron cómplices del olvido de los
crímenes. A ello se agregó la caída del muro de Berlín, resultado de la
equívoca doctrina soviética de la “coexistencia pacífica”. Desde 1990 la
humanidad comenzó a desandar el camino andado desde 1917. La izquierda
fue sometida a un bombardeo ideológico que indujo el abandono de
principios y convicciones. Sobrevino un quiebre ideológico,
especialmente en las sucursales de la matriz estalinista.
Ya sin dientes ni vergüenzas, los exguerrilleros
ensayaron la nueva rendición incondicional, la entrega total de
concepciones y principios. Se especializaron en organizar “gigantes
estúpidos”, como Julio Marenales caracterizó al MPP de Mujica e
Huidobro. Asustados por la Masacre de Jacinto Vera se propusieron
disciplinar las futuros y posibles enviones de rebeldía. “Educaron para
la paciencia”, señalaba Helios Sarthou. Estos nefastos arrepentidos se
encargaron de desclavar la estaca que sujetaba el progresismo al margen
izquierdo.
Sin ancla y sin brújula, el progresismo quedó al
garete y se convirtió en operador de los grandes capitales nacionales y
multinacionales. Parece no tener fin el retroceso hacia el Olvido y el
Perdón, la conciliación de clases y la extranjerización de la economía.
La reculada general es la principal diferencia entre la coyuntura la
actual y la del Ché Guevara y Raúl Sendic Antonaccio. El relato permite
entender que el horizonte no se alejó espontáneamente, fue alejado por
los capataces del capitalismo que, desde la izquierda, impusieron la
visión liberal a la humanidad entera. El Uruguay Progresista está
dominado por esa estrategia que propone avanzar hacia una utópica
democracia avanzada que, en realidad, es una forma de democracia
burguesa.
Satanizaron el radicalismo en las luchas
sociales para criminalizarlo. Se dedicaron a destruir las perspectivas y
las intenciones revolucionarias, a desalentar el surgimiento de
movimientos revolucionarios. Disolvieron aquella firmeza espontánea
demostrada en la Huelga General. Los leones amansados lograron su
objetivo e integraron a la telaraña mundial del capital global las
fuerzas identificadas con el cambio por el pueblo uruguayo. Que cada
cual asuma su responsabilidad, sentenció Raúl Sendic Antonaccio.
¿Qué papel cumple la
democracia tal como la conocemos? ¿es un bien en sí mismo que hay que
cuidar? ¿Cuál era el pensamiento de Raúl Sendic Antonaccio al respecto?
En 1985 el pueblo uruguayo despertó de su larga
noche de doce años. A la pletórica alegría por el regreso de los milicos
a los cuarteles, se agregaba la expectativa ilusionada por la llamada
“restauración democrática”. En ese mágico contexto fuimos liberados los y
las últimas prisioneras políticas el 14 de marzo de 1985. El movimiento
popular nos abrazó. Se reconocía la causa justa de la lucha, su
finalidad transformadora de este mundo trastornado y sin salida.
Raúl Sendic Antonaccio pasó invicto por los
interrogatorios, nadie podía acusarlo de actitudes equívocas, ni de una
sola palabra de colaboración o rendición. Salió con la misma dignidad y
convicción que tenía al ser hecho prisionero.
En una entrevista en Barcelona, aclaró su
composición de lugar: “el hecho de que hayamos sido legalizados no
implica que termine el proceso revolucionario o que se renuncie al
mismo. Simplemente, son etapas y coyunturas donde un movimiento opta por
la legalidad porque, si no lo hiciera, tropezaría con la opinión
mayoritaria del pueblo. El movimiento revolucionario va a seguir siempre
con lo que el pueblo admita en cada hora de la historia” 1.
No se acopló a los himnos sacramentales de
alabanza a la democracia liberal. Proclamó que la lucha continuaba en el
marco legal instalado. En última instancia aceptar o no la legalidad
era decisión nuestra. Aunque siempre cabía la posibilidad de tropezar
nuevamente con la piedra del aislamiento, se había aprendido la lección.
Raúl quería transitar la legalización sin abandonar la perspectiva
revolucionaria de los ´60. Era el compromiso ético y moral contraído
tantas y tantos que habían perdido la vida en el pasado de lucha.
A 20 años del asesinato del Ché Guevara, en su
columna de “Mate Amargo”, Raúl redondeó con precisión su idea de qué
hacer: “Ocupemos esos espacios buscando soluciones colectivas. Para
sobrevivir, claro, pero saliendo en forma solidaria de los problemas. Si
nos concientizamos en esa misma realidad, si nos mentalizamos para la
salida colectiva, si hacemos una estrategia común para combatir el
fascismo, volveremos a la fe y a la mística de los sesenta. Estaremos
construyendo, en serie, hombres como éste, cuyo aniversario hoy
conmemoramos. Será de vuelta la hora de los hornos y no se verá más que
la luz” 2. En el
Franzini (diciembre de 1987) señaló que la tarea seguía siendo
“construir en los hombres y mujeres millones de columnas donde se pueda
asentar una sociedad socialista”.
Se planteaba preparar el terreno subjetivo para
las futuras insurgencias, denunciando la injusticia del latifundio, de
la deuda externa y del dominio de la economía por el extranjero. El
“Movimiento por la Tierra y contra la Pobreza” fue creado para luchar
por un cambio en el modo de producir del campo, para repoblarlo
expropiando latifundios sin indemnización alguna. Raúl cuestionaba a
fondo esa legalidad que se comprometía a respetar. La radicalidad del
programa conducía chocar de frente con la clase capitalista, la garantía
del curso revolucionario. ¿Adónde han conducido los programas sin
cafeína en boga desde los ’90? La disolución de programa precedió a la
incorporación a la democracia burguesa vestida de seda.
A Raúl Sendic no se le ocurrió sumarse al ritual
parlamentario. El Palacio Legislativo alejaba del sentir popular y
acercaba a los dueños del poder. La democracia surgida del Pacto del
Club Naval no le parecía tan primaveral: “(…)” en mi país el Estado de
Derecho deja mucho que desear y el gobierno comparte el poder con las
Fuerzas Armadas”, la tutela militar protegía la del gran capital y éste
retribuía sosteniendo la impunidad.
Sin embargo, sabiendo que las formalidades
restauradas habían cobrado valor para la gente, Raúl no dudó un instante
en afirmar que “(…)” nosotros estamos dispuestos a defenderla si se ve
amenazada”. Frente a la posibilidad de otro malón militar, Raúl
proclamaba su disposición a defender esa democracia recortada para estar
junto al pueblo. Incluso, si era necesario, con armas en la mano.
La desconfianza hacia la democracia burguesa
venia de larga data. Cuando en 1963, la policía de Paysandú detuvo a
Raúl “por las dudas”, por si organizaba la solidaridad con los que
bajaron la palanca en UTE, escribió que “Hoy podría dar más garantías
individuales un revólver bien cargado que toda la Constitución de la
República y las leyes que consagran derechos justos. “(…)” Pensar en
protegernos, ya que no podemos pensar que nadie lo haga por nosotros.
Tal vez así lleguemos a asumir nuestro propio rol en la historia” 3.
Poco antes, en 1958, impactado por la represión a
la huelga de los peones remolacheros en Paysandú, había escrito: “Ante
la mínima amenaza a los intereses capitalistas, una huelga obrera, por
ejemplo, se esfuma hasta el último rastro de democracia “(…)” [y] queda
al descubierto una cara siniestra que ya evoca las siniestras fauces del
fascismo” 4. En aquella
Suiza de América, que se vanagloriaba de su colegiado, Raúl opinaba que
la libertad y la democracia eran pura apariencia y sólo las disfrutaban
la gente rica.
En el trasfondo de su crítica a la democracia,
se adivinaba el mejor Carlos Marx, el que había caracterizado la Comuna
de París como obra de las masas obreras y no de una élite dirigente. El
pueblo obrero parisino actuando por sí mismo, sin la mediación de
representantes. Nada más democrático que esa forma directa de
organizarse para conducir el tránsito al socialismo.
Parece haber una suerte de olor a guerra en el
continente, particularmente en Venezuela. ¿Cómo ves esta situación y que
tanto puede modificar el escenario actual, pensando en la perspectiva
revolucionaria y en el carácter continental de la lucha?
Marcos Pérez Jiménez, al que llamaban “dictador
blando”, mandó edificar más de sesenta bloques de apartamentos en el
cerro ubicado detrás del Palacio de Miraflores en Caracas. Al igual que
los “palomares” de Cerro Norte y Casavalle eran verdaderos campos de
concentración para marginados. Sin embargo, sin agradecer para nada los
favores recibidos, hartos de soportar la opresión, el pobrerío hizo
detonar la explosión popular que derrocó al tirano el 23 de enero de
19585. Al barrio lo
bautizaron “23 de enero” para no olvidar el día que se alzaron en armas.
Los pobladores se auto identificaron con la insurrección popular.
En esos años Caracas albergó miles de
inmigrantes que venían del campo. La ciudad quedó dividida en dos,
mientras que el Este fue enclave de la riqueza y de las clases medias,
en los barrios del Oeste se apiñaron trabajadores y desocupados. Junto a
los bloques de 15 pisos, en el “23 de enero” se multiplicaron las
“casas de cartón”. Unas 4.000 familias ocuparon apartamentos en forma
ilegal. Resolvieron por sí mismos su problema de vivienda, el que no
resolvía el Estado. Al espíritu insurrecto se agregó el sentido “okupa”
de autonomía.
La restauración de la democracia liberal, sin
embargo, no había sido más que un cambio de chip, el pasaje a la
dominación de clase ejercida de modo algo más pacífico. El maquillaje
político era más lindo a la vista, pero la lluvia siguió cayendo triste
en los techos de cartón. Muchos de los que habían contribuido al
derrocamiento optaron por irse al monte, a las guerrillas de los ’60.
En febrero de 1989 los vecinos volvieron a bajar
de los cerros y saquearon los grandes comercios. Fue un “sacudón”, el
“caracazo”. La represión dejó tendidos dos mil cadáveres. Quedó al
descubierto la esencia dictatorial de la democracia burguesa. Surgió,
entonces, una certeza: a la violencia institucional se la enfrenta con
un movimiento de base altamente ideologizado6.
De tal certidumbre nacieron el Movimiento Revolucionario Tupamaros y
otras organizaciones político-vecinales en el “23 de enero”.
La delincuencia y el narcotráfico, los males que
sembró el capitalismo luego de caída la URSS, eran los problemas
sociales más graves para la comunidad del “23 de enero”. La droga era un
instrumento para domesticar la juventud, para evitar que se integrara a
la lucha social y política, una forma solapada de violencia
institucional que la policía introdujo en plan de imponer su autoridad. A
la vez servía para justificar el perfeccionamiento de los cuerpos
policiales, preparándolos para la represión generalizada. El plan se
completó con la satanización de los barrios pobres, presentados como
cunas del mal, fuentes de horror social, las “zonas rojas” que les dicen
en Montevideo.
En el “23 de enero” no se recurrió a la policía.
Una vez superados los prejuicios y tabúes, se buscaron soluciones
basadas en la solidaridad con los consumidores, entendiéndolos víctimas
del sistema y no enemigos del pueblo. No se los arrojó a la arena para
que se los comieran los narcotraficantes y policías corruptos, sino que
se buscó integrarlos a las actividades colectivas, hacerlos sentir parte
de la comunidad. Esa forma de luchar contra la droga y el narcotráfico
venía de una perspectiva de siembra de gérmenes de poder popular.
Por otra parte, al gestionar por sí mismos
cuestiones tan delicadas y trascendentales, la comunidad se enriqueció y
los luchadores con intención revolucionaria debieron profundizar sus
discusiones. Se plantearon algunos interrogantes de fondo: ¿cómo escapar
a la lógica de la rotación entre conservadores y progresistas?, ¿cómo
tumbar esos partidos políticos que revestían de democracia liberal la
dictadura burguesa?, ¿lucha armada o más “caracazos” espontáneos? En el
debate se involucraron sectores de la comunidad.
La cultura y las ideas insurgentes, fruto de las
experiencias de 1958 y 1989, se contrapusieron abiertamente a las ideas
de la domesticación. La batalla ideológica fue forjando la voluntad
revolucionaria que, en agosto de 1992, se expresó en la movilización que
respaldó la tentativa de asalto al poder. Hugo Chávez supo cabalgar esa
marea popular del “23 de enero”.
Vecinos de la comunidad reunidos con un grupo de
luchadores con intenciones revolucionarias crearon a fines de 1993 la
Coordinadora Cultural Simón Bolívar. La finalidad expresa era luchar
para resolver las cuestiones inmediatas (luz, agua, saneamiento), pero,
en la perspectiva se adivinaba la idea de convertir al vecindario en
sujeto político de una revolución social.
Se organizaban actividades culturales, foros,
talleres, festivales musicales, jornadas de murales y de limpieza, a las
cuales se mechaba, para darle contenido ideológico, actos en
solidaridad con los pueblos en lucha. El 26 de setiembre de 2008, por
ejemplo, para escándalo de la prensa grande, la Coordinadora inauguró la
plaza Manuel Marulanda Vélez “Tirofijo”, en homenaje al guerrillero
campesino de Colombia.
La estrategia de crear poder popular encontró
apoyo práctico y político en el chavismo, en particular luego de
aprobada la reforma de la Constitución. Si bien el Estado se proponía
garantizar el bienestar del pueblo, satisfaciendo sus necesidades
sociales, al mismo tiempo, sin falsas contradicciones, se abrieron
espacios para que la comunidad organizada interviniera activamente en la
elaboración de las políticas públicas, en la asignación de recursos y
su justa distribución.
Durante los gobiernos de Hugo Chávez, el “23 de
enero” se convirtió en garantía ideológica de la radicalización del
chavismo, emblema y fortaleza de la voluntad revolucionaria. En abril de
2002, la intervención de la comunidad fue fundamental para desbaratar
el “carmonazo” y restituir al legítimo presidente. Tal vez por eso,
simbólicamente, Chávez quiso que lo enterraran en el cuartel de la
Montaña, en medio del “23 de enero”.
Más que las fuerzas armadas de Maduro, a la
amenaza de los marines yanquis y los paramilitares colombianos le
responde el pueblo organizado, ya sea armado en milicias, ya sea reunido
en comunas. No hay otro modo de vencer a los agresores. Sin embargo,
esa voluntad de resistir necesitaría que se tomaran medidas de
profundización del socialismo, como hizo Fidel luego de Playa Girón. Sin
embargo, lamentablemente, a esas medidas no se le oponen solamente
desde la derecha escuálida, sino también lo hacen desde riñón mismo del
poder político militar que gobierna.
El impulso al socialismo se debilitó al morir
Chávez, lo frenó la cohabitación con sectores de la burguesía, tanto de
la “boliburguesía” como de la más vieja y adeca. Desde el proletario “23
de enero” se propone apretar el acelerador. “La revolución es ahora”
reclaman el Movimiento Guevarista Revolucionario, la Coordinadora
Cultural Simón Bolívar, las Fuerzas Patrióticas Alexis Vive, Radio al
Son del 23, Radio Arsenal, Consejo Comunal Simón Rodríguez, Comuna Panal
21 y el Movimiento Comuna del Agua del Estado de Lara.
Escribe el compañero Juan Contreras: “El
imperio gringo nos ataca, pero internamente hay que luchar contra la
corrupción, la burocracia y el nepotismo”. No se puede seguir tolerando
que las finanzas públicas sean saqueadas por mafias organizadas con
personeros del gobierno y militares de alto rango. Es necesario impedir
que miles de millones de dólares pertenecientes al pueblo venezolano y
chavista sean derrochados por los burgueses que manejan los hilos del
gobierno.
El “23 de enero” es una especie de laboratorio
para el pensamiento político de la revolución social. El relato de su
historia de vida permite un cambio de coordenadas que ayuda a
reubicarse.
Vivimos una coyuntura muy particular a partir
del “retorno” de las derechas tradicionales a la mayoría de los países
de América Latina y un agotamiento de los progresismos, lo que para la
población es el fracaso de la Izquierda. ¿Crees que esto tiene mayores
consecuencias en la conciencia de nuestros pueblos y por lo tanto un
impacto en la capacidad de organización y acción revolucionaria?
El reparto de los panes y los peces parece
posible en los períodos de expansión, la alucinación se vuelve masiva y
los alucinados corren a votar progresismo, o sea, al batllismo en 1900 y
al Frente Amplio en el 2000. Se aprueban leyes que consagran sentidas
aspiraciones: la despenalización del aborto, el matrimonio igualitario,
la legalización de la marihuana, la responsabilidad penal patronal.
Mejora el salario y la seguridad social. No alcanza, sin embargo. Apenas
se atemperan los efectos más perversos del capitalismo, no se llega a
tocar sus causas.
En plena bonanza decrece la tasa de ganancia,
decrecimiento que es condición de existencia de la contracción. El
reparto y la amortiguación se vuelven insostenibles y los salvajes se
lanzan a saquear la masa salarial. Entre las víctimas cunde la
desesperación y el desengaño. Decenas de veces han intentado humanizar
la bestialidad, pero el bagual es indomable. Es el fin del “Estado de
Bienestar”, se inicia el “Estado de ajuste”. Así como le ocurrió al
Uruguay Batllista, le ocurre al Uruguay Progresista.
Mientras recoja sus ganancias, a la clase
capitalista no le importa quién gobierna, pero, apenas disminuyen,
sienten el impulso incontenible de apretar las clavijas, no quieren más
reformas y buscan echar atrás las ya concretadas. Aunque el progresismo
haga gestos de aquiescencia, lo mandan al banco de suplentes.
Ningún progresismo se propone terminar con el
capitalismo, son tan liberales como la derecha, colores diferentes en la
paleta del mismo pintor. Ambos entienden que, aun siendo perfectible,
la democracia liberal es el mejor invento, el que permite expresar todas
las ideas libremente y en pie de igualdad. Falsedad de falsedades: las
personas no son igualmente libres de expresar sus ideas en la sociedad
de clases, la democracia tiene más de una faz.
En Uruguay, la hegemonía liberal está reforzada
por los sentimientos residuales del período pachequismo-dictadura.
Reina el temor difuso a una reedición del terrorismo de estado. A partir
del fracaso del estatismo estalinista existe, también, mucha
incredulidad. Consecuencia: no hay receptividad al mensaje
revolucionario.
Como su propósito es juntar votos a lo bobo, el
progresismo impide al movimiento de masas acercarse a la realidad, sólo
le interesa pescar votos a la encandilada. Como la revolución no atrapa
votos, el discurso de los arrepentidos transmite, además, la vergüenza
haber sido y el dolor de ya no ser, la renuncia a la lucha contra el
sistema y capitalismo. Lo que se negó a hacer Raúl Sendic Antonaccio.
Apenas los oprimidos ensayan una mínima
resistencia al ajuste, a los opresores les parece insuficientes los
mecanismos de amortiguación y la vía electoral y reaparecen el palo y la
reja, la represión y la tortura. Es la clase dominante quien quiebra la
paz social, rompe la coexistencia pacífica y, para aplacar
resistencias, acude a los medios represivos. Obtiene el efecto
contrario, sin embargo: las consciencias se avivan y los fuegos se
encienden.
Dominan los sentimientos y las ideas más
reaccionarias, que se prepara la atmósfera para sacar los perros a la
calle. Apretar las clavijas se ha vuelto tan imperioso que hasta el
progresismo lamenta de que el aparato represivo esté “ausente” en los
barrios periféricos y sale reinstalar el principio de autoridad. Las
luchas contra el sometimiento patriarcal, la discriminación homofóbica,
las cianobacterias y los agrotóxicos, los despidos y de los cierres de
empresas, se oponen al capitalismo por su propia naturaleza, pero los
que luchan no lo saben, están confundidos por el liberalismo que
propagan. La batalla es de ideas, para develar confusiones.
La ruptura de la coexistencia pacífica aclara
todo. Los que luchan identifican el enemigo de clase y descubren la
necesidad de defenderse como sea de la violencia institucionalizada. En
este escenario se revalorizan los años de trabajosa inserción en los
movimientos sociales, los años de los escasos oídos receptivos, de arar
en el mar. Por fin el mensaje revolucionario comienza a ser comprendido.
Resurge el canto popular, las murgas críticas, la pintura y la
literatura rompe esquemas.
¿Se debe esperar entonces que el arriba decida
quebrar la legalidad? No, señor, por el contrario, es preciso ir pasando
la alerta, preparando subjetividades proclives a la lucha: ¡habrá que
defenderse en las persecuciones que vendrán!
1 Entrevista de Manuel G. Bláquez. Revista “Punto y hora”. Barcelona. 1987
2 “Mate Amargo”. Octubre de 1987.
3 “El Sol”. 22 de marzo de 1963.
4 Publicado el 7 de febrero de 1958 en “El Sol”, semanario del Partido Socialista.
5 Véase artículo de Marcelo Colussi en “Argenpress” (8 de octubre de 2007).
6 Coordinadora Simón Bolívar: “La Parroquia
del 23 de enero: una historia de participación y lucha populares”.
Artículo publicado en “Aporrea”. 1° de febrero del 2008.
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