En homenaje a un nuevo aniversario de la derrota de la dictadura de Fulgencio Batista por los guerrilleros del “Movimiento 26 de Julio”, el Colectivo del Blog Noticias reproduce dos artículos que reflejan el debate sobre el socialismo que se está dando en Cuba.
Uno es de Camila Piñeiro Harnecker y el otro de Aurelio Alonso.
Me niego a alegrarme simplemente porque así lo indica un
calendario que inventó el Papa Gregorio, para satisfacer a los mercaderes del
templo católico, apostólico y romano; me niego a alegrarme simplemente porque
el tipo haya fijado el día de un nacimiento que no se sabe si fué, o cuándo
fué, o cómo fue. Ello autoriza a que cada cual se cree su propio calendario y a alegrarse cuando se le cante. En
el mío el año se inicia los 2 de enero y ese día brindo con ron en recuerdo de
aquél de 1959, con Fidel, el Ché y Camilo entrando a La Habana al frente
de un ejército de desarrapados barbudos y sonrientes, carabinas en ristre, montados en tanques
arrebatados al ejército de Batista. Un
hecho real, comprobado, documentado, el comienzo de un período histórico cuyo desarrollo,
lejos de agotarse, continúa siendo un determinante en la historia actual de
América Latina.
8 de enero de 1959 Fidel entra en la Habana
Poco después del 2 de enero de 1959 nos lanzamos a hacer
una revolución a imagen y semejanza de la que estaba haciendo el pueblo cubano,
una generación entera de jóvenes latinoamericanos fertilizó con su sangre
ciudades, selvas y montañas... y años más tarde, después de la derrota, ¿qué
hubiera sido de la resistencia en cárceles y centros de tortura si la
revolución cubana se hubiera derrumbado?. Cuba Socialista resistía invasiones, bloqueos
y las consecuencias del copiar, su mensaje atravesaba rejas y se volvía
principal rueda de auxilio en la resistencia de los calabozos. Impidió el
derrumbe muchas veces.
Los
muros caídos en los ’90 trajeron vendavales de neoliberalismo y pensamiento único, pero la revolución cubana
se mantuvo firme en sus trece, un peñón de socialismo en medio del Caribe,
inconmovible pese a las iras redobladas del imperialismo. Cuando un montón de
sobrevivientes de los ’70 dobló la rodilla para abrazarse a las culebras, encontramos
en la estaca cubana el ejemplo que desdecía el fin de la historia y convocaba a
no torcer el brazo, a seguir firmes en nuestras convicciones y principios.
Nuestro destino revolucionario está ligado para siempre con el de la revolución
cubana.
Las firmes convicciones de la revolución cubana
Como
señala Aurelio en su artículo, cuán sencillo habría sido ceder y conceder,
cruzar a la vereda de enfrente y recibir diplomas y felicitaciones. Lo hicieron
los custodios de otros santuarios de las ideas socialistas, lo hicieron
ex-guerrilleros de los ’70, demasiados lo hicieron nos dice el corazón. Para
los comunistas cubanos habría sido muy sencillo seguir la ruta emprendida por
el PCUS y hoy estarían recorriendo el mundo dando conferencias pagas por alguna
institución financiada por se sabe quién. Y, sin embargo, a pesar de los virajes y
renuncias conque finalizó el siglo XX, parece estar llegando a su techo la
reproducción capitalista y a las clases dominantes les resulta imposible resolver
los problemas que plantean las consecuencias sociales del sistema... amplios
sectores populares vuelven a sentir la necesidad imperiosa de la transformación
revolucionaria...como en los ’60. En fín, valió la pena haber sido tozudos,
porfiados, haber soportado la descalificación y la satanización. La gran
diferencia con los ’60 es la experiencia histórica, la posibilidad de analizar
críticamente el pasado y de saber por dónde no se debe caminar, hacia dónde no debe
ir.
En la huella del Che en Bolivia con las luchas campesinas
Para
hacer la revolución en esta primera mitad del siglo XXI, quizás haya que
sacarle punta a la teoría de “porqué sociedad luchamos”, adónde queremos
llegar, algo que nos permite entreveer el camino. Discutir las bases de la sociedad socialista
y el tránsito al comunismo es, en definitiva, un acto preparatorio de la lucha por
la revolución. Y ésa es la discusión que contienen los artículos de Camila
Piñeiro Harnecker y de Aurelio Alonso, un debate de vida o muerte tanto para el
socialismo cubano como para quienes mantienen viva la intención revolucionaria.
Pisando los setenta años y sin entrometerse donde no corresponde, ¡cómo no
sentirse convocado, estimulado e involucrado por ese debate!. En última instancia,
uno se recuerda imberbe aprendiz en herejías con Ernesto Guevara, un
pensamiento que jamás aceptó recetas ni
monolitismos de iglesia alguna.
En ese
sentido de reafirmación de compromisos y voluntades, uno se permite el
atrevimiento de compartir alguna reflexión acerca de los desafíos que esperan.
Los experimentos revolucionarios del sigloXX no fueron derrotados en la
competencia económica ni en la confrontación político militar, su derrota provino
del fracaso en producir las columnas humanas que debían soportar y construir el
comunismo por propia necesidad espiritual. Los mismos rasgos subjetivos que
llevaron a dejar la vida por la revolución a los bolcheviques del 17 y a los
guerilleros latinoamericanos del ’60, eran necesarios para conducir el tránsito
al comunismo. No es suficiente que la necesidad histórico-social de la
transformación revolucionaria, se precisan las mujeres y los hombres que la conviertan
en hechos, hombres y mujeres conscientes de lo necesario y con el firme
propósito de llegar al comunismo. El PCUS fue incapaz de encarar la reproducción
en masa de los creadores de un nueva formación social. No le interesaba, no se
lo propuso, ni siquiera se lo imaginaba como una posibilidad. Y en ese terreno
germinó su autoderrota.
Quizás el desafío fundamental en
los experimentos del siglo XX debió haber sido la erradicación de las “armas
melladas” del capitalismo, abolirlas de la subjetividad popular. Tal vez esa
lucha ideológica básica habría podido combinarse con los desafíos del
desarrollo de la producción y de las guerras contra el nazismo y el
imperialismo. Más que a la gestión y administración del Estado, el partido de
la revolución podría haberse dedicado a la creación de conciencias libres del
afán de lucro, el egoísmo y el amor a los bienes terrenales, a producir mujeres
y hombres que desearan dedicar su vida al cultivo y reproducción de los valores
morales del socialismo y a la ética de la solidaridad, la justicia social y la
libertad. A una tarea de apostolado político e idelógico. Quizás el desafío del
siglo XX pudiera haber sido generar,
incentivar y moderar un debate crítico sobre las medidas que el Estado tomaba
para afrontar los problemas de la producción y la guerra. Más debate sobre la
planificación central de la produción, la alimentación, educación, vivienda y
salud; sobre coexistencia pacífica o internacionalismo proletario. De manera
que los elementos que determinaron las grandes decisiones trascendieran los
límites del partido y se volcaran sobre la sociedad entera, que las mujeres y
los hombres comunes tuvieran al alcance de su mano la posibilidad de discutir
el desarrollo de la revolución. Sin temores a las herejías y a la lucha de
ideas, sin imponer formas de pensamiento único destinadas a esclerosar. El partido de la revolución dedicado a
producir los fenómenos de consciencia que transforman en comunistas a las
mujeres y los hombres. ... ¿este debate habría debilitado o fortalecido a un
pueblo en guerra con el imperialismo?
Trascender los
límites del partido
Separar el Partido del Estado. Por
un lado, el Estado como disciplinado instrumento para la planificación central y
la administración de la producción, el mercado y los servicios, donde
predominan los estímulos materiales o, como decía el Ché, los desestímulos: si
te portás mal te recorto el sueldo. Los funcionarios del Estado obligados a
rendir cuentas y pasibles de revocación de su mandato, desde el primer ministro
hacia abajo todos y todas. Por el otro lado, el Partido en el rol de estimulador
de la crítica del proceso, de organizador del pensamiento hereje en la
población y fuente de energía de un poder popular en permanente estado de
asamblea. El Partido es el reino de la moral socialista, del espíritu necesario
para la autogestión, del desinterés por lo material y el interés por la
transformación. El Partido es la organización de los espíritus insurrectos. Está
claro que condiciones de esa índole, la contraposición del partido al estado y
el carácter asambleario del poder popular podrían ayudar muchísimo a resolver
dos problemas esenciales de la democracia socialista: 1) la abolición de todas
las formas de patriarcalismo, erradicar consciente y profundamente el sexismo y
el machismo de la cultura socialista, un gérmen de autoritarismo oculto en la
intimidad y la reserva de las relaciones entre los individuos; 2) la abolición
del monopolio del uso de las armas, otro elemento que atenta contra la igualdad
y la democracia proletaria, todas y todos conscientes del papel político del
uso de las armas, el pueblo armado y organizado.
Dos cuestiones cuya resolución
precisan de discusión muy profunda, de comprensión politica generalizada y de
vocación democrática conscientes de las mujeres y hombres sobre los que se
apoyará una sociedad de iguales, sin diferencias entre los géneros y todos y
todas armadas y organizadas.
El tránsito en 18 de julio estuvo complicado
Tal
vez en los experimentos socialistas del pasado siglo, los roles diferenciados
del Partido y el Estado, la contraposición del poder popular al poder
centralizado del aparato estatal podrían haber creado una dinámica de desarrollo
de la consciencia individual que masificara la producción de los creadores de
comunismo. Todas y todos poetas, artistas y filósofos de la praxis, todas y
todos capaces de conducir un proceso de tránsito... ¿la separación del Partido
y el Estado habría sido una debilidad o una fortaleza?- Como decimos en
Uruguay, es muy fácil hablar de fútbol los lunes con los resultados del fin de
semana a la vista pero, sin embargo, es imprescindible hablar de ellos antes de
los partidos de la próxima fecha si se quiere ganar el campeonato..
Jorge
Zabalza
Cuba 2012
Los Desafíos
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