sábado, 13 de noviembre de 2010

El tupamaro testarudo

Escrito por Alvaro Hilario
15 de junio de 2008
Jorge Batlle, quien fuera presidente de Uruguay en los tiempos de la crisis de 2002, acusó, en un programa de televisión, al Movimiento de Liberación Nacional- Tupamaros (MLN-T), de haber organizado entonces los saqueos a supermercados. Volviendo más atrás, pensando en los réditos electorales conseguidos por la derecha en 1994, animado por la perspectiva de nuevos comicios, Batlle "recordó los incidentes violentos en torno al ex hospital Filtro en agosto de 1994, cuando un grupo de militantes de izquierda intentaron impedir la extradición de ciudadanos vascos acusados de pertenecer a la banda terrorista ETA de España" (El País, Montevideo; 27 de mayo). Aquel 24 de agosto de 1994, plena Aste Nagusia (Semana Grande), fiestas de Bilbao, las noticias de muerte y solidaridad llegadas de Montevideo interrumpieron el festejo. Las banderas vasca y uruguaya encabezaban la marcha de duelo. La policía uruguaya había asesinado a Roberto Facal y a Fernando Morroni, dos de los miles de uruguayos que, en las puertas del Filtro, se solidarizaban con ciudadanos vascos allá internados, en huelga de hambre para obstaculizar su extradición a España.

Rafael Vera, cabeza de la policía española, procesado y condenado por su pertenencia a los Grupos Antiterroristas de Liberación (GAL), los escuadrones de la muerte, seguía de cerca la operación; "no habrá pruebas, ni las habrá", dijo el presidente socialista, Felipe González, cuando fue señalado como el conductor de aquella contrainsurgencia canalla, del GAL. La represión se había decidido once días antes. La derecha culpó a los Tupamaros y, en el Frente Amplio, hubo quienes justificaron la derrota electoral en aquel agosto y en el solidario accionar tupamaro.
En el libro "Cero a la izquierda" (Montevideo, 2007), biografía del tupamaro Jorge Zabalza, escrito por Federico Leicht, también se recogen aquellos hechos. "La derecha, y también algunos sectores del Frente Amplio (FA), aislaron el tema de las relaciones con ETA a fin de condenar esas relaciones y el libro", nos dice Zabalza, al hilo de una polémica que siempre parece estar de moda.
Estamos en el barrio de Santa Catalina, al oeste de Montevideo, más allá del Cerro. Santa Catalina es un prolijo barrio -siempre en expansión, siempre ocupando tierras- construido junto al Río, a la vera de un antiguo saladero, humanizado por casillas precarias, y de fábricas ya fuera de uso. Hace ya 20 años que Jorge Zabalza vive allí. Tras abandonar la prisión en 1985, finalizada la dictadura, sigue el MLN-T transitando horizontes insurreccionales; de siembra, de vinculación con lo social, con el poder territorial. Fue entonces cuando llegó a Santa Catalina.
El libro de Leicht ha sido la excusa perfecta para resucitar descalificaciones, para criminalizar los principios básicos de solidaridad que el MLN-T mantuvo con otros movimientos revolucionarios, en los años 80 y 90. No gustó a Zabalza está zafia maniobra. Aunque nunca está bien generalizar, creo que los vascos tenemos una merecida fama de testarudos. Zabalza, de abuelos navarros (de Subiza), los más testarudos de los vascos, quiso que también en el País Vasco se supiera de la polémica, de sus razones. Lo demás, fueron manos amigas. ARGIA ha publicado, estos días, una nota al respecto.
La conversación, sin embargo, se deslizó por muchos otros temas.
"Es cierto que muchas veces no entendimos algunas líneas del accionar militar de ETA. No entendimos y, a veces, discrepamos abiertamente con algunas formas de empleo de la violencia revolucionaria. Nosotros tenemos una experiencia distinta; cuidamos las reglas de una manera diferente, relacionada con el entendimiento del pueblo", señala Zabalza, aproximándose a la crítica sobre la lucha armada, sobre sus diferentes expresiones.

Hay sectores de la izquierda críticos con el actuar de ETA. Hay motivos éticos, por ejemplo. Otras críticas hacen referencia al vanguardismo, a la jerarquización del accionar armado, al empleo de las armas para consumo interno. Están otros que culpan a ETA de su propio fracaso, de su incapacidad para trascender. Aún no habiendo por nuestra parte identificación con esta postura, es preocupante la costumbre de actuar en zonas donde gozan de apoyo social entre la población. Mondragón/Arasate es, en estos momentos, el epicentro de la lucha contra el TAV (el tren bala). Hace tiempo que el estado tiene el monopolio de la violencia; ahora, cuando quieren criminalizar este movimiento (que reúne a una gran pluralidad de sectores), cuando la jurisprudencia Garzón de identificar toda disidencia con ETA en base a la coincidencia en fines últimos, tampoco podemos achacar a ETA la existencia de la represión, ni de que su accionar haga que ésta sea más grande. Esta es una crítica perversa.

Además, precisamente, la acción armada podría tender a todo lo contrario. Debe contemplar el desarrollo de las subjetividades de la gente. Es decir, una de las críticas que se hace el MLN respecto al pasado es justamente que su dinámica militar fue desprendiéndose de las dinámicas adoptadas por el movimiento popular: nosotros nos desarrollamos militarmente y el movimiento popular venía retrasado; cuando el movimiento popular llega a un grado de desarrollo, reflejado en la huelga general de 1973, 15 días de resistencia al golpe de estado, nosotros ya estábamos liquidados. Aunque había contactos con el movimiento popular, el MLN tuvo un desarrollo propio, un desarrollo exclusivamente militar. Lo sufrimos en carne propia y lo tenemos muy en cuenta. La acción armada tiene que apoyar el desarrollo del movimiento popular, de las luchas sociales; no se pueden hacer acciones armadas que sean una traba para el desarrollo de las luchas sociales. En definitiva, la revolución la tiene que hacer el pueblo organizado y armado, no una organización armada. Entonces, el accionar armado debe ser útil a la organización del pueblo. Los tupamaros siempre hemos tenido una imagen gráfica, futbolera, con relación a este error que es la siguiente: estamos en la cancha, jugando un partido contra los militares; en la tribuna, el pueblo. Cuando nosotros hacíamos alguna jugada más o menos elegante, el pueblo nos aplaudía, pero cuando cometíamos errores, cuando hacíamos una falta, el pueblo nos repudiaba. Lo que nosotros no logramos, lo que no nos planteamos, es que el pueblo bajara a la cancha a jugar el partido, a ser protagonista. En una estrategia revolucionaria la lucha armada tiene que ser utilizada para que el pueblo se organice, que esté armado en algún momento, no para que vos estés armado y organizado.

Son los peligros del vanguardismo. Organizaciones argentinas, gente de la autonomía italiana de los 70, son críticos cuando se refieren a esos momentos. En este marco que planteas, la derrota del 72-73, ¿cuál es el desarrollo o el futuro de la izquierda uruguaya?.

Nosotros salimos de la cárcel en 1985. En ese primer tiempo después de la salida, seguimos defendiendo una estrategia insurrecional. No dibujada de forma clara pero sí como un horizonte. Salimos y empezamos un trabajo de siembra de ideas, de vinculación con lo social, de involucrarnos en las luchas, apuntando a un escenario muy parecido a lo que fue, en Uruguay, la lucha contra la dictadura. Suponiendo que en algún momento volviera a darse la situación (como los escenarios que se dan en Bolivia, en Venezuela, o en la propia Argentina en el 2001), nosotros pensar "ahora sí que el pueblo está en la cancha; trabajar en la tribuna con la gente a largo plazo –con las organizaciones sociales, vecinales, con el poder territorial.Pero, justamente, se dan en 1994 los sucesos del Filtro, con una situación de represión muy violenta, inesperada, y que para el Uruguay fue como un volcán en mitad del océano. A partir de ahí, se dieron discusiones que culminan con la transformación de un movimiento guerrillero en un movimiento puramente electoral. Esas discusiones tuvieron que ver, primero, con la cuestión de la violencia: nosotros cómo actuamos frente a la represión; nos defendemos o no; ¿recurrimos sólo a las cuestiones legales o vamos a recurrir a expresiones, como decían algunos compañeros, de noviolencia (renunciar al uso de la violencia revolucionaria) y participar de los mecanismo de la democracia burguesa? Hubo opciones que en tanto políticas no cabe calificar, son caminos diferentes. La otra es que a partir de esos hechos del Filtro en el FA entró a predominar el discurso de que el FA perdió las elecciones por la violencia generada en el Filtro y que la responsabilidad de la derrota electoral era del MLN. Ahí, a nosotros, los tupamaros, se nos planteó la disyuntiva de acatar o no el disciplinamiento que se nos quería imponer desde el FA; acatar la orgánica, las decisiones del FA, incluso cuando se contraponían a cuestiones de principios (como en el caso nuestro, las privatizaciones, la flexibilización laboral) o no acatarlas, que era la propuesta nuestra, seguir en el FA. Pero si hay políticas o medidas sin sentido popular, de carácter antipopular, o imperialista, como la recepción a Bush, nosotros las desacatamos. Esa discusión se dio y en los hechos se dilucidó que se tomaba un camino distinto. A partir de ahí, se comienza una transformación, se ve el parlamento como el lugar donde hacer política, en vez de la calle o la fábrica, se empieza el fin. Si quieres tener fuerza electoral debes volcarte hacia los sectores medios: es rebajar el discurso, rebajar el programa y terminar en lo que es el MLN y el MPP, involucrados en un gobierno que es de derechas.

Tampoco es una sorpresa si tenemos en cuenta que el FA llevaba tiempo defendiendo esa política en y desde la intendencia de Montevideo.
Política a la cual nos opusimos nosotros. Cuando el gobierno municipal de Tabaré quiso ordenar la venta ambulante, reprimió y nosotros nos enfrentamos a la decisión. Cuando comenzaron los asentamientos, hubo represión; cuando la gente empezó a solucionar el problema de la vivienda ocupando tierras y construyendo sus casas, hubo represión del gobierno municipal de Hugo Arana. Nosotros apoyamos a los ocupadores. Ahora bien, cuando después de 1994, cuando empiezan las políticas privatizadoras de la Intendencia, algunos empezamos a quedarnos solos, también dentro del MLN. Inicialmente, todos nos opusimos a las privatizaciones (casinos, hoteles, transporte público, etcétera) y tercerizaciones de los servicios públicos (que conllevaban pérdidas de derechos para los trabajadores). Después de aquellas discusiones tenemos al intendente Erlich, y a su equipo, que son todos tupamaros, privatizando. El caso paradigmático fue el del Casino Carrasco. Ahí están, participando en un gobierno que ha regalado la empresa aérea estatal, que se prepara para regalar los ferrocarriles del estado, un gobierno que consiente la presencia de capitales multinacionales, como los de la industria de la forestación y la celulosa, que mantiene relaciones muy estrechas con el FMI, un gobierno que no solo extiende las plantaciones de eucaliptos, sino que ha convertido Uruguay en el paraíso de los transgénicos. Un pequeño país como Uruguay es el décimo estado del Mundo en extensión de transgénicos plantados: 500.000 ha. Es una vergüenza, que no un orgullo. Esto demuestra que este gobierno ayuda a que pase desapercibido a los ojos del pueblo.

El tema de las fábricas de celulosa y los planes de forestación son sintomáticos de lo que dices. Después de treinta, cuarenta años de acumulación de fuerzas en la izquierda, es un gobierno denominado progresista quien avala estas actuaciones. ¿A quién va a recurrir la gente?
Todo el asunto gira aquí en base a que la inversión extranjera crea puestos de trabajo, cuando, históricamente, ha traído hambre, miseria y pobreza. Te diría que este gobierno impuso un impuesto, el IRPF, un impuesto al ingreso personal, que no lo pagan millón y medio de uruguayos; pero el mínimo es tan bajo que, (fíjate, son menos de 9000 pesos, 400 dólares), que quien no lo paga es porque no tiene acceso a una vida digna, vive en asentamientos, no tiene alimentación sana, no tiene educación, vive en la pobreza. La proporción del PBI que va a los trabajadores disminuye sin cesar, es decir, ha habido una disminución de alrededor de 1.600 millones de dólares por año. Los golpes de estado se reflejaron en otra cosa: el 40% del PBI iba al bolsillo del trabajador, cuando terminó la dictadura era el 20%, este es el sentido de la dictadura: hoy, sin violencia, con el gobierno progresista es lo mismo, los trabajadores tienen menos sueldo que en 1970. Hoy, esto es ratificado por Gargano (ex de asuntos exteriores) que dijo que esta política había aumentado la brecha social, porque el crecimiento de las importaciones va a pocas manos, a 2.500 familias; estos han elevado sus ingresos, han elevado su poder adquisitivo y son los que sostienen el consumo en el Uruguay. Por otra parte, es cierto que se han regalado 100 millones de dólares en planes de emergencia, pero no son nada en comparación con los 1.600 millones de dólares de los que hablábamos de disminución del salario en relación con el PBI. En el Uruguay hay más empleo, pero precario: empresas de seguridad, empleo doméstico, pesca, construcción tercerizada, limpieza de calles, trabajo de baja calidad y sin seguridad social; detrás de las cifras del gobierno hay una realidad peligrosa incluso para ellos mismos; hay una realidad latente, el aumento de la brecha social, confirmado por Gargano.
Otra realidad es la de la infancia. Tabaré dijo que h disminuido la mortalidad infantil, es cierto, pero aumentó la cantidad de niños que nacen bajo la línea de pobreza, el 50% de los niños de Uruguay nacen por debajo de la niña de pobreza, y de ese 50, esto es un 25% del total, nacen con raquitismo y desnutrición, que les viene de los abuelos; es muy difícil que llevándoles de fiesta o de vacaciones eso vaya a mejorar. Hay que apostar a los nietos de los niños de hoy. Esto nos lleva a pensar que un gobierno con apoyo parlamentario y electoral no ha redundado en felicidad para el pueblo, en salir de la pobreza: hay que cambiar el sistema. El sistema produce todo esto, necesita un pueblo de pobres, no un pueblo que consuma y tenga una vida digna, necesita mano de obra barata, eso es el capitalismo. Desde el gobierno dicen que hay que desarrollar el capitalismo para llegar al socialismo, ese es el discurso progresista de hoy en día, apostando, como dice Mujica, a un capitalismo en serio, humanitario, donde se hable con los empresarios para que sean más generosos en la distribución de las ganancias para llegar al socialismo, como si fuese Suecia, donde tampoco ha dado resultado. Aquí van a subir todos los precios de los productos de primera necesidad, como la harina, sigue habiendo inflación, centrada en la canasta básica, pero no en los productos de lujo. Estamos sentados en una situación latente que desde la subjetividad está controlada por los deseos de la gente de que el cambio venga desde un gobierno progresista que, probablemente, volverá a ganar.
Un elemento importante para que la gente siga apoyando al gobierno es que habría que transitar caminos que no se conocen. Podemos hacer crítica de lo que está ocurriendo, del capitalismo, la crítica de la democracia burguesa, del gobierno progresista pero no tener un camino claro para decir por dónde tenemos que ir. Esto es real. No podemos engañarnos. Podemos plantear el poder popular, el desarrollo vecinal, de los poderes territoriales; nos podemos plantear incentivar conflictos (como el de magisterio, Las Piedras, ocupaciones como la de Paysandú). Esto nos permite hablar con gente que ha pasado por encima de las decisiones de las burocracias sindicales, pero que volverán a votar a Mujica y Astori, que son quienes gestan las políticas que les han obligado a salir a la lucha. Esta contradicción, que es una especie de distorsión de la conciencia, de la subjetividad, es así. No podemos ofrecer un camino claro; hay una búsqueda. Hemos desechado la vía electoral, pero tampoco se puede optar por la acción directa incomprendida por la gente. Creo que esto ocurre en Uruguay. En Brasil el MST está ofreciendo un camino; en Bolivia están apareciendo horizontes insurreccionales. En Uruguay estamos muy atrás. En ningún país de América Latina, salvo Chile y Uruguay, la socialdemocracia ha podido controlar de tal manera el proceso de ideas, donde el control se ha desarrollado al máximo.

Alvaro Hilario.

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