La guerra segurocrática y el policía guerrero
Jonathan Cook *
Brecha, Montevideo, 11-9-2015
El
nuevo libro del investigador israelí Jeff Halper, integrante del Comité
Israelí contra las Demoliciones de Casas, arroja luz sobre la industria
armamentística y sostiene que Israel es hoy en día el país de
referencia para las fuerzas armadas y policiales de todo el mundo.
Desde
hace 18 años Jeff Halper ha estado en la primera línea del conflicto
entre Israel y Palestina, ayudando a reconstruir casas palestinas
demolidas por Israel en los territorios ocupados. Su nuevo libro sobre
Israel sale publicado cuando está a punto de dejar su cargo como
director del Comité Israelí contra las Demoliciones de Casas (Icahd, por
su sigla en inglés). La principal conclusión de Halper es inquietante:
Israel, dice, está globalizando a Palestina.
La
investigación de amplio alcance realizada por este ex profesor de
antropología lo ha llevado a especializarse en un tema en el que no se
siente del todo cómodo: la industria mundial de armas. Halper afirma que
Israel está sacando provecho –tanto financiera como diplomáticamente–
de los sistemas de control que ha desarrollado en los territorios
ocupados. Está exportando su know-how a las elites mundiales deseosas de
proteger sus privilegios de las amenazas tanto externas como internas.
En
un mundo supuestamente sumido en una guerra sin fin contra el
terrorismo, puede que todos enfrentemos un futuro como el de los
palestinos. El libro de Halper, titulado War Against the People: Israel,
the Palestinians and Global Pacification (“Guerra contra la gente:
Israel, los palestinos y la pacificación global”), que saldrá el mes
próximo, sugiere que Israel ofrece una ventana única en algunos de los
más importantes desarrollos recientes de lo que él llama “la guerra
segurocrática”.
La
tesis central del libro surgió cuando trataba de entender por qué un
país diminuto como Israel tiene un impacto mucho mayor que su peso
económico, político y militar. ¿Cómo es que Israel tiene tanta
influencia, no sólo en Estados Unidos y Europa, sino –de manera más
sorprendente– en países tan diversos como India, Brasil y China?
Ninguna
de las explicaciones habituales –la culpa del Holocausto, el poder de
los lobbies, o incluso el crecimiento del fundamentalismo cristiano–
parecía dar una respuesta acabada.
Pacificación global
Zeev
Maoz, profesor israelí de ciencia política residente en California,
puso a Halper ante una pista diferente. “Él ha observado que uno de los
principios fundamentales del movimiento sionista fue siempre ligarse a
una potencia hegemónica y servirla”, dice Halper.
Los
sionistas hicieron eso desde el principio apoyando a Gran Bretaña en
Palestina. Una vez establecido como Estado, en 1956 Israel ayudó a los
franceses y a los británicos en Suez, y después de 1967 actuó como
suplente de Estados Unidos en el Oriente Medio, durante la Guerra Fría.
Hoy
en día, la creciente influencia de Israel, sostiene Halper, refleja su
posicionamiento en el corazón de la rápidamente floreciente industria de
“pacificación global” asesorando y asistiendo a fuerzas armadas,
policías y agencias de seguridad nacional en todo el mundo.
En
el mundo pos 11 de setiembre, Israel es el rey de la seguridad –o la
“securityland”, como lo describió recientemente un destacado analista
israelí.
Y,
significativamente, Israel está comenzando a valerse de esta utilidad
para buscar un apoyo político y diplomático mayor, dice Halper, aun
cuando en la comunidad internacional crece la exasperación por los casi
50 años de ocupación. Tal respaldo, incluso de gran parte del mundo
árabe, a menudo pasa desapercibido.
La
sombría advertencia del presidente de Estados Unidos Dwight Eisenhower
en los años 1950, de que un “complejo militar-industrial” rampante
amenazaba con convertirse en el verdadero poder detrás de la fachada de
la democracia popular necesita actualizarse, dice Halper.
Él
describe el surgimiento de lo que llama el complejo misilístico: la
dominación de espectro completo por parte de Estados Unidos y sus
aliados mediante la acción conjunta de fuerzas armadas, seguridad
interna, vigilancia, inteligencia y legislación.
Después
de décadas controlando al pueblo palestino sometido a ocupación,
señala, Israel no tiene rival en todas estas esferas: utiliza los
territorios ocupados como un laboratorio gigante para desarrollar y
probar nuevas ideas, tecnología, tácticas y armamento.
Una superpotencia armamentística
Cuando
me reu-ní con él en su casa en el oeste de Jerusalén, Halper hizo
cuestión de subrayar que él sólo está esbozando el esquema de la nueva
industria de pacificación mundial liderada por Estados Unidos,
adentrándose en aguas en gran parte desconocidas. Periodistas, analistas
y académicos han rehuido las investigaciones necesarias, según él,
prefiriendo mantenerse dentro de sus estrechas especializaciones.
Halper
está interesado en el análisis de la “big picture” que le permita unir
los puntos. Y al hacerlo se ha obligado a sí mismo a explorar un
territorio desconocido, a leer textos clave en los estudios de
seguridad, a estudiar detenidamente los trabajos de expertos en
terrorismo y a reunirse con generales condecorados.
Halper
señala que Israel gasta alrededor del 8 por ciento de su Pbi anual en
el presupuesto militar –aproximadamente el doble del gasto per cápita de
Estados Unidos–. A pesar de su tamaño, Israel tiene más aviones de
guerra que cualquier país europeo.
Israel
posee cuatro de los 100 principales fabricantes de armas del mundo, y
se encuentra entre los diez principales países comerciantes de armas;
según algunas estimaciones, en el cuarto lugar. Desde 2007, el Índice
Global de Militarización ha coronado anualmente a Israel como la nación
más militarizada del planeta.
En
mayo pasado Israel recibió un nuevo galardón, convirtiéndose en una
“superpotencia cibernética”: sus compañías venden una décima parte de la
tecnología de seguridad informática y de redes del mundo.
Ese
enfoque en los sistemas militares y de armamento ha llevado a Israel a
mantener relaciones militares oficiales con 130 países, muchos de ellos
dictaduras bien conocidas por sus violaciones de los derechos humanos.
Los informes sugieren que Israel mantiene además negocios más dudosos y
secretos con otros regímenes.
Este
mes la Onu reveló que Israel estaba rompiendo el embargo militar
occidental al venderle armas a Sudán del Sur, alimentando la guerra
civil en ese país. Los críticos han sugerido que Israel también tiene
asesores y entrenadores que operan clandestinamente en Sudán del Sur.
El fin de las guerras convencionales
Pero el verdadero talento de Israel, dice Halper, ha sido explotar un nuevo énfasis en la “guerra segurocrática”.
“Las
guerras entre estados son en gran parte una cosa del pasado. En el
nuevo tipo de guerra, los aviones F-35 y las armas nucleares son mucho
menos útiles. Lo que se necesita ahora son las habilidades que Israel ha
desarrollado después de un siglo de ‘contrainsurgencia’ contra los
palestinos. Israel es el país de referencia cuando se trata de la guerra
segurocrática.”
La
necesidad de este tipo de guerra se puso de relieve tras el ataque
estadounidense a Irak en 2003, señala Halper. Las guerras convencionales
entre estados han tenido tradicionalmente tres fases: los preparativos
operacionales, el ataque mismo y el desenlace.
Pero
Irak –así como antes Afganistán– mostró que existe una cuarta etapa: la
necesidad de estabilización y mantenimiento de la paz después de un
cambio de régimen.
La
industria de la pacificación, que ha experimentado un auge pos 11 de
setiembre, señala Halper, se está extendiendo hacia Occidente. A medida
que el ejército asume muchas de las funciones de la fuerza policial en
las guerras externas como Irak y Afganistán, en casa la policía se
vuelve cada vez más militarizada. La policía de Ferguson no se
diferencia en nada de sus compatriotas del ejército en Irak.
“Lo
que estamos viendo es el surgimiento del Estado de seguridad humana:
una eterna ‘guerra contra el terror’, y el mundo en un estado de
excepción permanente. Las fronteras tradicionalmente claras entre
policías y militares, entre las agencias de inteligencia interna y
externa –en otras palabras, entre el Fbi y la Cia– se desmoronan.”
Policías guerreros
Para
las elites que ven el peligro acechando en cada esquina, Israel tiene
la respuesta: lo que llama el “policía guerrero”. Durante décadas Israel
ha estado operando fuerzas paramilitares como la Policía de Fronteras,
así como servicios de inteligencia como el Shin Bet, cuya área de
responsabilidad operativa no está limitada por ninguna distinción entre
Israel y los territorios palestinos ocupados.
“Israel
creó hace mucho tiempo el modelo de militares y policías que trabajan
juntos, y ahora está bien posicionado para entrenar al mundo”, concluye
Halper.
Ese
punto quedó en evidencia esta semana, cuando el gobierno israelí
anunció que un oficial del ejército de larga trayectoria, Gal Hirsch, se
convertiría en el jefe de la Policía Nacional de Israel.
¿Qué es lo que está en juego? ¿No están Estados Unidos y Europa tratando de defenderse de las amenazas terroristas reales?
Halper cree que es importante examinar estos hechos dentro de un marco más amplio: el del sistema capitalista mundial.
No
es casualidad, en su opinión, que Estados Unidos esté hablando de
amenazas terroristas mundiales al mismo tiempo que la riqueza y el poder
se están desterritorializando, creando un archipiélago de intereses de
las elites que se extiende desde partes de Estados Unidos y Europa hasta
Singapur y las Islas Vírgenes.
Las
empresas trasnacionales necesitan corredores seguros para el flujo de
capital y mano de obra, según él, al tiempo que gran parte del resto del
mundo se convierte en terrenos baldíos o marginales.
La
preocupación es cómo mantener un orden social propicio para el
capitalismo cuando grandes extensiones del planeta están siendo
empobrecidas y los migrantes tratan de escapar de su situación
desesperada.
Aquí
es donde entra Israel. El lugar donde Israel ha desarrollado sus ideas y
las ha testeado son los territorios ocupados, dice Halper. El control
de Gaza, por ejemplo, ofrece un modelo para otros estados interesados en
las cuestiones de vigilancia interna, seguridad fronteriza, guerra
urbana, amenazas de migración y mucho más. “Los palestinos, en este
sentido, son un recurso importante para Israel. Sin los territorios
ocupados, Israel sería Nueva Zelanda. Sería un destino turístico, no una
potencia hegemónica regional.”
Un lugar en la mesa de la OTAN
La
industria armamentística de Israel no sólo está dirigida a hacer
dinero. “Ella permite que Israel se siente a la mesa con los países de
la Otan.” Israel lleva a cabo ejercicios militares con la Otan y ayuda a
desarrollar drones Watchkeeper para los europeos.
También
mantiene relaciones cada vez más estrechas, dice Halper, con regímenes
que son ostensiblemente sus enemigos, como Arabia Saudita. “Los saudíes
están financiando al Estado Islámico, así que ¿cómo se explica su
alianza con Israel? El denominador común es la ‘política de seguridad’.
No hay dos países que tengan intereses más parecidos que Israel y Arabia
Saudita.”
Cuando
los sauditas dieron a conocer la Iniciativa Árabe de Paz en 2002
–sostiene Halper– ofrecieron el reconocimiento del mundo árabe a Israel
como potencia hegemónica regional, a cambio de poner fin a la ocupación.
Esta utilidad de Israel ¿está dando frutos diplomáticamente?
Hay
indicios de que cada vez más. The Economist señaló recientemente que
India, que tiene una larga historia de apoyo a la causa palestina, fue
uno de los cinco países que se abstuvieron en el Consejo de Derechos
Humanos de la Onu el mes pasado al votarse una resolución que critica a
Israel por su conducta en el ataque de 51 días a Gaza el verano pasado,
en el que murieron más de 500 niños.
Según
la revista, los dirigentes israelíes creen que la creciente dependencia
de la comunidad internacional de su armamento reducirá en el largo
plazo la vulnerabilidad de Israel al movimiento mundial de boicot,
desinversión y sanciones (Bds).
Halper
señala que Nigeria, otro país que se ha convertido en dependiente de
las armas israelíes, recientemente también traicionó su tradicional
apoyo al pueblo palestino.
Nigeria
sacó a Israel y Estados Unidos de un gran aprieto en diciembre pasado
cuando votó en el Consejo de Seguridad de la Onu en contra de una
resolución palestina que exigía el fin de la ocupación. Estados Unidos
había temido que tendría que usar el veto.
Halper
hace hincapié en que Estados Unidos todavía sigue –por cierto margen–
siendo el mayor comerciante de armas del mundo. Pero en su lucha por
ocupar más nichos, Israel está arrojando luz sobre el verdadero
propósito de la industria de armas: no la seguridad, sino la
pacificación.
“Cuando
lo llamas ‘seguridad’, acallas el debate. ¿Quién no quiere seguridad?
Pero cuando lo replanteas como ‘pacificación’, los verdaderos objetivos
se vuelven mucho más claros.”
*
Publicado en Middle East Eye el 29-VIII-15.Traducción: María Landi.
Cook es un premiado periodista independiente británico, residente en
Nazaret y autor de varios libros. Escribe sobre temas de Oriente Medio,
especialmente la cuestión Israel-Palestina. Su sitio web: www.jonathan-cook.net.
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