por Jorge Zabalza
Los genes del movimiento tupamaro vinieron con los obreros de la caña de azúcar en Bella Unión y los vecinos de los barrios obreros del Cerro y La Teja, los que en 1951 se organizaron en solidaridad con la huelga de los “gremios solidarios” y cerraron el puente del Pantanoso para no dejar al ejército, los del “paralelo 38”. Esa fue la genética de Luis Alberto Iglesias Pacheco, hijo y nieto de obreros del frigorífico, nacido y criado en el Cerro, canillita adolescente, tupamaro temprano a principios de los '60, guapo de barricadas, esquinas y tribunas del estadio, se integró a la Unión de Juventudes Comunistas pero admiraba a Boadas Ribas, el anarco expropiador que vendía diario en la Curva de Grecia. Ya era el “Loco” cuando participó de la marcha del “plato vacío” que organizó el Flaco Belletti: 11 compañeros caminaron desde el Cerro hasta el Palacio Legislativo, golpeando sus platos con cucharas y reclamando pan. También iban Ruben Sassano y David Melián. Era un puñadito pero soñaban con multitudes insurrectas.
Integró uno de los grupos de acción más fuertes del MLN(T) en 1968. Al año siguiente, el 8 de octubre, fue capturado en la toma de Pando, le pegaron hasta el cansancio. Lo conocí cuando llegó a la cárcel de Punta Carretas. Todavía me duele el abrazo que me dieron con Arturo Dubra por la muerte de Ricardo. A Loco lo recibieron Teófilo Acevedo y el “Ciego” Naya, la “pesada” del Cerro, le ofrecieron una “comisión” y ser delegado de un cuadro de fútbol. En su celda siempre hubo bizcochos y churrascos por “izquierda”. En la visita conocí a Brenda y Carlitos. El Loco fue de los primeros en empezar con las artesanías para que ellos dos pudieran venderlas. Hacía cintos de cuero, sandalias con suela de cubierta de auto y, en el telar, bufandas, ponchos y fajas.
Un año más tarde, el Loco y Milton Mongaburen (el “Cabeza”) recibieron a José Mujica en la celda y le curaron las heridas provocadas por los dos balazos que le habían dado. Entre ellos, durante una huelga de hambre, hablando de proyectos de fugas de presos sociales, surgió la idea de cortar las paredes y conectar todas las celdas del piso para fugarse por un túnel. Con el Loco quedamos de “fagineros” los dos meses de preparación de la fuga y de excavación del túnel. Cada recreo los compañeros de dos celdas “cortaban” con una riendas de alambre trenzado la pared que los separaba, mientras uno de nosotros dos tomaba mate y charlaba solo en la ventanilla. Nuestra tarea era controlar los guardias, alguno de ellos, como “Horacio Guaraní” Jeremías muy refractarios a los tupas: no podíamos dejarlos que entraran al piso a buscar los compas que tenían visita o abogado, les pedíamos la llave de celda y lo traíamos nosotros. Las tradiciones carcelarias dicen que los presos a los que les dan la llave son alcahuetes, sin embargo creo que nadie creyó eso de nosotros. Pasamos algunas situaciones apremiantes que están relatadas en los libros sobre el “Abuso”, pero el Loco sabía resolverlas “metiendo la pesada” con una mezcla de cancha y astucia.
Un medio día me invitó a comer unos tallarines que le habían traído de la panadería. Con Héctor “Percherón” Clavijo habían cocinado terrible tuco con estofado y todo. Estaba Juan Siola en la celda con ellos. Hasta “escavio” había. Cuando ya estábamos en el café (no la pasábamos tan mal ¿no?), me empezaron a “apretar” para que les dijera cuántos metros llevábamos excavado, una cifra que permanecía compartimentada, porque todos sabíamos que había un mes de plazo para terminar el túnel y se quería evitar ansiedades o comentarios imprudentes. Hasta ahora, cuarenta y cinco años después, cada vez que recordábamos la fuga, el Loco me reclamaba la falta de confianza.
Una mañana de 1974, cuando ya me tenían de rehén en el cuartel de San José, un guardia estaba escuchando “acá está su disco” de Montecarlo, interrumpieron la música para informar que en Suecia habían detenido al prófugo tupamaro, Luis Alberto Iglesias por tráfico de dólares falsos. Meses más tarde, cuando nos juntaron en Paso de los Toros, les pasé la información a Raúl Sendic y Julio Marenales No podíamos imaginar que andaba haciendo por Suecia. Desconocíamos la historia del Estadio Nacional, del embajador sueco y el milagroso zafe de una muerte segura. Si el Loco andaba pasando dólares, la organización existía y si existía...había esperanzas y si había esperanzas, podíamos intentar la fuga y trabajando en ella, resistimos 1975 y parte de 1976, mantuvimos la cordura.
Pese a que estaba requerido por la toma de Soca y por ejecución de Motto, al aprobarse a amnistía en marzo de 1985, no dudó un instante y se vino enseguida...lo encontramos con Ruben Sassano: “¡qué ganas de ver a Cerro tengo!” nos dijo, pero en realidad hablamos, hablamos y hablamos de las historias de cada cual, un entrevero de cuentos, recuerdos de desaparecidos, asesinados, gente que andaba perdida por el mundo, chistes, cerveza y vino, hasta que quedamos dormidos en “Don Martín” del Armenio, en la esquina de la plaza 25. ¡La puta que lo parió!...ya hace treinta años de ese reencuentro.
Una vez nos encontramos en Gran Canaria, donde vivían nuestras hijas. Otra vez, en el Tróccoli, Cerro hizo un gol y, para festejar, alguien me pegó un manotazo en la espalda que casi me tira tribuna abajo...¡el Loco con una funda de latas de cerveza!. Después a festejar a la Sede y de ahí a la “cantina de los pescadores” del Pocho Ríos en Santa Catalina.... las mismas historias, las mismas anécdotas, los mismos recuerdos de las mismas compañeras y los mismos compañeros... sin cansarnos de repetirlos hasta la mañana siguiente. Siempre que pudo estuvo los 28 de abril en el Cementerio de La Teja, los 8 de octubre en los actos de homenaje al Ché guevara y los caídos en Pando. En el 2009 se vino para votar por la Rosada.
Después el cáncer y el plazo. Desautorizó todos los diagnósticos y sobrevivió, sobrevivió con esa fortaleza de espíritu increíble que siempre lo animó. Henry “Octavio” Engler opina que es como un milagro de fortaleza. Varias veces juntó a los “suyos” para despedir la vida. Ahí quedaron las fotos: el abrazo del Loco, con el Beto Falero y el Tambero; el Loco brindando a las risas con Néstor Peralta, Marxito Menéndez y el Tambero; el Cachín Barrios y los gallegos Candamio y Maneiro; José Luis Rodríguez con la guitarra, Chaíto y Chidoro Niz; en la parrilla, el Loco con Carlitos, el Tambero y el matambrito de cerdo. En casa, el Loco con Veronika, la familia de Carlitos y un matambre a la leche que me mandé. En Estocolmo, con el Loco, Zorba Alfaro, el Chino Young, José Candamio, el Indio Camejo y el Tambero... bueno, tengo material para ayudarme a sobrevivir.
Generoso y solidario con su familia, con la cofradía tupa y con todo el mundo. Firme en sus convicciones revolucionarias, se apartó de la derrota ideológica que sufrieron otros ex-guerrilleros. Como alguien lo definió en un informe a los servicios: “siempre anda armado y se va jugar la vida” … ¿El Loco Iglesias? ¡Puro corazón!
Jorge Zabalza
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