La primer mitad de la década del ’90
estuvo marcada por la implosión del capitalismo de Estado en la URSS y el aluvión
reaccionario que provocó. Las
internacionales burguesas se sintieron dueñas del universo para toda la
eternidad. En Uruguay, esa soberbia neoliberal fue acompañada por el
crecimiento sostenido de las cifras. Crecieron el Producto Bruto Interno, el
salario real y el consumo privado. Descendió notablemente la inflación y el
déficit fiscal. El trunfalismo y su propia impronta clasista indujeron al
presidente Lacalle a aplicar a rajatabla el modelo recomendado por el Consenso
de Washington y, a los pocos días de iniciado su gobierno, aumentó el IVA y el
impuesto a las retribuciones personales, política de ajuste fiscal o, mejor
dicho, de expropiación de masa salarial. El fiscalazo fue reforzado con la
disolución de los consejos de salarios y la campaña para reglamentar el derecho
de huelga, medidas de guerra contra los asalariados.Lacalle intentó redondear
su proyecto con una ley que privatizaba las empresas públicas y que fue rechazada
por una abrumadora mayoría en el plebiscito del 13 de diciembre de 1992. Meses
más tarde el presidente Lacalle firmó el Tratado de Asunción que dió origen al
Mercosur, forma concreta de sus acuerdos ideológicos y políticos con Carlos
Saúl Menem, Fernando Collor de Melo y Andrés Rodríguez. Por supuesto, entonces
no se oyó a los grandes medios de comunicación protestar por el signo
ideológico de ese verdadero Plan Cóndor del Neoliberalismo. La eliminación de
las barreras aduaneras en la región fue el gran negocio para las
transnacionales con sede San Pablo que buscaban expandir su mercado y un pésimo
negocio para las empresas uruguayas que abastecían el mercado interno. Los perjuicios que provocó el Mercosur desataron
resistencias generalizadas.... hasta los estancieros y los grandes agricultores
se movilizaron para rechazarlo.
Las consecuencias sociales del
“lacallismo” no se hicieron esperar, la brecha social se hizo abismo profundo, abundaron
los conflictos sindicales, las ocupaciones de terrenos por el cooperativismo,
las movilizaciones estudiantiles, hubo lucha popular para impedir la
privatización de las empresas estatales. Los desalojos en masa a quienes no
podían pagar el alquiler o la cuota del Banco Hipotecario, impulsaron la
emigración hacia la periferia de Montevideo para tomar terrenos baldíos de
propiedad estatal y privada. Lacalle fue escenógrafo y guionista de la obra que
se representó años después, en el 2002, cuando la crisis bancaria hizo estallar
las presiones sociales que se venían acumulando. El carácter antipopular de su
gobierno hizo que los partidos identificados con las políticas neoliberales
perdieran consentimiento popular, al tiempo que ayudó a fortalecer la
influencia del Frente Amplio, que en ese entonces parecía opuesto al esquema
fondomonetarista. Las elecciones de 1994 comprobarían que si bien el
neoliberalismo partía en dos la sociedad, el electorado se dividía en tres
tercios, uno de los cuales respaldaba a las promesas del trío
Seregni-Vázquez-Astori.
El partido de la amortiguación
Electo por un Frente Amplio que todavía olía a izquierda,Tabaré Vázquez
asumió como Intendente de Montevideo en 1990, precisamente cuando Lacalle lo
hizo con la presidencia de la república. El gobierno municipal contrapuso el
modelo “neoliberalismo con políticas sociales” al “neoliberalismo con políticas
de ajuste” que aplicó Luis Lacalle. Se rebajaron a seis las horas de trabajo de
los funcionarios municipales, pero se sustituyó a los trabajadores
presupuestados con empresas tercerizadas, ONGs, becas y pasantías, una forma
diplomática de recortar los derechos laborales y salariales de los
trabajadores. El proceso de descentralización política del gobierno municipal,
eje prográmatico frenteamplista, fue aplicado con tantos temores que en los
hechos se lo castró y fue una vana desconcentración de las oficinas administrativas
con las decisiones políticas hipercentralizadas en manos del Intendente. Se
creó el banco de materiales de construcción para auxiliar a familias que los
necesitaran, pero al tiempo que se reprimió severamente la venta callejera que
era el modo de vida de muchas de esas familias. La forma de gobernar del primer
gobierno frenteamplista fue un elemento decisivo en la renovación ideológica
del Frente Amplio, eufemismo conque se
encubrió el recorte del programa popular.
Sin su gran enemigo rojo, el
capitalismo dejó de precisar partidos políticos para la guerra contra el
“comunismo internacional” y comenzó a promover los partidos para la “paz
social”, paz con los incluídos en el sistema y guerra violenta a los excluídos
de él. Se pretendía generalizar al mundo
la experiencia de la socialdemocracia europea, que fuera recreada con éxito en
la España de Felipe González, el país más parecido al Tercer Mundo en el
Mercado Común Europeo. Paralelamente al “salvajismo” del Consenso de
Washington, los organismos internacionales agitaron la idea de los “pactos
sociales”, una forma de asegurarse el consentimiento pacífico de las víctimas
del neoliberalismo. Los dueños del mundo
ya no sentían a la izquierda latinoamericana como una quintacolumna de la URSS,
comenzaron a pensarla como un posible
sucedáneo de la socialdemocracia europea y les extendieron el permiso de acceder al gobierno, siempre y
cuando, por supuesto, se comprometiera a mantener el acceso libre de las
empresas transnacionales a las economías nacionales. Se abrió el embudo de las
tentaciones en América Latina. Tabaré Vázquez, Danilo Astori y Líber Seregni se
zambulleron de cabeza.
En esos mismos meses se produjo una
trascendente escisión en el Partido Comunista del Uruguay. Mayoría electoral en
el Frente Amplio y fuerza predominante en el movimiento sindical, los
dirigentes del PCU se empantanaron en un debate público sobre las ideas que estaban
llevando a la disolución de la URSS. La discusión fue encarnizada. La muerte de
Rodney Arismendi facilitó la huída en masa de los “renovadores”; todo el Comité Ejecutivo del PCU, casi todo
su Comité Central y todos sus parlamentarios pasaron a ser los principales sustentadores
del “neoliberalismo con políticas sociales”. Esteban Valenti fue santificado al
ser uno de los asesores personales de Tabaré Vázquez, para quien negoció en
secreto una privatización del Casino Carrasco mientras el pueblo juntaba firmas
con la ley de empresas públicas de Lacalle. Varios de los principales
dirigentes huídos del Partido y la UJC fundaron Asamblea Uruguay con Danilo
Astori. La cúpula del mayor aparato de izquierda se pasó con armas y bagajes a
la socialdemocracia. Ya nada podría detener la metamorfosis del Frente
Amplio.
En
el territorio
ideológico identificado con la consigna “ni olvido ni perdón a los
torturadores” nació en 1989 el Movimiento de Participación Popular
(MPP). Su
primer lustro de vida se caracterizó por la intensa inserción política
en todas
las movilizaciones populares y por el escaso caudal electoral recogido,
que de
todas formas alcanzó para que Helios
Sarthou y Hugo Cores fueran diputados. Integrado al Frente Amplio pero
estrechamente
comprometido con la lucha social y la acción directa, el propósito del
MPP fue actuar de “polo ideológico”, una estaca revolucionaria
clavada en la punta izquierda de la coalición para frenar su
derechización. Las
condiciones creadas por las políticas de Lacalle, que provocaron la
radicalización de las luchas y cuestionaron la estrategia amortiguadora
del
Frente Amplio, abrieron espacios para que el MPP cosechara lo sembrado
en el
movimiento popular. En agosto de 1994 ya contaba con una fuerza
militante capaz
de sostener al mismo tiempo la movilización en el Hospital Filtro e
intervenir activamente en la campaña contra
la “minirreforma”.
La Masacre de Jacinto Vera.
El Estado Español reclamó a tres de los ciudadanos vascos detenidos por la
policía de Montevideo. Un par de miles de personas marcharon desde Plaza
Libertad hasta jefatura de policía exigiendo que les otorgaran el asilo
político. Los hechos colocaron al país en la pantalla internacional y el
gobierno de Lacalle los extraditó para dar muestra de su mano dura. Como la
extradición equivalía a entregarlos a los torturadores, los vascos optaron por
hacer una huelga de hambre seca, medida por la que fueron internados en el
Hospital Filtro al estar en peligro sus vidas. Durante varios días se mantuvo una vigilia
frente al hospital para impedir cualquier maniobra que intentara la policía o,
por lo menos, para ser testigos de ella. El martes 24 agosto de 1994, el PITCNT
declaró paro general y convocó a manifestar en solidaridad con los vascos. FUCVAM
se sumó al movimiento. La convocatoria y el desarrollo de la movilización se
difundía al instante desde CX 44 Radio Panamericana, propiedad del MLN(T),
gracias a lo cual la acción militante no pudo ser aislada y se transformó en
una movilización masiva, increíble, tan populosa que hasta la Mesa Política del
Frente Amplio concurrió en pleno y con Tabaré Vázquez y el general Líber
Seregni a la cabeza.
El 11 de agosto el ministro de
Interior Ángel María Gianola había alentado a la Guardia Republicana a “combatir disturbios o grandes
manifestaciones” con todos los medios disponibles. La arenga tuvo sus efectos y
a las cinco de la tarde del martes 24, sin ningún tipo de justificación, la
Republicana arremetió a caballo, sable en mano, apaleando mujeres con bebés,
ancianos y niños. La multitud se defendió de la agresión policial. Empujado
contra las vallas policiales por el ataque, el cordón de autodefensa enfrentó a
mano limpia y pedradas a los represores. 44 agentes contusos, ninguno de
gravedad. En cambio, desde varios
patrulleros dispararon a matar. Asesinaron a Fernando Morroni. Hirieron de cuatro balazos
en la espalda a Esteban Massa, enfermero que asistía en el suelo al lastimado
Ruben Sassano. El estudiante Carlos Font fue internado con pérdida de masa
encefálica por un balazo en la cabeza. Mónica Ramírez militante Fucvam también
internada con heridas de balas en el vientre. Esa noche, en extrañas
circunstancias, fue asesinado Roberto Facal al llegar a su casa en Jacinto
Vera, barrio prácticamente tomado por las patotas policiales. Quedaron heridos
más de 100 manifestantes en la operación represiva,15 de ellos a balazos. El
miércoles 25 de agosto miles acompañaron a Fernando hasta el Cementerio del
Norte. Su asesinato permanece impune todavía, pese a que el actual presidente
de la república y varios de sus ministros estuvieron entre los convocantes a la
manifestación y fueron testigos de la violencia policial en la Masacre de
Jacinto Vera.
La minirreforma.
“Minirreforma”
fue bautizado un
paquete de 14 enmiendas constitucionales producto del acuerdo entre
Julio María Sanguinetti, Jorge
Batlle, Luis Alberto Lacalle, Liber Seregni, Danilo Astori y Tabaré
´Vázquez,
los grandes lideres del momento. De inmediato los dos tercios de los
diputados
y senadores la aprobaron a tapas cerradas, hecho festejado con alborozo
por los
medios de prensa y la partidocracia. Cuando en la Dirección Nacional del
MPP
Helios Sarthou hizo trizas el contenido del engendro tripartito e
informó sobre
sus alcances, la irritación fue general. El PCU y el MPP rechazaron la
“minirreforma”, salieron a debatir públicamente contra la
derecha y recorrieron los comités de base de todo el país discutiendo
con los
sectores socialdemócratas del Frente Amplio. Las organizaciones de
jubilados,
el PITCNT y otras organizaciones sociales se sumaron a la campaña contra
la
“minirreforma”. CX 44 Radio Panamericana se transformó en vocero de la
campaña. Las bases
frenteamplistas se encargaron de contradecir los fundamentos que
exponían la
recién nacida Asamblea Uruguay, el Partido Socialista y la Vertiente
Artiguista.
La oposición a la “minirreforma” tuvo eco en la población y lo que había
sido
iniciativa de un par de organizaciones partidarias se transformó en
correntada
incontenible. El domingo 28 de agosto de 1994 se realizó el plebiscito
y la “minirreforma” fue rechazada por el
electorado, que votó contra la opinión de todos los popes de la
política.
Lucha social y acción directa.
Muchos de los que
estaban en Jacinto Vera habían sido militantes en las comisiones barriales que
juntaron firmas contra la ley de impunidad
e hicieron la campaña por el Voto Verde. Otros provenían de la
reorganización de los comités de base y las coordinadoras del Frente Amplio,
hasta ese momento ligados a las reivindicaciones vecinales y a la lucha por los
derechos humanos. Un tercer grupo venía directamente de las ocupaciones de terrenos,
ya fueran cooperativistas de FUCVAM o de
las comisiones de vecinos surgidas en el boom de los asentamientos irregulares.
También estuvo presente mucha gente joven que traía la experiencia de la lucha
contra las razzias y que luego canalizaron sus inquietudes en la formación de
varias radios comunitarias. Había además muchísimos estudiantes liceales de la
“coordinadora” que venían de luchar a brazo partido contra la “reforma de Rama”.
Estaban además las agrupaciones
ampliadas sindicales que dieron los duros conflictos del Bão, Colagel y Juan
Benzo en la industria química, de Cocacola y Norteña en la bebida, de Isabella en la metalurgia, el de la
Asociación Española y el Casmu en la salud privada y el del Hospital de Clínicas.
Los que enfrentaron a las patronales del transporte en los conflictos de ONDA y
de CUTCSA, los que ocuparon el Victoria Plaza y la Terminal Cruces cuando la
huelga de los 83 días en la construcción, los compañeros despedidos de FUNSA con
complicidad de Romero y los de la pesca que habían escrachado al Presidente
Lacalle en su casa. Asimismo había militantes del taxi, los de la huelga de
hambre de Promopes, los ferroviarios del “tren bajo control obrero”, los
funcionarios del INAME, los judiciales, los municipales y los del registro
civil, los educadores que luchaban por la enseñanza (profesores de secundaria y
de la UTU, del magisterio y funcionarios de la universidad) y, finalmente, los trabajdores
del Espinillar agremiados en URDE, que se vinieron caminando desde Constitución
junto a los de UTAA. No era poca cosa la experiencia de resistencia y lucha
social acampada frente a las vallas policiales que rodeaban el Hospital Filtro.
Una fuerza militante que
avanzaba con un horizonte insurreccional y echaba raíces en las historias de
lucha libertaria de principios del siglo XX
y en la tendencia clasista y combativa de los ’70. Dispersa o agrupada
en varias organizaciones, esa militancia encontró otro punto de reunión en el
MPP de 1989, donde coincidieron y debatieron diferentes vertientes del
pensamiento crítico de origen marxista y libertario. Un núcleo activo que
estaba demostrando su capacidad para convocar los ancianos, niños y madres con
coches de bebé que integraban la abigarrada multitud entorno al Hospital Filtro
y para intervenir con iniciativas en los mecanismos de la democracia formal
logrando que el 63% del electorado rechazara la “minirreforma”. Una militancia intransigente que participó en
ocupaciones de tierras y de fábricas, en marchas y campamentos, que todos los
Primero de Mayo llegaba al acto de la central obrera en la Columna CerroTeja,
embanderada con la consecuencia y el compromiso de clase. Que el 24 de agosto resistió la represión salvaje de la policía en Jacinto Vera,
pero también tenía un senador, dos diputados y ediles en Montevideo y Trinidad
para denunciar y actuar con espíritu extraparlamentario. Que estaba dentro del
Frente Amplio pero en permanente discrepancia y crítica, aliado en la calle con los grupos y partidos
extrafrenteamplistas. Como todos caminaban hacia el mismo punto, el horizonte
insurreccional que compartían, esa dispersa y desordenada fuerza militante
demostró ser capaz de actuar con efectividad y de golpear coordinadamente.
La tarea asignada por el sistema.
Horizonte
revolucionario, clasismo, combatividad y convocatoria de masas... proceso
incipiente pero lleno de promesas. La prensa reaccionaria y los sectores neoliberales del Frente Amplio calibraron
el peligro de inmediato y, como de
costumbre, sacaron los fantasmas de los
’70 de su buhardilla. Su estrategia fue asustar a los pusilánimes para que disuadieran
a los espíritus más rebeldes. La derecha atacó a los “subversivos”,
arreciando en particular contra los tupamaros; el Frente Amplio se desentendió y
adjudicó su derrota electoral de 1994 al agrupamiento de radicales
insoportables. Había que separar aguas urgentemente pensaban..
La política de acumular
en la lucha social y la acción directa parecía correcta y cosechaba resultados
concretos. Hacía ya tiempo que varios ex-guerrilleros no parecían muy convencidos de
continuar andando ese camino que el MPP venía recorriendo desde su nacimiento. Acariciaban
el cráneo que siglos antes acarició Hamlet, su dilema era si continuar o no andando ese camino que el MPP venía
recorriendo desde su nacimiento. Se resistían a involucrarse en otra ruptura
violenta con el sistema. Se inclinaban por aceptar el rol que ofrecía el
sistema y sumarse a la correntada electoralista sin abandonar el discurso
revolucionario, por abrazarse lealmente con los aliados socialdemócratas, aunque
hubiera que expulsar del MPP a los que no entendían la “etapa” ni los “tiempos”.
La duda ya era concesión y conciliación.
Se tomaron el tiempo
suficiente para desterrar de su memoria los desaparecidos y asesinados, para
cambiar de anteojos y tergivesar su propia historia, para hacerse amigos de
empresarios y militares y para ganarse la confianza de las corporaciones
transnacionales y del Pentágono. Transa va, transa viene, arrastraron mucha
gente por la culebrera senda del olvido y perdón a los culpables, del
“malinchismo” con el capital transnacional y del apoyo a las vergonzosas
misiones de paz. Insensiblemente fueron sacando la política de los espacios
libres callejeros y la encerraron en el parlamento y los organismos del Frente
Amplio. Convirtieron a los militantes con arraigo social en “soldados” fieles. Les
hicieron perder su esencia revolucionaria. Así se interrumpió la acumulación de
fuerzas militantes y lograron estupidizar el entorno del MLN-MPP. ¡Tarea
cumplida! Su trabajo les valió el aplauso y las felicitaciones de la derecha
y la socialdemocracia que les daba la
bienvenida a la “democracia”.
Agosto de 1994, fue el nudo. En la
disyuntiva entre el desarrollo de la fuerza militante y el beneplácito del
sistema, dieron un paso adelante y se arrojaron cuesta abajo por el embudo de
las tentaciones. Entonces ya estaban en compañía de miles de conversos y
feligreses, cada cual tan responsable como sus dirigentes de que transformar al
movimiento revolucionario en un aparato político cuyo único fin es asegurar el
consentimiento para la conciliación de clases. Cuando sobrevino la crisis
bancaria en el 2002 y los indignados se reproducían en todos los sectores
sociales, el MLN-MPP ya había sido domesticado y se sintió su ausencia. La
Masacre de Jacinto Vera fue decisiva para torcer la voluntad de los
ex-guerrilleros e instalar una nueva religión en el escenario político del
Uruguay. La religión del enchastre: más
PLUNAs y más BOTNIAs y más SEALs y más megaoperativos y más cárceles para los
pobres. Son responsables de sus opciones pues hicieron abortar deliberadamente
el otro camino, el que comenzaba a recorrer la fuerza militante acampada en
Jacinto Vera. La historia no los absolverá.
Jorge Zabalza
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